24-08-2010
Geógrafo Subjetivo
Rebelión
Este libro tiene la intención de contar una etapa concreta de la Filosofía española, el tránsito universitario y académico desde la Filosofía oficial del Franquismo a la Filosofía que actualmente se ejerce en las universidades españolas.
Lo primero y quizá lo más importante que cabe decir de este libro es que es un libro valiente. Valiente porque no resulta fácil escribir, con nombre y apellidos, de personas que todavía están ejerciendo profesionalmente y que acumulan una gran cantidad de poder académico y, además, tratar sobre hechos pasados pero que siguen teniendo consecuencias en el presente. Refuerza este aspecto sumamente apreciable de esta investigación el hecho de que el autor sea un ‘insider’ de la jerarquía académica, pues es catedrático de Filosofía en la Universidad de Cádiz.
El autor sigue la metodología de Bourdieu (Homo academicus y obras posteriores) y la de R. Collins (Sociología de las filosofías). El gran mérito es la exitosa renuncia de Francisco Vázquez a intentar reconstruir este periodo a través de la descripción de las diferentes “escuelas”, que es un concepto muy rígido y poco adecuado para describir un fenómeno tan dinámico y permeable como los grados de pertenencia a grupos académicos y filosóficos, así como la propia entidad y existencia de estos grupos. Vázquez toma los conceptos de ‘redes’, ‘nódulos’ y ‘polos’, por orden de su amplitud.
Para cualquier persona que sea medianamente conocedora de la Filosofía española y sus ‘modus’ sabe que el principal problema que tiene un trabajo como el que Francisco Vázquez se planteó es la detección de las fuentes. Hay datos imprescindibles, como los relativos al origen social de los miembros de la muestra, que no son accesibles si no es mediante el testimonio verbal o alguna referencia indirecta, ya que solamente de Ortega y de Zubiri hay biografías de calidad y ellos no entraban en la muestra.
Hay testimonios orales y también una encomiable labor de rastreo en prólogos, artículos de periódicos o referencias puntuales en obras de otra temática en la que cuestiones biográficas, sociales, de medio universitario o de afiliaciones a entidades religiosas y/o políticas aparecen.
El trabajo aquí publicado se basa en una muestra de cincuenta catedráticos universitarios de Filosofía, una muestra que bien podría haber sido otra, más amplia al menos, pero que el autor justifica. La objeción que yo le pondría a esta muestra es que rezuma una fuerte obsesión por la condición de catedrático, sin justificarla, considerando que la adquisición de esta condición es la ‘consagración’, calificación que se repite una y otra vez en el libro.
Es una obra de Sociología de la Filosofía, pero no abarca toda la Filosofía susceptible de ser enfocada sociológicamente. Se restringe, por metodología y por simple sentido común, a una muestra representativa del máximo escalafón funcionarial universitario, quedando por hacer estudios más amplios dentro del profesorado universitario, más cercanos en el tiempo (el lapsus temporal se cierra hace veinte años) y sobre todo el principal punto de incidencia social de la Filosofía que no es otro que la Enseñanza Secundaria.
El centro del libro es la descripción de cómo se produjo la Transición Filosófica, contemporánea de la Transición Política y, con todo ello con peculiaridades propias. Vázquez habla de una red oficial que representaría a la Filosofía Escolástica cuasiobligatoria durante el periodo franquista y cómo ésta es sustituida en el ‘status’ de la oficialidad por lo que en los años sesenta y setenta era una red alternativa que tenía a López-Aranguren y a Manuel Sacristán como nódulos de todos los pensadores insertos en la red alternativa. Aparte se encuentra el nódulo de Gustavo Bueno al que, algo raro, se le dedica bastantes páginas pero que, pasadas éstas, no es nuevamente ‘puesto en juego’.
Es muy interesante la descripción de cómo la red oficial es renovada, contra su voluntad, por Sergio Rábade hasta convertirse en una red absolutamente integrada en los ‘haceres’ de la Filosofía germánica, un método filológico y una selección de autores centrales en su trabajo, que el autor llama la ‘vía regia’ que va desde Kant hasta Heidegger.
