jueves, 25 de febrero de 2010

Palabras de la investigadora cubana Graciela Chailloux en la presentación del libro Los jacobinos negros

Ha sido editado por la Casa de las Américas y presentado en la Feria del Libro Cuba 2010
Graciela Chailloux Laffita
La Ventana

La aspiración de convertir al Caribe en un espacio cultural común es un viejo anhelo. Se ha visto restringida porque además del aislamiento que nos imponen las corrientes del mar que nos acoge, hablamos lenguas diferentes. Nuestros pensamientos y sentimientos los expresamos en las lenguas que nos impusieron colonizadores y conquistadores; o en las lenguas de los que fueron traídos en condición de esclavizados y semiesclavizados desde todos los confines del mundo; o, también, nos expresamos en las lenguas que resultaron de las mezclas de todas esas lenguas. A pesar de todo es imposible no sentir que la cultura del Caribe es única y diversa. Pero falta mucho por hacer para que podamos disfrutar de la tradición intelectual que hemos creado en medio de una feroz resistencia frente a los patrones culturales hegemónicos. No obstante, para nuestra dicha hoy estamos dando un paso más en el camino hacia el disfrute y aprovechamiento de lo mejor de la producción intelectual escrita en inglés en nuestra región, para de este modo rendir tributo a uno de los más grandes intelectuales revolucionarios y al hecho histórico que marcó el comienzo del ciclo independentista en el Caribe. Claro, cuando hace muchos años se acariciaba la idea de la publicación del libro que hoy presentamos, no podíamos imaginar que nuestra alegría pudiera verse empañada por la tragedia natural del 12 de enero en Haití. Por eso, este acto tiene la cualidad de ser un homenaje desde Cuba y Trinidad al heroico pueblo haitiano en medio de una nueva tragedia. Con la publicación de Los jacobinos negros negros. Toussaint L´Ouvertoure y la revolución de Saint- Domingue, de Cyril Lionel Robert James, el Fondo Editorial de la Casa de las Américas confirma su capacidad para hacer realidad esa probada y excelente combinación que lo distingue: ser manifestación de una tenaz voluntad para difundir lo mejor de la creación artística de la América Latina y el Caribe y de la excelencia en la producción de libros. Y este caso no lo es menos. La traductora de la obra, Rosa López Oceguera, no sólo es una muy conocedora del inglés y del español sino, además, una científica social. Ello ha garantizado una traducción con fidelidad conceptual y estilística. La edición y corrección fue encargada al novel, pero ya muy calificado, Reinier Hernández-Pérez y a la experimentada Clara Hernández. Ricardo Rafael Villares ha reiterado en este libro su magnífica sensibilidad y pericia artísticas para retomar el diseño de la colección Nuestros Países. Por esas razones los lectores de esta primera edición cubana de Los jacobinos negros negros. Toussaint L´Ouvertoure y la revolución de Saint-Domingue tendrán asegurado el total disfrute de una de las obras más extraordinarias escritas en el siglo XX caribeño. Para esta edición cubana John Bracey redactó una excelente y atinada introducción en la que nos regala un enjundioso estudio que revela la trayectoria vital del hombre, del maestro, del intelectual y del revolucionario inclaudicable que fue C.R.L. James. Puedo asegurarles que el disfrute que espera al lector de este libro es múltiple y peculiar. Será un placer comprobar la existencia de personalidades como la de C.R.L. James, un auténtico genio que logró quebrar los límites estrechos del rígido y elitista sistema educacional impuesto a las colonias británicas en el Caribe. James fue crítico literario y periodista deportivo (sus dos grandes pasiones), escritor, activista socialista y antiimperialista, revolucionario, teórico y luchador marxista, agitador político, y, también, maestro y mentor de varias generaciones de caribeños, entre ellos del renombrado Eric Williams. Esa diversidad de facultades le permitió a James expresar una visión única del mundo y de la sociedad humana, desde la óptica de un hombre del Caribe. Por eso no es casual la enormidad de elogios que han merecido su obra y su vida. Podrán comprobar Uds. en la lectura de la introducción de este libro como la vida de James estuvo