Este libro refleja la epopeya de un pueblo violentado y amordazado que lideró la más dura batalla por la dignidad del ser humano... contra el fascismo y contra el autoritarismo Reseña de la novela "Vida y destino" (Galaxia Gutenberg) Todo el sufrimiento del pueblo ruso que derrotó al fascismo
Por: Jesús Aller Fecha de publicación: 05/01/10
Ya existía una edición de Vida y destino en castellano, preparada a partir de una versión francesa (Seix-Barral, 1985; traducción de Rosa M. Bassols), pero ha sido en 2007 con la publicación de una soberbia traducción directa del ruso debida a Marta Rebón (Galaxia Gutenberg) cuando la obra parece haber despertado al fin en el mundo de habla hispana el interés que merece. Esta novela, la mayor y más importante de Vasili Grossman, fue concluida en 1960 y no pudo ser publicada en la Unión Soviética. De hecho, hay que decir que los intentos de conseguirlo por parte de su autor dieron lugar al final a una visita de agentes del KGB que requisaron el manuscrito e incluso las cintas de la máquina de escribir utilizadas para producirlo. Ocurría esto en 1961, en pleno deshielo jruschoviano, y Mijaíl Suslov, ideólogo del régimen, comunicó a Grossman más tarde que la novela no podría ver la luz hasta pasados doscientos o trescientos años, lo que, aparte de un intolerable atentado a la libertad, suponía también sin duda un juicio favorable sobre la calidad y perdurabilidad de la obra. Afortunadamente, Grossman había preparado otros originales, uno de los cuales fue guardado por su amigo Semión Lipkin. Posteriormente, este texto fue microfilmado por Andréi Sajárov, y pudo ser enviado a Suiza, donde vio la luz la primera edición rusa del libro en 1980, dieciséis años después de la muerte de su autor. La monumental obra (más de mil cien páginas en la versión que ahora se publica) describe extensamente las condiciones de la sociedad rusa en la época de la batalla de Stalingrado y retrata de modo fiel la brutal agresión fascista y al pueblo que heroicamente le hizo frente.
Vasili Semiónovich Grossman (nacido Iósif Solomónovich) vino al mundo en 1905 en Berdíchev (Ucrania) en una familia judía acomodada. Tras realizar estudios de ciencias en Moscú, simultaneó sus inquietudes de escritor con diversos trabajos como técnico y profesor hasta que en los años treinta decidió dedicarse por entero a la literatura. Corresponsal durante la Gran Guerra Patria, vivió las batallas más importantes de ésta, desde el asedio de Moscú hasta Stalingrado, la liberación de Ucrania y Berlín, y fue de los primeros en dar a conocer los horrores de los campos de exterminio (El infierno de Treblinka, 1944). Su producción hasta la muerte de Stalin comprende novelas y colecciones de relatos, algunas de ellas dedicadas a la guerra, como Stalingrado (1943) y Por una causa justa (1953), que tuvo problemas con la censura. El conjunto de estas obras le valió una sólida reputación literaria en la Unión Soviética.
Tras la desaparición de Stalin, Grossman emprende una nueva etapa en su trabajo, truncada por su fallecimiento en 1964, en la que con Vida y destino y la novela inconclusa Todo fluye desarrolla un intento de mostrar en toda su complejidad la sociedad rusa de su tiempo y proveer argumentos para la rectificación del estalinismo que tantas esperanzas despertaba en la URSS en aquellos momentos. No obstante, más allá de esto, estas obras estaban destinadas a permanecer como una reivindicación de la dignidad del ser humano enfrentado a las condiciones más duras. Hay que decir también que la acerada crítica que presentan de los aspectos más brutales del estalinismo, unida a la rocambolesca historia de su publicación, no podían dejar de propiciar una utilización propagandística por parte de los sectores especializados en el estudio de las "atrocidades del comunismo". Puede señalarse en este sentido el congreso celebrado en 2005 en un centro católico de Turín para conmemorar el centenario de nuestro autor.
