domingo, 15 de agosto de 2010

El pensamiento político de Ernesto Che Guevara de María del Carmen Ariet García

15-08-2010

Novedad de la editorial Ocean Sur

Rebelión

A la información de la editorial sigue el prólogo al libro del Doctor Salvador Vilaseca.


La validez del proyecto de cambio político legado por el Che como alternativa en las luchas de liberación nacional y anticapitalistas, encuentra un espacio ineludible en el debate actual sobre la construcción de una estrategia revolucionaria de poder basada en la solidaridad y la justicia social. El pensamiento político de Ernesto Che Guevara y las fuentes primarias de la estructura teórica de sus tesis políticas, sustentadas por el marxismo y sus cualidades esenciales —el antidogmatismo y su permanente creación—, se revelan al lector estructuradas y expuestas con una visión original por quien es una de las principales estudiosas de su vida y su obra.

SOBRE LA AUTORA María del Carmen Ariet García. Licenciada en Sociología, Doctora en Ciencias Históricas, investigadora y profesora titular, es la coordinadora científica del Centro de Estudios Che Guevara y del proyecto editorial dedicado a la vida y obra de Che, en colaboración con la editorial Ocean Sur. También asesora la cátedra Che Guevara de la Universidad de La Habana e integra la comisión de categorías científicas de la especialidad de Sociología del Ministerio de la Enseñanza Superior de Cuba. Ha publicado diversos artículos especializados sobre el Che, y varios libros entre los que figura El pensamiento político de Ernesto Che Guevara y el folleto Che Guevara: fases integradoras de su proyecto social (Ocean Sur, 2008). Ha compilado otros títulos de Ocean Sur como Ernesto Che Guevara (colección Vidas Rebeldes, 2009) y Retos de la transición socialista en Cuba (1961-1965), publicado en el año 2008 en asociación con el Centro de Estudios Che Guevara.


Un aporte al monumento intelectual que debemos al Che Prólogo de Salvador Vilaseca a la primera edición de El pensamiento político de Ernesto Che Guevara, libro de María del Carmen Ariet publicado por Ocean Sur en el 2010

Y por eso, en este XX Aniversario, es que hago una apelación a nuestros militantes, a nuestros jóvenes, a nuestros estudiantes, a nuestros economistas, para que estudien y conozcan el pensamiento político y el pensamiento económico del Che. Fidel Castro

Todo revolucionario se plantea problemas e inquietudes acerca del presente y del futuro de la causa a la que dedica su vida. Con respecto al presente surgen a menudo las preguntas siguientes: ¿por qué luchó?, ¿para qué luchó? Las inquietudes pueden ser filosóficas, políticas y económicas. Las preocupaciones de carácter filosófico pueden quedar resueltas, si por el razonamiento correcto se llega a la conclusión de que no hay otra vía que la aplicación de los principios de la filosofía marxista-leninista, es decir, la lucha por el socialismo. Esto da respuesta al para qué y al por qué.

Las inquietudes políticas y económicas generalmente se refieren al futuro, es decir, al quehacer político y económico después del triunfo de esa causa. Con respecto a las preocupaciones económicas, se podría predecir el futuro económico de un país después de cumplir con los «requisitos políticos» de independencia total, de que el pueblo tenga en sus manos los medios de producción, y del rescate de las riquezas naturales. El desenvolvimiento económico dependerá de muchos factores tales como: el nivel de desarrollo industrial, el de mecanización agrícola, el de los recursos naturales del país y el de la diversificación productiva que permite un amplio comercio, de la preparación tecnológica de los trabajadores y de la preparación política e ideológica que hayan alcanzado las masas. Como se ve, aun en el caso de analizar aspectos de carácter económico, priman en ellos los de carácter político. Por eso consideramos que la política y su pensamiento ocupan un lugar cimero en todo proceso de renovación y de desarrollo de un país.

Cuando evocamos la figura del comandante Ernesto Che Guevara, o pronunciamos su nombre, inmediatamente nos viene a la mente esa figura tan conocida con su boina y en ella la estrella, su uniforme de guerrillero y sus hazañas combativas en la Sierra Maestra y selvas bolivianas. Pero el Che es algo más que eso. El Che es un profundo pensador político de amplia formación marxista-leninista y lo demuestra el libro que tenemos el honor de presentar y que el lector tiene en sus manos. Este libro es un estudio sobre «el pensamiento político de Ernesto Che Guevara», propuesto por la Licenciada María del Carmen Ariet García como tesis para obtener el grado de Candidato a Doctor en Ciencias Históricas.