vinculada a las más grandes figuras de su época, desde Trosky hasta Stockely Carmaickel; a las más importantes organizaciones políticas por la lucha de la autodeterminación de los pueblos, desde la Cuarta Internacional hasta el Buró Internacional de Servicio Africano, para trabajar por la independencia del continente africano; transitó por diferentes países, desde Inglaterra, pasando por una influyente etapa en la lucha de los negros y de los explotados en los Estados Unidos, hasta su colaboración con el gobierno de Eric Williams en su natal Trinidad. Pero todo ese ciclo vital de aliento universal estuvo sustentado en la ideología y teoría marxistas. Sus juicios sobre la Historia y las personalidades históricas son ejemplares en su lucidez para hacer válidos los preceptos del marxismo-leninismo a las peculiares condiciones de las sociedades colonizadas y neocolonizadas. James publicó Los jacobinos negros en 1938, cuando tenía treinta y seis y llevaba cinco en Londres. Pero el año anterior había publicado nada más y nada menos que una extensa historia de la internacional comunista que tituló La revolución mundial, 1917-1936. Por eso, cuando el Caribe sea un espacio cultural en el que podamos compartir el legado intelectual acumulado, de seguro erigiremos un monumento a James en honor, entre otros muchos méritos, a su contribución al marxismo-leninismo. Y Uds. concordarán conmigo cuando lean Los jacobinos negros. Por eso, solo me detendré en apuntar, al vuelo, los rasgos más sobresalientes de esta obra dedicada al examen de la Revolución Haitiana y de su líder. En ella se estudia el impacto de las fuerzas económicas sobre la sociedad y la política, la interconexión entre los movimientos de masas en la metrópoli y la colonia y la relación entre la personalidad y las fuerzas históricas objetivas. Es, además, el resultado de un estudio riguroso de la bibliografía disponible, expuesto en un estilo novelado que lo hace asequible a cualquier lector. Reitero, como segura estoy de que ustedes serán deslumbrados por las excelencias literarias y conceptuales de Los jacobinos negros, no hablaré más de la obra, pues quiero aprovechar esta ocasión para decir algo sobre el contexto en el que apareció este texto. Pues hay que explicar por qué un joven captado por el marxismo, proveniente del mundo colonial, radicado en Inglaterra, encuentra sentido a retomar un acontecimiento histórico ocurrido 138 años antes. También hay que esclarecer si su obra tuvo o no conexión con el movimiento intelectual y político del periodo entre las dos guerras mundiales en el Caribe. Merece la pena conocer por qué en el Londres de 1938 se produjo la publicación de dos obras que devendrían cimiento de la tradición intelectual nacionalista, autóctona de la región del Caribe; aunque sus autores ambos jóvenes nacidos en las colonias, abrazaban credos políticos e ideológicos diferentes, a pesar de lo cual contribuyeron a develar las esencias de la explotación en las sociedades caribeñas, en tiempos de la gran crisis global del capitalismo. Como dijimos, James fue conquistado por el marxismo desde su llegada a la metrópoli. Arraigado en su militancia política, luchó por la incorporación a las concepciones marxistas, leninistas y troskistas de su época, de la noción de que la Historia de la revolución no era sólo la Historia de las revoluciones hechas por los europeos, que las figuras que habían influido e influían en el curso de la Historia no eran sólo las europeas. Si no que, además, el enfrentamiento al colonialismo y al racismo también eran formas de lucha válidas en el camino hacia el socialismo, tanto como las luchas en el seno de la peculiar estructura de clases de los territorios dependientes. Si además de leer Los jacobinos negros, ustedes se disponen a leer una conferencia de James, publicada por la revista Casa número 70, de 1968, bajo el título “Poder negro”, tendrán ocasión de comprobar cómo tres décadas después de la primera aparición de Los jacobinos negros, C.R.L. James continuaba haciendo un creativo análisis leninista sobre el papel de la personalidad en la Historia, igual que sobre el problema de la autodeterminación de los pueblos sometidos al colonialismo. Porque Los jacobinos negros es, también, una