Vida y destino toma como modelo Guerra y paz de Tolstói, y esto ya desde el guiño en el propio título. No en vano reconocía Grossman que durante los días de Stalingrado éste era el único libro cuya lectura le resultaba soportable. Una competencia tan directa con tamaño rival no puede dejar de arrojar al final matices desfavorables, pero el minucioso y vasto fresco de la sociedad rusa que aporta Vida y destino admite la comparación sin duda, en amplitud e intensidad, con la gran epopeya de la invasión napoleónica. Para conseguir esto la novela multiplica sus escenarios y recurre a una galería de personajes que superan con creces el centenar (en esta edición aparecen censados en un apéndice que facilita enormemente la lectura de la obra). En este caos, la familia Sháposnikov, dispersa a consecuencia de la guerra, proporciona de alguna manera un hilo conductor a toda la narración.
Un primer escenario nos muestra, entre Moscú y Kazán, a un grupo de físicos de la Academia de Ciencias y sus familias. Víktor Pávlovich Shtrum, que sin duda presenta rasgos autobiográficos y en el que se han querido ver también otros del gran físico Lev Landáu, es aquí el protagonista principal. Narrando la vida y el trabajo de estos hombres, Grossman logra una convincente recreación del ambiente intelectual de la URSS en aquel tiempo. Conocemos en estos episodios los privilegios que los científicos siempre tuvieron allí y asistimos a sus conversaciones, donde se mezclan comentarios sobre economía y sobre historia, sobre Chéjov y Dostoievski y también sobre la realidad de cada día. La vida es dura también para ellos, y cuando el autoritarismo hace estragos, vemos diferenciarse los grupos de los críticos y los sumisos frente al poder, con sus fronteras difusas y atormentadas, y conocemos lo difícil y peligroso que resultaba hablar en aquel ambiente enrarecido. La compleja personalidad de Víktor se debate en una historia con muchos momentos inolvidables y que narra la pugna de un ser humano por el raro privilegio de expresar sus opiniones en libertad.
Un segundo escenario principal gira en torno a la lucha en Stalingrado, que Grossman vivió personalmente. Unidades del Ejército Rojo que son presentadas en un principio en otras regiones acaban convergiendo para la gran batalla junto a las orillas del Volga. Piotr Pávlovich Nóvikov, un joven coronel de un cuerpo de tanques, militar pundonoroso y genial es aquí un elemento esencial. Se trata de alguien que es capaz en una ocasión de retrasar ocho minutos el comienzo de una ofensiva para que la artillería termine de batir sus objetivos, desafiando con ello las órdenes imperiosas de una cadena de mando que llegaba hasta el propio Stalin, y que consigue así penetrar en la brecha sin perder un solo tanque ni un solo hombre. Como ejemplo de la contradicción en que se mueven tantas veces los personajes del libro, Guétmanov, el comisario de la unidad, felicita en voz baja poco después a Nóvikov por esta proeza humana, pero no deja de denunciar puntualmente por la noche el retraso a sus superiores. Los movimientos estratégicos que culminaron en el cerco de Stalingrado se muestran en detalle a través del sudor y el esfuerzo de sus protagonistas, así como la vida en la ciudad durante la batalla, tanto en el lado ruso como en el alemán, una descripción plena de ese "pesado olor de morgue y herrería, típico de la primera línea".
Otros escenarios nos traen la crónica de los privados de libertad en aquellos momentos, en un campo de trabajo ruso y en un campo de concentración alemán. En éste, un personaje al que sus compañeros llaman yuródivi (loco santo) es ejecutado al negarse a tomar parte en la construcción de un campo de exterminio. Un texto escrito por él presenta una reflexión desde el infierno que culmina con unas palabras esperanzadoras y enigmáticas: "Si ni siquiera ahora lo humano ha sido aniquilado en el hombre, entonces el mal nunca vencerá". Otros presos intentan organizarse en una red de resistencia y son también liquidados al ser descubiertos. En otro escenario diferente encontramos a los prisioneros que son conducidos en tren al campo de exterminio. En él, Sofía Ósipovna Levinton, una médico militar, adopta al pequeño David que viaja sólo hacia la muerte y por seguir a su lado renuncia a salvarse cuando al llegar al campo separan a los doctores y otros profesionales de los condenados a la aniquilación. En la cámara de gas, se nos dice cómo "sintió el cuerpo del niño derrumbarse en sus brazos (...) sintió nauseas. Presionó a David contra sí, ahora un muñeco, y murió." Estas páginas nos sumergen sin contemplaciones en aquel genocidio: en el funcionamiento del ciclón B y la arquitectura y la tecnología de las cámaras: todos los detalles del horror.