El trabajo de la autora se divide en tres capítulos: el primero que tituló «Etapa de formación del pensamiento político», cubre los años de 1945 a 1955, es decir, va de los 17 a los 27 años de edad del Che. El segundo capítulo titulado «El desarrollo y la multiplicidad del pensamiento político», cubre básicamente los años de 1956 a 1961, es decir, de los 28 a los 32 años de edad, y el tercero que titula «La construcción del socialismo en Cuba», cubre los años 1961 a 1965 que comprende de los 32 a los 36 años de edad.

Pensamos que este estudio va dirigido en primer lugar a los jóvenes revolucionarios de nuestro país y por eso hemos querido corresponder el desarrollo de este trabajo y su cronología con la edad biológica del personaje que se analiza, para que tengan un ejemplo comparativo de su edad con la del Che, y para todos los que en su niñez dijeron «¡Seremos como el Che!», sepan en cada momento de su vida lo que hay que hacer para acercarse a su figura.

La autora contó con preciosos materiales inéditos en la redacción del primer capítulo tales como cartas familiares, diarios de viajes y un sorprendente «diccionario filosófico» que el Che comenzó a redactar cuando tenía 17 años de edad; extraordinario comienzo en los inicios de su formación cultural y teórica, de quien sería un «espíritu creador, anti-dogmático pero militante». Seis cuadernos contiene ese material que estuvo sometido a constante revisión a medida que las lecturas y bibliografía le descubrían y ampliaban los horizontes del conocimiento «que lo acercaban a una toma de posición cada vez más nítida respecto al valor científico y práctico del marxismo-leninismo», y «donde se observan valoraciones muy cercanas al humanismo revolucionario que caracterizarían con posterioridad su pensamiento político».

La autora analiza los diarios de los tres viajes que hizo, el primero por su propio país, en 1950, y los otros dos, en 1951 y 1953 por países de América Latina que lo llevarían, el último de ellos, a un país centroamericano. En ellos el Che se enfrentó a la cruda realidad de nuestra América y esa visión palpable de hambre y miseria selló su destino y fue la que lo convirtió, de médico dedicado a curar las enfermedades del ser humano, en militante revolucionario para curar las enfermedades crónicas de la sociedad: la explotación del hombre por el hombre; además lo transformó en un cruzado contra el imperialismo, causante de esa enfermedad crónica de la sociedad; y plasmó y concretó la idea que sería la meta de su vida: la lucha revolucionaria y la causa del socialismo.

En ese primer capítulo, la autora pone de relieve cómo aquel joven procede de una manera consecuente a su formación que va del estudio de la historia de la filosofía al marxismo-leninismo, y la observación de las masas de los pueblos latinoamericanos, víctimas de la explotación y de la injusticia. Estudio y observación sorprendentes en un joven de su edad, que lo llevan a la conclusión de la necesidad de una lucha sin cuartel al causante de esos males: el imperialismo, y de que la única vía para llevar a cabo esa lucha es la revolución como meta: el socialismo. La materialización de esos ideales se concretaron con su incorporación al grupo del 26 de Julio encabezado por Fidel Castro, que preparaba la invasión a Cuba para luchar contra la dictadura batistiana bajo el lema de «vencer y ser libre o morir».

El segundo capítulo comprende la presencia del Che en la lucha guerrillera de la Sierra Maestra que convierte al médico en soldado, y por último los primeros años de la toma del poder político por la revolución.

La autora basa su análisis en artículos publicados sobre la lucha guerrillera por el Che especialmente en los titulados «Notas para el estudio de la ideología de la Revolución cubana», «Guerra de guerrillas», «Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental» y en otros materiales, algunos inéditos, entre ellos los «Apuntes sobre la guerra revolucionaria en el Congo», que aunque corresponden a un período posterior, contribuyen a enriquecer la concepción del Che sobre la lucha armada.