teoría de la historia, especialmente de la de los pueblos subyugados. Desde su posición de participante activo en los acontecimientos más trascendentales de su época, James refutó la muy difundida noción de que los individuos hacían la Historia. “Toussaint no hizo la Revolución. Fue la Revolución quien hizo a Toussaint”, afirmó. Eso mismo sostuvo acerca del papel de Stockley Carmichael en la lucha de los negros estadounidenses en la década de 1960. James demostró sobradamente dos asuntos capitales para una teoría acertada de la Historia: la Revolución es el fruto de una acumulación de siglos y, del mismo modo, resultado de la convergencia de fuerzas económicas, políticas y de la acción de los hombres ya sea como parte de la masa o como individuos. Por demás, era la primera vez que se revelada en sus más íntimos aspectos el nexo inextricable entre las revoluciones francesa y haitiana. En esa ocasión declaró que había estudiado cuidadosamente a Lenin para escribir Los jacobinos negros y demostrar la necesidad de ampliar la perspectiva marxista, leninista y trostkista sobre la revolución social. El otro autor al que nos referiremos para mostrar la conexión de Los jacobinos negros con el movimiento intelectual caribeño de la épocas, es William Arhtur Lewis, pionero de la teoría del desarrollo económico que le ganó el título de caballero británico en 1963 y el premio Nóbel de Economía en 1979. Este era un joven oriundo de la isla de Santa Lucía que dio a conocer un memorando, dirigido a una comisión que investigaba las causas de la violenta insurrección popular que sacudió las colonias británicas en el Caribe, entre 1934 y 1938. Esa comisión fue hermanastra de la que los Estados Unidos enviaron a Cuba en 1934 y cuyo informe conocemos como Problemas de la nueva Cuba. En su documento conocido como “La Revolución social de los años 30” o como “Trabajo en las Indias Occidentales: nacimiento del movimiento de los trabajadores” Lewis, activo integrante del movimiento político fabiano —una combinación de socialismo y colonialismo—, no sólo calificó la situación de revolución sino que proporcionó un detallado examen de que eran la pobreza y el desempleo crónicos las causas de esa revolución, así como que la ira de las masas populares habían conducido a la organización de sindicatos y partidos políticos, contra el deseo del imperio. En Cuba, la Revolución del 30, la que se fue a bolina, obligó a la derogación de la enmienda Platt, la devolución de la Isla de Pinos y propició la Constitución de 1940 bajo cuyo articulado fue asaltado el Moncada y quebrada la dominación neocolonial en Cuba a partir de 1959. O sea, la ocurrencia de una revolución social en el Caribe, aunque frustrada, marcó la conciencia nacional del Caribe al igual que al curso de la sociedad en la región. Además, es obligado mencionar, que Los jacobinos negros es la historia de una revolución y de un líder revolucionario, escrita en tiempos de revolución. Dice James, en el prefacio a la primera edición, que para el ojo bien entrenado de un luchador político era máxima la posibilidad de aprender, calando en las esencias de revoluciones anteriores, así como que “la edad” de su libro era la marcada por “el retumbar de la artillería pesada de Franco, el tableteo de los pelotones de fusilamiento de Stalin y el fiero y estridente tumulto del movimiento revolucionario luchando por claridad e influencia”. Por último, quiero resaltar que Los jacobinos negros es, además, parte consustancial de la revolución cultural con la que se inició una auténtica cultura caribeña. El crecimiento y reafirmaron de la conciencia nacional en el Caribe no sólo se alimentó de batallas políticas. Algún día haremos el recuento que nos permita comprobar, en todas sus significaciones, los vínculos raigales de una proyección cultural del Caribe que se afincó y gestó en los turbulentos años 30. Sólo a manera de apretadísima síntesis diré que: Si James recurrió a la revolución de Haití para crear un instrumento de lucha contra el colonialismo, el racismo y el imperialismo, y para inducir una perspectiva marxista inclusiva del mundo colonial, pues Los jacobinos negros fueron una posición frente a la confusión reinante entre las fuerzas marxistas del período entre las