Otro personaje esencial del relato es Nikolái Grigórievich Krímov, protagonista, verdugo y víctima de la revolución, detenido cuando se descubre que había presumido en alguna ocasión de que Trotski después de leer un artículo suyo había comentado: "Es puro mármol". Encarcelado en la Lubianka, Krímov sólo lamenta que Yevguenia Nikoláievna Sháposnikova, aliento de belleza y seducción que se desliza por las páginas del libro como la Lara de Doctor Zhivago, que fue su mujer y ahora es novia de Nóvikov, pueda haberle delatado, y su horizonte se ilumina, a pesar de su triste situación, cuando ella vuelve a su lado al enterarse de que ha sido detenido. En Stalingrado y la Lubianka podía el amor también alumbrar y endemoniar la vida.
Pleno de complejos caracteres humanos y situaciones trágicas e intensas, el relato mezcla y entrecruza sus hilos narrativos de una forma que incita a veces a adentrarse en el texto en busca del desenlace de algún episodio. En este sentido, este lector confiesa haber leído el libro siguiendo de corrido sus diversas historias mediante continuas incursiones y retrocesos. Como quiera que sea la lectura, las imágenes y las voces distantes se suman al final en nuestra memoria para componer un fresco donde aflora todo el dolor de aquel tiempo crucial. Hay que decir también que los cambios de escenario que se suceden crean a veces proximidades fascinantes. Así, la descripción del campo de exterminio donde unos seres humanos dan muerte masiva a otros en una cámara de gas es seguida inmediatamente por el relato de una anciana de una aldea ucraniana que recoge a un hombre abandonado para morir en un convoy de prisioneros y lo vuelve trabajosamente a la vida. Se desliza aquí también la sombra del yuródivi y su atisbo capaz de iluminar lo más horrendo. El bien y el mal pueden caber en una misma página, y en un mismo corazón, a la espera siempre de una decisión que nos libere.
Vida y destino combina altura épica en la magnitud del empeño y la estructura, con intensidad lírica del detalle y la emoción humana, convirtiéndose al final en un estudio sobre el sufrimiento en el que ciertamente cabe demasiada poca esperanza. Este libro que la Unión Soviética no fue capaz de publicar debemos comprender que le era sin embargo absolutamente necesario, y podemos atrevernos a especular lo importante que hubiera sido para aquella sociedad reconocerse en la imagen de heroísmo y errores que reflejan sus páginas. Hoy día éstas siguen iluminando para nosotros el retablo de un momento decisivo en la historia de Europa, y nos hacen vivir la epopeya de un pueblo violentado y amordazado que lideró la más dura batalla por la dignidad del ser humano.
Vida y destino – Vasili Grossman
Molina Dice en la contracubierta de “Vida y destino” que este libro «consigue emocionar, conmover y perturbar al lector desde la primera línea y resiste —si no supera— la comparación con otras obras maestras como “Guerra y paz“»: lo primero es cierto sin discusión; lo segundo puede suscitar más suspicacias. Para el que escribe está claro que este novelón de Vasili Grossman es una obra maestra, con una atmósfera épica propia de novelas como las de Tólstoi y un trasfondo ideológico al estilo de Dostoievski, todo ello unido por una historia intensa, humana y bella. El autor huye de sentimentalismos, algo en lo que es sencillo caer cuando se escribe sobre la guerra, y también de posiciones maniqueas a la hora de abordar la invasión alemana y la resistencia rusa en la ciudad de Stalingrado.