Este análisis del segundo capítulo coloca al Che de lleno ante planteamientos que se examinaron en el capítulo anterior, es decir, la lucha revolucionaria, y una vez vencida esta, la construcción del socialismo en nuestro país, o sea la dictadura del proletariado. Como expresa la autora, ambos elementos, la guerra y la política «están unidos bajo el denominador común de lograr un objetivo definitivo: el aniquilamiento del adversario en la lucha armada y la toma del poder político como objetivo final». Como expresa el Che, la guerrilla «no es el único camino o método para conquistar el poder, pero es el único que ha demostrado hasta el presente mayor efectividad», cuando se crean todas las condiciones necesarias para ello y estén dadas ciertas condiciones económicas, sociales, políticas e ideológicas.

Cuando el Che estudia y analiza el caso de Cuba, tiene siempre en mente el caso latinoamericano, llegando a expresar que la «II Declaración de La Habana tendrá una importancia grande en el desarrollo de los movimientos revolucionarios en América» [1]. El análisis del Che sobre este problema lo lleva también a considerar el caso africano tomando como experiencia la lucha en el Congo.

En la segunda parte de este capítulo, la autora se enfrenta a una caracterización del poder político en la Revolución cubana de 1959 a 1961, y basa su análisis en una conferencia del Che del año 1960 titulada «Soberanía política e independencia económica». En este trabajo se hace un análisis sobre la soberanía nacional y el Estado soberano, sobre la necesidad de participación de las masas en los cambios que se han llevado a cabo y sobre el papel de la conciencia como factor esencial del proceso. El período señalado, denominado «fase democrática y antiimperialista» procura dar cumplimiento al programa revolucionario ofrecido en la etapa de lucha, es decir, la reforma agraria, la recuperación de las riquezas del pueblo en manos extranjeras, la educación y la salud pública y sobre todo la necesaria unidad del pueblo con sus dirigentes: la política de masas.

Termina este segundo capítulo examinando el socialismo en Cuba y la correspondencia con la dictadura del proletariado, trabajo al que se entrega plenamente, buscando solución a los problemas, de acuerdo con nuestras realidades y aportando al período de tránsito ideas que sirven de experiencia teórica y práctica a los movimientos de liberación y a los procesos de construcción del socialismo. El periodo de transición es analizado por el Che en base a los postulados propuestos por Marx y Lenin, los que le llevan a la conclusión de que el socialismo es el resultado de hechos de conciencia y que el estímulo moral es el sistema capaz de acelerar ese periodo de tránsito. No desestima los estímulos materiales que deberán adecuarse al momento en que se vive, pero considera que el estímulo moral debe suplir al material, el mayor tiempo posible. Con estos antecedentes, Che examina la relación existente entre moral socialista y política y cómo esa relación fortalece la unidad sociopolítica de la sociedad como fuerza motriz en la edificación del socialismo y del comunismo. Ante este análisis del problema, el Che llegó a expresar lo siguiente: «…El socialismo económico sin la moral comunista no me interesa. Luchamos contra la miseria, pero al mismo tiempo luchamos contra la alienación. Uno de los objetivos fundamentales del marxismo es hacer desaparecer el interés, el factor interés individual» [2]. En cierta ocasión expresó: «Marx se preocupaba tanto de las luchas económicas como de su traducción en la mente. Él llama a eso un “hecho de conciencia”, puede ser un método de repartición, pero deja de ser una moral “revolucionaria”».

Al analizar estos aspectos, la autora expresa con razón que esos principios son para el Che los «signos rectores en la construcción del socialismo, que marchan paralelos a la dictadura del proletariado».

El tercer y último capítulo de este trabajo se refiere a las especificidades políticas en la construcción del socialismo en Cuba, y comprende el período de 1961 a 1965, cuando el Che figura como el dirigente máximo de la industrialización de nuestro país. En este período el Che desarrolla una enorme actividad, no solo como ministro de Industrias que afronta los problemas de la industrialización, sino en la prédica constante acerca de todos los otros problemas que la revolución tenía ante sí. En sus obras completas aparece más de un centenar de discursos, conferencias y entrevistas en los que aborda los más disímiles problemas de la revolución.

La autora basa su análisis en esos discursos y principalmente en el trabajo del Che titulado El socialismo y el hombre en Cuba que es a nuestro juicio uno de sus trabajos políticos más acabados y más completos. Esta obra debería ser un texto a estudiar y a analizar por nuestros jóvenes y estudiantes del preuniversitario y de las universidades.

En él, resume el Che sus teorías de lo que deberá ser un revolucionario en el futuro, en el siglo XXI, después que hayan desaparecido las generaciones que aun conservan o han heredado rezagos burgueses de su formación pasada.