Aún más interesante es el intento, en el cual Vázquez sigue a Muguerza, de sustituir al moribundo escolasticismo por la Filosofía Analítica como Filosofía oficial del Franquismo tamizado a través de la tecnocracia del Opus Dei. En el fondo la búsqueda de una Filosofía sin posibilidades de trasposición ni social ni política en una época en la que la Filosofía era más práctica que nunca lo ha sido en España.
Los capítulos centrales del libro se dedican a la descripción, dentro de la red alternativa, del nódulo liderado por López-Aranguren (que tiene como referentes anteriores tanto a Xavier Zubiri como a Ortega y Gasset). Vázquez huye de la concepción tradicional de un maestro que crea una escuela y ve más una serie de relaciones intelectuales y personales, así como un conjunto de inquietudes similares, que crean vínculos sin determinar ni una temática ni una metodología uniforme. Dentro de este nódulo diferencia un polo escatológico (representativo del Cristianismo renovador), un polo científico y un polo artístico. La atribución a Javier Muguerza del papel de organizador del nódulo de Aranguren es muy sugerente.
En este último polo es magistral la descripción que Vázquez hace de la conversión del capital social de los principales autores (entre ellos Trías y Savater) en el capital académico que en principio tanto habían despreciado. Son quienes, despreciando la universidad y el funcionariado, acceden con menos edad a la condición de catedráticos. El autor lo explica diciendo, empleando yo ahora otra terminología, que quienes pertenecían a familias socialmente muy bien posicionadas tuvieron los contactos suficientes para situarse rápidamente en la universidad a pesar de su desprecio y su no connivencia con las actuaciones y rituales académicos.
El libro está escrito naturalmente para persona conocedores, iniciadas e interesadas para las que los nombres, obras, tendencias y circunstancias no son del todo ajenos. Se menciona el ‘Caso Lledó’ pero no se explica desde un inicio, aunque cualquiera con un mínimo interés puede encontrar documentación en Internet. Otra cosa diferente es el caso de la supresión del Instituto “Luis Vives” del CSIC y su casi inmediata sustitución por el nuevo Instituto de Filosofía del CSIC (con la amortización de plazas que ello implicaba), que es menos conocida y quizá más trascendente. A veces he percibido cierto centralismo matritense, que me parece extraño para alguien que no se ha movido en ese ámbito.
Me gustaría hacer algunas precisiones para terminar. La primera es un error que comete el autor al decir que Karl Barth era un teólogo de tendencia existencialista, al estilo de R. Bultmann, y seguidor de Heidegger. Barth era un maestro de la teología protestante alemana mucho antes de que Heidegger comenzase su andadura profesional y los principios de su Teología fundamental son absolutamente divergentes a los que se podrían extraer de la Ontología heideggeriana.
La segunda, en nos introducimos en el terrenos de los editores del libro, es que el autor realiza una serie de diagramas (muy convenientes para representar las redes, los nódulos y los polos), pero los editores se han conformado con imprimir lo hecho por el autor en su procesador de textos, sin invertir nada en una infografía propio de una editorial serie y de calidad (a juzgar por el precio del libro: 30€). La tercera y más grave es que, al menos en mi ejemplar, los dos últimos fascículos están alterados, pasándose de la página 384 directamente a la 401, para volver desde la 408 a la 385.
Al finalizar pienso que es posible que haya sido un poco más crítico en este escrito de lo que realmente soy por esta obra que considero imprescindible, muy bien trabajada y valiente dentro del panorama intelectual español. Sin lugar a dudas será una obra que requiera mejora, una mejora que deberían emprender los muchos críticos que ha tenido en los pasillos de nuestras facultades. Todavía estar por ver que en otras disciplinas se haga algo parecido: me cuesta imaginar una Sociología del Derecho Administrativo de este mismo estilo, por poner un ejemplo.
VÁZQUEZ GARCÍA, Francisco: La Filosofía española: herederos y pretendientes. Una lectura sociológica (1963-1990). Abada editores. Madrid 2009. 440 páginas.
