Blas López-Angulo
Rebelión
En La literatura en peligro Todorov repasa sumariamente las relaciones entre literatura y comprensión del mundo. Cuestiones como la “el arte por el arte”, la autonomía de la obra, etc., han dado en dividir la producción entre una literatura de masas y una literatura elitista de críticos y académicos estudiosos. Cualquier método de análisis que, olvidándose de su función, se entroniza como fin en sí mismo no sólo peca de reduccionista, sino de irresponsable. Nos lo dice alguien que en los ochenta había comenzado su desarraigo del corsé de los sistemas y las categorías. La Bulgaria comunista, confiesa que coartaba su libertad investigadora, por lo que se refugió en los estudios de la forma. Para evitar tanto una adhesión a la temática revolucionaria que no sentía, así como una desafección que tampoco practicaba. Llegado a París en 1963 profesionaliza su interés por los citados estudios: se afilia al círculo de Barthes, traduce al francés y compila a los formalistas rusos, ahonda en el estructuralismo, la filosofía del lenguaje y la semiótica . Sin embargo, a raíz de su creciente afinidad con los temas de la otredad, pronto pierde su afición por los aparatos analíticos establecidos. ( Personalmente, en los 90 mi conocimiento se corresponderá con este “segundo Todorov”).
Esta toma de distancia se traduce en Crítica de la crítica (1984), cuidado embate contra la concepción inmanente de la literatura defendida desde hace 200 años por los románticos y sus innumerables herederos. Parecen olvidar, alega Todorov, que “La literatura trata sobre la existencia humana”. Efectivamente, en 1750 -nos recuerda el ensayista- surge la Estética como disciplina (ciencia de la percepción) completando un giro, puesto que los cánones tradicionales se centraban en la Retórica (se aprendía cómo escribir). Como consecuencia muchas artes abandonan su servicio en iglesias o palacios instalándose en museos para ser contempladas por su solo valor estético. El famoso urinario de Duchamp se convertirá en obra de arte, por el mero hecho de trastocar su ubicación y destino. Lo cual no es de extrañar, dado que a principios del siglo XX el arte termina por romper su relación con el mundo. En parte, debido al impacto de las tesis de Nietzsche que niega la verdad o la validez de cualquier método para llegar a ella. No es casual su influencia posterior en filósofos como Heidegger, Gadamer y posmodernistas: Lyotard, Vattimo, Rorty...Se negará la mayor: no sólo la literatura no está legitimada como vía de conocimiento, sino que el discurso filosófico y científico se verán afectados por esa misma sospecha. Los “deconstruccionistas” los describirán como si fueran géneros literarios. Ahora bien, a Rorty Todorov le tiene bastante en cuenta cuando aquel propone en un estudio ( Redemption from Egotism. James and Proust as spiritual exercices, 2001) la aportación de la literatura a nuestra comprensión del mundo. No como verdad o conocimiento, sino como cura para nuestro “egotismo” . “Lo que las novelas nos ofrecen no es un nuevo saber, sino una nueva capacidad de comunicación con seres diferentes de nosotros, y en este sentido participan más de la moral que de la ciencia” (p.88, La literatura en peligro ).
Todo esto por contradictorio que nos parezca no deja de tener su coherencia. Equiparados todos los “relatos”, ante la esterilidad de cualquier propuesta filosófica, cabe, en cambio, otorgar al arte, además de su plus estético, una especie de iluminación “comunicativa”en un plano de “interacción subjetiva”. El siguiente paso sería recomendar las enseñanzas de Eurípides, Dante, Shakespeare o Cervantes sobre la condición humana antes que las de los más eminentes sociólogos o psicólogos.En mi opinión, los excesos del formalismo académico, íntimamente ligados al nihilismo y solipsismo que también cita Todorov, han pervertido algunas claves bien armonizadas desde el Renacimiento, perfectamente retomadas en la Crítica del juicio (1790) de Kant. Lo bello no puede objetivarse, pero puede reconocerse y valorarse moralmente de forma consensuada por la comunidad.
Por lo demás, los peligros de la literatura no sólo tienen que ver con sus mercenarios exégetas. Evidentemente, la cultura audiovisual del pasado siglo, unido a las nuevas tecnologías del presente, incluso los nuevos soportes, condicionan su futuro tanto o más. Y conforma su propuesta de “fomento” de la lectura, incluso de aquella literatura que personalmente aborrece, un espíritu afín a las utopías rousseaunianas de la Ilustración basadas en la educación y progreso, actualmente, al menos en parte, cuestionadas.En definitiva, conviene relativizar los peligros de la literatura y el arte. Ya en su tiempo Hegel pronosticó la muerte del arte, justo por lo contrario, "la apoteosis de la razón". Manejaba un concepto, Aufheben, con un doble sentido contradictorio en alemán, que por lo dicho antes nos viene de perlas. Aufheben quiere decir por un lado “superar en tanto que abolir ” . El arte y la literatura abolidos como lenguajes, trivializados. En cambio, Aufheben, “ superar” es también elevar a un estado superior su sentido, trascenderlo, conservarlo (¡en una 3ª acepción complementaria!) en otro nivel, no suprimirlo. Por eso mismo, Schlegel con ironía relativizaba los virtuosismos de las formas. Lo cual como compartía el otro día, a propósito del ensayo de Chirbes, no quiere decir que el autor deba despreciar la sabiduría literaria acumulada. Ni que su obra deba separarse del acervo universal de toda experiencia humana. De otra manera y durante la anomalía del franquismo lo dejó escrito en su pizarra el profesor de Estética, precisamente, José Mª Valverde, antes de renunciar a su cátedra: “ Nulla aesthetica sine ethica. Ergo apaga y vámonos”.