guerras mundiales del siglo XX, tanto en Europa como en los Estados Unidos, acerca del carácter revolucionario y de la contribución a la lucha por el socialismo de los movimientos anticoloniales y antirracistas. Y nada más elocuente que la revolución haitiana para demostrarlo. Si Alejo Carpentier, que había estado preso durante las jornadas revolucionarias de los años 30, cuando visitó Haití en 1943, se determinó a dedicar una trilogía de novelas a la Revolución de Haití y así nació El reino de este mundo y su teoría de lo real maravilloso que habla de una cultura diferente de la europea en un mundo singular. Si por su parte, Nicolás Guillén, que en 1930 había dado vida a una concepción mestiza de lo cubano y, por extensión, de lo caribeño, cuatro años después, en su poemario West Indies Ltd. sentó las bases definitivas de su cosmovisión caribeña. Si pintores como Carlos Enríquez y Wifredo Lam destilaron en sus cuadros el hálito de la energía creadora de Haití. Si en 1934, un martiniqueño, Aimé Cesaire, utilizó por vez primera la palabra negritud para, junto a intelectuales africanos, iniciar un intenso proceso de reivindicación de lo negro en la sociedad y cultura universales, cuya expresión literaria cuajó en su célebre Cuaderno del retorno al país natal, publicado en 1939. Si otro trinitario, George Padmore realizaba a partir de convicciones marxistas desde la década de 1920 una intensa labor a favor del panafricanismo, que le ganó el título de padre de la emancipación africana. Si en 1940, Fernando Ortiz dio a conocer, su cardinal concepto de transculturación en Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar. Es imposible dejar de considerar que las obras de esos intelectuales y otros muchos más, todos nacidos con el siglo, eran el fruto de experiencias vitales compartidas, a pesar del mar que los separaba y las lenguas que les impedían estar al tanto del pensamiento de unos y otros. Reafirmación del carácter real y maravilloso de nuestro mundo. Habían transcurrido 167 años de la celebración de la ceremonia vudú que oficiara el esclavo jamaicano Bouckman, en Bois-Caïman, con la que se decretó que la próspera y opulenta colonia francesa ardiera en las llamas de la libertad, cuando triunfó otra Revolución en el Caribe. Esta vez era Cuba y estaba llamada a marcar, con su titánica resistencia ante los enemigos, una nueva época histórica en el Caribe. Por eso, la publicación de la segunda edición de Los jacobinos negros, en 1963, no fue ajena a ese suceso. Esta vez C.R.L. James se sintió estimulado a trazar los rasgos más sobresalientes del ciclo de la independencia caribeña, del ciclo histórico que enlaza al Caribe en una línea que va de Toussaint L´Ouverture a Fidel Castro. Es un recorrido a través de los avatares de la Historia de la lucha por la independencia del Caribe. Es, como expresó el propio James, una exploración que rompía con la noción tradicional de ver lo acaecido en el Caribe desde la aproximación de lo acaecido a Gran Bretaña, España, Francia y los Estados Unidos, o sea, en su epílogo había trazado el curso de una historia “en relación con su propia historia”. El hombre de sesenta y dos años, que había vivido intensamente las luchas por la emancipación de los pueblos, sentenció en esa recapitulación histórica, que aparece completo ahora por primera vez en español, que La Revolución de Fidel Castro es tan del siglo XX como la de Toussaint lo fue del siglo XVIII. Pero a pesar de más de siglo y medio de distancia, ambas son caribeñas. Los pueblos que las hicieron, los problemas e intentos de resolverlos son peculiarmente caribeños; son el resultado de un origen y una historia singulares. La primera vez que los caribeños tomaron conciencia de sí mismos como pueblo fue con la Revolución Haitiana. Sea cual fuere su destino final, la Revolución cubana marca la última etapa de una búsqueda caribeña de identidad nacional. En una serie dispersa de islas diferentes, el proceso consiste en una serie no coordinada de períodos en que siguió el curso de la corriente, marcados por brotes, sayitos y catástrofes. Pero el movimiento inherente es claro y fuerte. La Habana, 20 de febrero de 2010Fuente: http://laventana.casa.cult.cu/modules.php?name=News&file=article&sid=5366

