martes, 8 de noviembre de 2011

08-11-2011
Novedad editorial de Ocean Sur
Perspectivas del socialismo latinoamericano en el siglo XXI



Nayar López Castellanos 2011 | Colección Pensamiento Socialista |

El autor realiza un recorrido panorámico por la historia del pensamiento socialista, se detiene en la experiencia soviética, en el auge y la caída del socialismo real, así como profundiza en las rutas reivindicativas en torno a las cuales el socialismo se piensa, se discute y se perfila en América Latina y el Caribe en el siglo XXI.

Más información sobre este libro en http://www.oceansur.com/catalogo/titulos/perspectivas-del-socialismo-latinoamericano-en-el-siglo-xxi/

Prólogo

por Roberto Regalado
Conocer el mundo para transformarlo es la función esencial del marxismo. Carlos Marx y Federico Engels establecieron los pilares de su teoría de la revolución en la Europa Occidental de mediados del siglo XIX . El Manifiesto del Partido Comunista , elaborado como llamamiento y guía para la participación del proletariado en la Revolución de 1848, y el Mensaje del Comité Central a la Liga de los Comunistas de 1850, redactado cuando Marx y Engels aún esperaban un nuevo estallido revolucionario, son los textos fundacionales del elemento medular del pensamiento de los clásicos, la filosofía de la praxis.
La filosofía de la praxis parte de un análisis crítico de la sociedad capitalista, estudia las condiciones concretas en que se desarrolla la lucha popular en cada momento y lugar, identifica y caracteriza al sujeto social de la revolución y, mediante la ponderación de esos factores, formula los objetivos, el programa, la estrategia y la táctica de la revolución, y traza las pautas para organizar, educar y movilizar a ese sujeto social. Esto es lo que buscan Marx y Engels con el Manifiesto y el Mensaje . Sin embargo, el fracaso de la Revolución de 1848 permitió que el viejo topo de la historia continuara abriéndose camino dentro de la sociedad capitalista, y que prosiguiera la indetenible modificación de las condiciones y el sujeto social revolucionario. Esta modificación impone la necesidad de adecuar, actualizar y desarrollar, en forma sistemática, la teoría de la revolución.
Nación moderna como producto del mercado capitalista, proletariado como sujeto social, Europa Occidental como escenario, partido de clase, conquista del poder, destrucción del Estado burgués, dictadura del proletariado y abolición de la propiedad privada de los medios de producción, forman el concepto de revolución que Marx y Engels plasman en el Manifiesto y el Mensaje . Dos décadas después, mediante el estudio de la experiencia de la Comuna de París, Marx profundizó su visión sobre la dictadura del proletariado. ¿Es este el concepto, universal y atemporal, de la teoría marxista de la revolución? Nada más lejano de su pensamiento. Eric Hobsbawm nos recuerda que «Marx y Engels rechazaron, en forma persistente, militante y polémica» la «tendencia a diseñar modelos operacionales cerrados, por ejemplo, a prescribir la forma exacta de cambio revolucionario y a declarar que todos los demás eran ilegítimos; o a rechazar el empleo exclusivo de la acción política».[1]
Por teoría marxista de la revolución entendemos el cuerpo de resultados científicos obtenidos mediante la utilización del aparato categorial y conceptual construido por Marx y Engels para: descubrir y analizar las características y contradicciones de la sociedad capitalista; percibir las regularidades sociales que se derivan de ellas; y formular leyes de tendencia que permitan elaborar los objetivos, programas, estrategias y tácticas de la revolución.[2] De los continuadores de su obra, solo Vladimir Ilich Lenin hizo aportes de tal envergadura que lo ubican como el co ‑ constructor del núcleo orgánico de la teoría revolucionaria. Mediante la aplicación del método de Marx, Lenin se percató de que en la Rusia zarista de inicios del siglo XX se había creado una situación revolucionaria, al margen de que las condiciones políticas, económicas y sociales fuesen muy diferentes a aquellas en que Marx y Engels elaboraron el Manifiesto y el Mensaje .
La Revolución de Octubre se erigió, por derecho propio, en el gran paradigma revolucionario del siglo XX. Fue el parte aguas definitivo entre las corrientes del movimiento obrero y socialista que optaron por la reforma de la sociedad capitalista como horizonte histórico y las que lo hicieron por la revolución socialista. Ella ocupa ese lugar cimero por su trascendencia histórica, por la fuerza de su ejemplo, por materializar ideas que hasta entonces eran abstractas y, en especial, porque fue el resultado de una adecuación exitosa del concepto original de revolución de Marx y Engels. En lo adelante, las fuerzas marxistas y leninistas no solo derivarían su estrategia y su táctica de las ideas elaboradas por los clásicos al calor de procesos que no cuajaron, sino también de su encarnación en la Revolución Bolchevique. Pero, esta no se convirtió en un estímulo y una experiencia de la cual otros revolucionarios extraerían lecciones, identificarían los elementos que pudieran adecuarse a sus necesidades y desecharían lo que no les sirviera. Por el contrario, se les impuso la noción de que ya había una teoría revolucionaria universal y la «tarea» era «aplicarla». Por si ello fuera poco, también se les impuso mutar y postergar ad infinitum esa «aplicación », en función de los vaivenes de la política estalinista.