Blog del autor: http://geografiasubjetiva.com/2010/08/21/herederos-y-pretendientes/
Geógrafo Subjetivo
Rebelión
Este libro tiene la intención de contar una etapa concreta de la Filosofía española, el tránsito universitario y académico desde la Filosofía oficial del Franquismo a la Filosofía que actualmente se ejerce en las universidades españolas.
Lo primero y quizá lo más importante que cabe decir de este libro es que es un libro valiente. Valiente porque no resulta fácil escribir, con nombre y apellidos, de personas que todavía están ejerciendo profesionalmente y que acumulan una gran cantidad de poder académico y, además, tratar sobre hechos pasados pero que siguen teniendo consecuencias en el presente. Refuerza este aspecto sumamente apreciable de esta investigación el hecho de que el autor sea un ‘insider’ de la jerarquía académica, pues es catedrático de Filosofía en la Universidad de Cádiz.
El autor sigue la metodología de Bourdieu (Homo academicus y obras posteriores) y la de R. Collins (Sociología de las filosofías). El gran mérito es la exitosa renuncia de Francisco Vázquez a intentar reconstruir este periodo a través de la descripción de las diferentes “escuelas”, que es un concepto muy rígido y poco adecuado para describir un fenómeno tan dinámico y permeable como los grados de pertenencia a grupos académicos y filosóficos, así como la propia entidad y existencia de estos grupos. Vázquez toma los conceptos de ‘redes’, ‘nódulos’ y ‘polos’, por orden de su amplitud.
Para cualquier persona que sea medianamente conocedora de la Filosofía española y sus ‘modus’ sabe que el principal problema que tiene un trabajo como el que Francisco Vázquez se planteó es la detección de las fuentes. Hay datos imprescindibles, como los relativos al origen social de los miembros de la muestra, que no son accesibles si no es mediante el testimonio verbal o alguna referencia indirecta, ya que solamente de Ortega y de Zubiri hay biografías de calidad y ellos no entraban en la muestra.
Hay testimonios orales y también una encomiable labor de rastreo en prólogos, artículos de periódicos o referencias puntuales en obras de otra temática en la que cuestiones biográficas, sociales, de medio universitario o de afiliaciones a entidades religiosas y/o políticas aparecen.
El trabajo aquí publicado se basa en una muestra de cincuenta catedráticos universitarios de Filosofía, una muestra que bien podría haber sido otra, más amplia al menos, pero que el autor justifica. La objeción que yo le pondría a esta muestra es que rezuma una fuerte obsesión por la condición de catedrático, sin justificarla, considerando que la adquisición de esta condición es la ‘consagración’, calificación que se repite una y otra vez en el libro.
Es una obra de Sociología de la Filosofía, pero no abarca toda la Filosofía susceptible de ser enfocada sociológicamente. Se restringe, por metodología y por simple sentido común, a una muestra representativa del máximo escalafón funcionarial universitario, quedando por hacer estudios más amplios dentro del profesorado universitario, más cercanos en el tiempo (el lapsus temporal se cierra hace veinte años) y sobre todo el principal punto de incidencia social de la Filosofía que no es otro que la Enseñanza Secundaria.
El centro del libro es la descripción de cómo se produjo la Transición Filosófica, contemporánea de la Transición Política y, con todo ello con peculiaridades propias. Vázquez habla de una red oficial que representaría a la Filosofía Escolástica cuasiobligatoria durante el periodo franquista y cómo ésta es sustituida en el ‘status’ de la oficialidad por lo que en los años sesenta y setenta era una red alternativa que tenía a López-Aranguren y a Manuel Sacristán como nódulos de todos los pensadores insertos en la red alternativa. Aparte se encuentra el nódulo de Gustavo Bueno al que, algo raro, se le dedica bastantes páginas pero que, pasadas éstas, no es nuevamente ‘puesto en juego’.
Es muy interesante la descripción de cómo la red oficial es renovada, contra su voluntad, por Sergio Rábade hasta convertirse en una red absolutamente integrada en los ‘haceres’ de la Filosofía germánica, un método filológico y una selección de autores centrales en su trabajo, que el autor llama la ‘vía regia’ que va desde Kant hasta Heidegger.