En la primera parte de este tercer capítulo, la autora analiza sus concepciones acerca «del papel dirigente del Partido, las cuestiones de la democracia socialista, las formas primarias de organización estatal, el perfeccionamiento del aparato socialista y todos los aportes que consideró valiosos para acelerar el proceso de construcción».

La autora considera las premisas que permiten dar solución a los problemas que frenaban el desarrollo y las características que deben tener los verdaderos revolucionarios para contribuir a este y llegar a la conclusión de la importancia de «crear una mayor conciencia para hacer realidad la creación del hombre del futuro». Se vuelve a insistir en los estímulos morales como «instrumento de movilización de las masas». Se da el significado del trabajo voluntario y de la emulación socialista, ambos preconizados por el Che, como motor creador de la conciencia, y la necesidad del estudio y la capacitación técnica hasta que se conviertan en un hábito.

A continuación se exponen las ideas del Che en relación con la juventud y su papel preponderante en la construcción del socialismo «por ser la arcilla maleable con que se puede construir el hombre nuevo sin ninguna de las taras anteriores» [3]. Luego se examina el proceso de institucionalización necesario en aquellos momentos; la planificación económica centralizada y la formación del dirigente con claridad política y capacidad de sacrificio y de ejemplo.

La segunda parte de este tercer capítulo lo dedica la autora a examinar el papel del Che en la política externa de la Revolución cubana. Para ello toma en cuenta las intervenciones del Che en las reuniones en distintos foros internacionales en los que participó en representación de nuestra revolución y en los que puso en alto la dignidad de nuestro pueblo y del proceso que se realizaba en nuestro país. Al salirle al paso a la llamada Alianza para el Progreso, en Punta del Este en 1961, puso al desnudo el papel del Fondo Monetario Internacional y del Banco Internacional, las desigualdades del comercio exterior, la política de precios de los productos básicos regida por el imperialismo y el significado de la deuda externa, haciendo predicciones que en años recientes se han cumplido. ¡Asombroso su poder de análisis que le permitieron hacer estas! En sus conclusiones la autora expresa: «Por eso el Che se convierte, día a día, en un símbolo que se agiganta porque su ejemplo y su obra representan el clímax de nuestras más altas aspiraciones, y sus enseñanzas de comunista el renuevo continuo, el acicate para eliminar deficiencias y errores, lo que se traduce simplemente en estímulo vital y en vigencia».

Por nuestra parte, al leer este trabajo concluimos que el Che fue un hombre excepcional y que sus ideas han dado un valioso aporte al socialismo, estas las deberán tener en cuenta los países del Tercer Mundo, especialmente los latinoamericanos, cuando se decidan a sacudirse del yugo del imperialismo.

Estamos muy lejos de pensar que este trabajo de la Candidata a Doctora en Ciencias Históricas agota las amplias posibilidades del tema; el pensamiento político del Che es tan vasto y tan profundo que requerirá de mucho estudio y análisis, pero creemos que es un comienzo que amerita tenerse en consideración. Tenemos la esperanza que otros jóvenes, como la autora de este trabajo, continúen desbrozando el camino de su pensamiento político y revolucionario, cuyo análisis y valoración hagan posible el avance político e ideológico de las masas revolucionarias de nuestro pueblo para llegar a la creación del «hombre nuevo» que él con tanto amor preconizó para el futuro de nuestra patria.

Estamos seguros que este libro de la compañera María del Carmen Ariet será un canto importante que formará parte del basamento en que descansará el monumento intelectual que debemos al Che.

DOCTOR SALVADOR VILASECA [4] La Habana, en vísperas del 60 aniversario del nacimiento del Che

Notas:

1. Ernesto Che Guevara: «La influencia de la Revolución cubana en América Latina», Ernesto Che Guevara. Obras (1957-1967), Casa de las Américas, La Habana, 1970, t. 2, p. 491.

2. El Che en la Revolución cubana, Edición del MINAZ, La Habana, 1967, t. 4, pp. 469-470.

3. "El socialismo y el hombre en Cuba», Ernesto Che Guevara. Obras (1957-1967), Ed. Cit., t. 2, p. 380.

4. Desempeñó funciones como Rector, Diplomático, Investigador y durante los años 60 fue profesor de Matemáticas de Ernesto Che Guevara. Falleció en La Habana en enero de 2003.

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