Esta toma de distancia se traduce en Crítica de la crítica (1984), cuidado embate contra la concepción inmanente de la literatura defendida desde hace 200 años por los románticos y sus innumerables herederos. Parecen olvidar, alega Todorov, que “La literatura trata sobre la existencia humana”. Efectivamente, en 1750 -nos recuerda el ensayista- surge la Estética como disciplina (ciencia de la percepción) completando un giro, puesto que los cánones tradicionales se centraban en la Retórica (se aprendía cómo escribir). Como consecuencia muchas artes abandonan su servicio en iglesias o palacios instalándose en museos para ser contempladas por su solo valor estético. El famoso urinario de Duchamp se convertirá en obra de arte, por el mero hecho de trastocar su ubicación y destino. Lo cual no es de extrañar, dado que a principios del siglo XX el arte termina por romper su relación con el mundo. En parte, debido al impacto de las tesis de Nietzsche que niega la verdad o la validez de cualquier método para llegar a ella. No es casual su influencia posterior en filósofos como Heidegger, Gadamer y posmodernistas: Lyotard, Vattimo, Rorty...Se negará la mayor: no sólo la literatura no está legitimada como vía de conocimiento, sino que el discurso filosófico y científico se verán afectados por esa misma sospecha. Los “deconstruccionistas” los describirán como si fueran géneros literarios. Ahora bien, a Rorty Todorov le tiene bastante en cuenta cuando aquel propone en un estudio ( Redemption from Egotism. James and Proust as spiritual exercices, 2001) la aportación de la literatura a nuestra comprensión del mundo. No como verdad o conocimiento, sino como cura para nuestro “egotismo” . “Lo que las novelas nos ofrecen no es un nuevo saber, sino una nueva capacidad de comunicación con seres diferentes de nosotros, y en este sentido participan más de la moral que de la ciencia” (p.88, La literatura en peligro ).
Todo esto por contradictorio que nos parezca no deja de tener su coherencia. Equiparados todos los “relatos”, ante la esterilidad de cualquier propuesta filosófica, cabe, en cambio, otorgar al arte, además de su plus estético, una especie de iluminación “comunicativa”en un plano de “interacción subjetiva”. El siguiente paso sería recomendar las enseñanzas de Eurípides, Dante, Shakespeare o Cervantes sobre la condición humana antes que las de los más eminentes sociólogos o psicólogos.En mi opinión, los excesos del formalismo académico, íntimamente ligados al nihilismo y solipsismo que también cita Todorov, han pervertido algunas claves bien armonizadas desde el Renacimiento, perfectamente retomadas en la Crítica del juicio (1790) de Kant. Lo bello no puede objetivarse, pero puede reconocerse y valorarse moralmente de forma consensuada por la comunidad.
Por lo demás, los peligros de la literatura no sólo tienen que ver con sus mercenarios exégetas. Evidentemente, la cultura audiovisual del pasado siglo, unido a las nuevas tecnologías del presente, incluso los nuevos soportes, condicionan su futuro tanto o más. Y conforma su propuesta de “fomento” de la lectura, incluso de aquella literatura que personalmente aborrece, un espíritu afín a las utopías rousseaunianas de la Ilustración basadas en la educación y progreso, actualmente, al menos en parte, cuestionadas.En definitiva, conviene relativizar los peligros de la literatura y el arte. Ya en su tiempo Hegel pronosticó la muerte del arte, justo por lo contrario, "la apoteosis de la razón". Manejaba un concepto, Aufheben, con un doble sentido contradictorio en alemán, que por lo dicho antes nos viene de perlas. Aufheben quiere decir por un lado “superar en tanto que abolir ” . El arte y la literatura abolidos como lenguajes, trivializados. En cambio, Aufheben, “ superar” es también elevar a un estado superior su sentido, trascenderlo, conservarlo (¡en una 3ª acepción complementaria!) en otro nivel, no suprimirlo. Por eso mismo, Schlegel con ironía relativizaba los virtuosismos de las formas. Lo cual como compartía el otro día, a propósito del ensayo de Chirbes, no quiere decir que el autor deba despreciar la sabiduría literaria acumulada. Ni que su obra deba separarse del acervo universal de toda experiencia humana. De otra manera y durante la anomalía del franquismo lo dejó escrito en su pizarra el profesor de Estética, precisamente, José Mª Valverde, antes de renunciar a su cátedra: “ Nulla aesthetica sine ethica. Ergo apaga y vámonos”.
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