miércoles, 24 de febrero de 2010

¿Es conveniente engañar al pueblo?

Reseña sobre una obra de Concordet
Luis Roca Jusmet
Rebelión

¿Es conveniente engañar al pueblo?Marqués de Condorcet(traducción de Javier de Lucas)Ed Sequitur, Madrid, 200993 páginas Sequitur es una pequeña editorial de las que han resistido en estos tiempos difíciles en que las grandes editoriales no dejan títere con cabeza. Combina de manera inteligente la publicación de los clásicos con la de autores contemporáneos, todo ello bajo una perspectiva de pensamiento crítico.En esta ocasión nos brinda la lectura de un texto aparentemente menor de un clásico de la Ilustración, el Marqués de Condorcet. El texto, breve y conciso, es brillante en su sencillez y es un ejercicio exquisito de sentido democrático y de racionalidad. Su argumentación es filosóficamente impecable y permite cuestionar el supuesto positivista que separa hecho y valor, que pretendería que cualquier valoración es relativa y subjetiva. La introducción de Miguel Catalán es interesante, aunque se le pueda criticar que no discrimina suficientemente entre democracia y liberalismo, que son cosas muy diferentes.Seguramente algunos posibles lectores creerán que la respuesta a la pregunta del libro es evidentemente positiva y que por tanto el autor da unos argumentos que hoy ya están superados. Pero la cuestión es que, contrariamente a esta sospecha, el texto tiene una gran actualidad. Y no sólo para denunciar el cinismo de la derecha cuando engaña deliberadamente al pueblo para generar lo que algún analista político ha llamado un totalitarismo invertido. Sino también, y esto es más grave, porque la democracia, en el sentido efectivo de la palabra, hoy no existe en los países que se reclaman de ella. Existe una oligarquía liberal que engaña manipulando, sea o no con mentiras explícitas. Esto no sólo ocurre en las versiones de la derecha fundamentalista sino también a las formas habituales que tienen de gobernar partidos que se reclaman de la izquierda. Se utiliza la propaganda política, como si de publicidad se tratara, con el objetivo de conseguir una determinada opinión o un voto útil. Los políticos actuales son herederos burdos, pero sofisticados en sus técnicas, del maquiavelismo. Los ciudadanos críticos molestan y se prefiere gente engañada y sumisa.
También hay cuestiones más sutiles sobre las que este discurso nos permite reflexionar. Una de ellas es que los poderes constituidos consiguen volver al pueblo, por lo menos parcialmente, estúpido. Es cierto que decir que una parte del pueblo tiene una conducta estúpida no sólo es políticamente incorrecto sino también duro de escuchar para la izquierda sincera. Pero no nos engañemos, ya que aunque cueste decirlo muchas veces sabemos que es así. El ciudadano crítico sabe que cuando una parte del pueblo vota al PP o da audiencia a la telebasura se comporta de manera estúpida. Y también la que hay en esta pasión desmesurada por el fútbol, que cómo ya bien sabían los romanos conduce a la conformidad basada en el “pan y circo”. Pero como muy bien señala Condorcet son los poderes económicos, mediáticos y políticos los que han provocado deliberadamente esta situación. ¿Para qué? Pues precisamente para mejor engañar al pueblo. Pero éste ha demostrado históricamente que es capaz de generar formas culturales alternativas, aunque hoy parece difícil que estos intentos salgan de su carácter marginal. La cultura de masas lo embrutece todo (y a todos) a conciencia. Pero esto no es ni más ni menos que consecuencia de la propia lógica del capitalismo. Sociólogos críticos como Bauman y Sennett ya han hablado de la sociedad líquida o de la corrosión del carácter a que conduce esta dinámica en la que sólo cuenta el consumo. Al capitalismo y a los poderes constituidos ya les va bien, por supuesto, engañar al pueblo. Y a todas las viejas y las nuevas formas de odio a la democracia, que diría Rancière. Pero somos nosotros, ciudadanos de izquierda, los que hemos de combatir con Condorcet cualquier justificación de engañar al pueblo. Porque el pueblo somos nosotros y sin la verdad no nos podemos emancipar. Hay una frase que dice que “la verdad no es siempre revolucionaria” que sólo puede justificarse desde la nefasta idea de una vanguardia que dirige la revolución y una masa que la sigue.Quizás el texto de Condorcet nos parezca el de las verdades del barquero pero en los tiempos que corren sobre éstas también hay que insistir. El enemigo acecha con todo tipo de sofisticaciones ideológicas, a las que hay que contraponer, entre otras cosas, una buena argumentación.