El eurocomunismo rompe con el paradigma de la Revolución de Octubre en la década de 1960, pero, al hacerlo, rompe también con la revolución social como objetivo histórico. El paradigma fundacional siguió vivo para las corrientes revolucionarias de fundamento marxista, hasta que se derrumbó la URSS y se evidenció que ese derrumbe no iba a desembocar en la recuperación revolucionaria anhelada por la izquierda crítica del «socialismo real». El derrumbe de la URSS provoca el colapso, ya no solo del «paradigma soviético», entendido como aquel proyecto político, económico y social que una parte de los revolucionarios, incluso de los revolucionarios marxistas y leninistas, rechazaban desde mucho antes, sino del propio «paradigma de la Revolución de Octubre», es decir, provoca el colapso dentro del propio movimiento revolucionario de las certezas e ilusiones sobre aquella encarnación incontaminada por desviaciones posteriores del concepto original de revolución de Marx y Engels. ¿Revelaba el derrumbe que ese proceso histórico estuvo desde el inicio condenado al fracaso? Cualquiera que sea la respuesta, se evidenció que la construcción política hecha por Lenin a partir de la teoría de la revolución de fundamento marxista, aquella que sirvió de referente a todas las revoluciones socialistas del siglo XX , ya no podría volverse a «aplicar».
Si nos aferrásemos a aquel presupuesto que no distinguía entre la teoría general y la construcción política singular, llegaríamos a la errónea conclusión de que, después del derrumbe de la URSS, ya no hay, ni puede haber, teoría revolucionaria. Pero esa no es nuestra posición. Asumimos el pensamiento marxista y leninista como filosofía de la praxis. Lenin no recibió, ni podía haber recibido, en herencia de sus predecesores, una fórmula específica para conquistar el poder e iniciar la construcción del socialismo; tampoco dejó, ni podía dejar, una fórmula específica en herencia a sus sucesores. Lo que Lenin sí recibió en herencia fue un aparato categorial y conceptual, que utilizó para elaborar la fórmula específica de la Revolución de Octubre; y lo que dejó en herencia a sus sucesores fue ese mismo aparato categorial y conceptual, adecuado, actualizado y desarrollado por él hasta el momento de su muerte.
Sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario. ¿Cuáles son los principales problemas científicos que plantea el derrumbe de la URSS a la teoría revolucionaria? Esta es una cuestión de suma importancia, en primer lugar, porque el plazo histórico para derrotar a la barbarie capitalista se agota con la misma celeridad con que el imperialismo destruye y depreda al planeta y, en segundo lugar, porque ni la barbarie ni el socialismo son iguales a lo que eran. El capitalismo del siglo XX mutó y el paradigma del socialismo del siglo XX se derrumbó. De ahí surge la necesidad de desentrañar cómo se derrota al capitalismo y qué entender por socialismo en el siglo XXI . En rigor, no hay respuestas para esas interrogantes. Lo que sí hay son pistas para encontrarlas, pero para ello es necesario: restablecer la credibilidad de la teoría marxista y leninista, dañada por el derrumbe del paradigma de la Revolución de Octubre; recuperar el lugar que le corresponde en la conciencia del sujeto social revolucionario; completar el exorcismo de las reminiscencias de la etapa en que se le subordinó y vulgarizó en función de legitimar un proyecto político que decía derivarse de ella; y hacerla «parir» construcciones políticas revolucionarias acordes con la actual situación.
A todo ello contribuye, en forma meritoria, el libro Perspectivas del socialismo latinoamericano en el siglo XXI , de Nayar López Castellanos, que la colección Pensamiento Socialista de la editorial Ocean Sur se complace en presentar a sus lectores. En sus tres capítulos, el autor realiza un recorrido panorámico por la historia del pensamiento socialista, en el que justiprecia lo positivo y lo negativo de quienes lucharon por construir el socialismo a lo largo de los siglos XIX y XX; analiza la situación y perspectivas de los movimientos sociales y las fuerzas políticas latinoamericanas que hoy rescatan lo bueno y desechan lo malo de esa tradición; y contribuye a desarrollar la utopía revolucionaria que, según Eduardo Galeano, sirve para caminar .
Este libro sigue la huella de la filosofía de la praxis. Perspectivas del socialismo latinoamericano en el siglo XXI será de gran interés para muchos tipos de lectores. Sin excluir a ninguno, pienso que quienes más provecho obtendrán de él son las jóvenes generaciones, que en sus páginas encontrarán una síntesis del pasado, un esbozo del presente y un atisbo al futuro.

La Habana, julio de 2011

Notas

1. Eric Hobsbawm: How to change the world. Tales of Marx and Marxism, Little, Brown Book Group, London, 2011, pp. 319-320.

2. Véase a Néstor Kohan: Nuestro Marx, Misión Conciencia, Caracas, 2011, pp. 39‑41.

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