Aún más interesante es el intento, en el cual Vázquez sigue a Muguerza, de sustituir al moribundo escolasticismo por la Filosofía Analítica como Filosofía oficial del Franquismo tamizado a través de la tecnocracia del Opus Dei. En el fondo la búsqueda de una Filosofía sin posibilidades de trasposición ni social ni política en una época en la que la Filosofía era más práctica que nunca lo ha sido en España.
Los capítulos centrales del libro se dedican a la descripción, dentro de la red alternativa, del nódulo liderado por López-Aranguren (que tiene como referentes anteriores tanto a Xavier Zubiri como a Ortega y Gasset). Vázquez huye de la concepción tradicional de un maestro que crea una escuela y ve más una serie de relaciones intelectuales y personales, así como un conjunto de inquietudes similares, que crean vínculos sin determinar ni una temática ni una metodología uniforme. Dentro de este nódulo diferencia un polo escatológico (representativo del Cristianismo renovador), un polo científico y un polo artístico. La atribución a Javier Muguerza del papel de organizador del nódulo de Aranguren es muy sugerente.
En este último polo es magistral la descripción que Vázquez hace de la conversión del capital social de los principales autores (entre ellos Trías y Savater) en el capital académico que en principio tanto habían despreciado. Son quienes, despreciando la universidad y el funcionariado, acceden con menos edad a la condición de catedráticos. El autor lo explica diciendo, empleando yo ahora otra terminología, que quienes pertenecían a familias socialmente muy bien posicionadas tuvieron los contactos suficientes para situarse rápidamente en la universidad a pesar de su desprecio y su no connivencia con las actuaciones y rituales académicos.
El libro está escrito naturalmente para persona conocedores, iniciadas e interesadas para las que los nombres, obras, tendencias y circunstancias no son del todo ajenos. Se menciona el ‘Caso Lledó’ pero no se explica desde un inicio, aunque cualquiera con un mínimo interés puede encontrar documentación en Internet. Otra cosa diferente es el caso de la supresión del Instituto “Luis Vives” del CSIC y su casi inmediata sustitución por el nuevo Instituto de Filosofía del CSIC (con la amortización de plazas que ello implicaba), que es menos conocida y quizá más trascendente. A veces he percibido cierto centralismo matritense, que me parece extraño para alguien que no se ha movido en ese ámbito.
Me gustaría hacer algunas precisiones para terminar. La primera es un error que comete el autor al decir que Karl Barth era un teólogo de tendencia existencialista, al estilo de R. Bultmann, y seguidor de Heidegger. Barth era un maestro de la teología protestante alemana mucho antes de que Heidegger comenzase su andadura profesional y los principios de su Teología fundamental son absolutamente divergentes a los que se podrían extraer de la Ontología heideggeriana.
La segunda, en nos introducimos en el terrenos de los editores del libro, es que el autor realiza una serie de diagramas (muy convenientes para representar las redes, los nódulos y los polos), pero los editores se han conformado con imprimir lo hecho por el autor en su procesador de textos, sin invertir nada en una infografía propio de una editorial serie y de calidad (a juzgar por el precio del libro: 30€). La tercera y más grave es que, al menos en mi ejemplar, los dos últimos fascículos están alterados, pasándose de la página 384 directamente a la 401, para volver desde la 408 a la 385.
Al finalizar pienso que es posible que haya sido un poco más crítico en este escrito de lo que realmente soy por esta obra que considero imprescindible, muy bien trabajada y valiente dentro del panorama intelectual español. Sin lugar a dudas será una obra que requiera mejora, una mejora que deberían emprender los muchos críticos que ha tenido en los pasillos de nuestras facultades. Todavía estar por ver que en otras disciplinas se haga algo parecido: me cuesta imaginar una Sociología del Derecho Administrativo de este mismo estilo, por poner un ejemplo.
VÁZQUEZ GARCÍA, Francisco: La Filosofía española: herederos y pretendientes. Una lectura sociológica (1963-1990). Abada editores. Madrid 2009. 440 páginas.
Blog del autor: http://geografiasubjetiva.com/2010/08/21/herederos-y-pretendientes/