Con el estilo narrativo característico de sus compatriotas (escritura sencilla y directa; docenas de personajes inmersos en la trama; protagonistas abrumados por sus relaciones o por sus obligaciones), Grossman teje una historia compuesta por muchas vidas, pero todas marcadas por el estigma de la doble moral que encierran en su seno los regímenes autoritarios. Pilotos, oficiales, amas de casa, científicos o prisioneros pasan por las páginas de “Vida y destino” con unas existencias únicas, aunque siempre hermanadas por ese miedo a la represión, por ese afán de libertad individual. Todos ellos luchan de una forma u otra por la liberación de su país; sin embargo, la verdadera batalla se desarrolla en sus conciencias, en sus ideales, en sus creencias. Así, por ejemplo, el comisario Krímov, el físico Shtrum o el coronel Nóvikov ven afectadas sus convicciones cuando la guerra deja paso a la política: todos ellos se cuestionan su lealtad para con sus semejantes (miembros del partido, colegas de laboratorio u oficiales al mando, según cada cual), la importancia de las normas que el Partido impone y que, llegado un momento crucial, se evidencian como inútiles y sanguinarias.
Quizá el mayor acierto de Grossman es la descripción sin tapujos del régimen de Stalin: las purgas, las persecuciones, las prohibiciones, los acosos, las desapariciones, los detenidos… Aunque “Vida y destino” debe considerarse una novela de guerra (con todas sus inherentes características), su desarrollo tiene su base principal en la contraposición entre el individuo y el estado; para ser más exactos, entre el individuo soviético y el estado soviético. La invasión alemana sirve como desencadenante de las luchas íntimas de las que hablé arriba, pero el autor no se centra en ella a la hora de tejer los relatos de guerra que se cruzan una y otra vez a lo largo del libro. Para Grossman, lo terrorífico de ese momento crucial fue la falta de respeto por el ser humano, la total ausencia de humanidad en los dos bandos, encarnada en los campos de exterminio —llámense «de trabajo», «de concentración» o, simplemente, «de detención»— que unos y otros construyeron. La nacionalidad del autor no supuso un problema a la hora de denunciar los abusos que su propio gobierno cometió contra sus conciudadanos, ya fuera antes de la jefatura de Stalin (durante el periodo revolucionario de 1917-1918) o después (la Gran Purga de finales de los años treinta); de hecho, esto le supuso la condena al ostracismo durante el régimen de Jrushchov.
Al aliento épico e histórico de esta novela se le suma, pues, un alegato bellísimo (por su estilo, por su sencilla y conmovedora forma de narrar hechos tan terroríficos y crueles) por parte de Vasili Grossman contra la maldad que se esconde tras las dictaduras que se constituyen «en nombre del pueblo». Pero también un alegato sobre la fuerza del hombre en circunstancias terribles, en momentos oscuros, sobrellevando la indignidad en silencio. Las descripciones del exterminio que los nazis llevan a cabo en sus campos son sobrecogedoras, pero cargadas de respeto por el dolor e incluso hermosas cuando han de pintar la temible cara de la muerte. Inquietantes son, así mismo, los retratos de los interrogatorios que los detenidos rusos sufren en la Lubianka; el autor muestra el miedo y la indefensión con una efectividad sobrecogedora. No obstante, los personajes de la obra nunca son blancos o negros: se debaten en la duda, sufren con la incertidumbre y tienen miedo a las represalias. Víktor Shtrum, por ejemplo, es capaz de enfrentarse a todos sus colegas en nombre de la ciencia, pero termina por firmar una delación para no perder los privilegios que el azar le ha proporcionado… Lo que el autor nos muestra es la debilidad, la turbación, pero también el coraje que todo hombre atesora en su interior.
Aparte de todos estos rasgos, el hecho más simple es que “Vida y destino” es una novela narrada con vigor, que atrapa desde la primera página por su sabiduría y su honestidad, y que leída hoy día conmueve por la verdad que encierra. No sé si, pasado el tiempo, podrá ser comparada con “Guerra y paz”, pero estoy seguro de que constará en los anales de la Literatura; así, con mayúscula.
No hay comentarios:
Publicar un comentario