lunes, 8 de febrero de 2010

"Nosotros los comunistas". Memoria, identidad e historia social

Novedad de la Sección de Historia de la FIM:
Rebelión

«Nosotros los comunistas» Memoria, identidad e historia social Manuel Bueno Lluch y Sergio Gálvez Biesca, (editores) «Nosotros, los comunistas» es un libro que habla de la otra cara de la historia del comunismo. A saber: la protagonizada por sus militantes. Si el PCE ha sido denominado como el «partido del antifranquismo» se debe, principalmente, a su capital humano. Ahora bien, a pesar de su protagonismo en los resultados finales de la transición, el papel de la militancia comunista ha sido relegado de los relatos institucionales y académicos. Esta obra, por el contrario, se interna en las vivencias, ilusiones y fracasos de las mujeres y hombres comunistas que encabezaron la resistencia y oposición antifranquista. Presenta, por tanto, una historia desde abajo y con los de abajo.El presente volumen colectivo recoge las ponencias del II Congreso de Historia del PCE organizado por la Fundación de Investigaciones Marxistas. En aquel encuentro se abordó, por vez primera, de forma rigurosa la «historia social del comunismo». Sus resultados ahora ven la luz y lo hacen de la mano de sus mejores conocedores. A través de sus respectivos epígrafes se exploran las que hasta el momento habían sido las facetas menos conocidas de esta singular historia: Culturas militantes; Imagen, memoria e imaginario colectivo; Los comunistas en los movimientos sociales; El proyecto cultural comunista y los intelectuales; Las mujeres y el PCE, a lo que se suman las reflexiones personales de los profesores Josep Fontana y Francisco Fernández Buey.ÍndiceIntroducción . Por una historia social del comunismo. Notas de aproximación. Manuel Bueno Lluch y Sergio Gálvez Biesca.Identidad, culturas militantes, memoria, imagen e imaginario colectivo de los comunistas durante el franquismo y la transición . Sobre héroes, mártires, tumbas y herejes. Culturas militantes de los comunistas españoles (1939-1962). David Ginard i Féron. . Cenizas que ardían todavía: la identidad comunista en el tardofranquismo y la transición. Xavier Domènech Sampere. . El «orgullo de ser comunista». imagen, autopercepción, memoria e identidad colectiva de los comunistas españoles. Francisco Erice Sebares. . «Nuestros auténticos enemigos». La imagen del comunismo en la dictadura franquista. Francisco Sevillano Calero.Las Mujeres y el PCE durante el franquismo . Militancia, resistencia y solidaridad: las mujeres comunistas y la lucha clandestina del primer franquismo. Claudia Cabrero Blanco. Reivindicaciones y movilizaciones femeninas desde el PCE durante el segundo franquismo. Irene Abad Buil.Los comunistas en la oposición a la dictadura . Una gran apuesta: la oposición política a través de la movilización social. Carme Molinero. . Partido comunista y movimiento estudiantil durante el franquismo. Sergio Rodríguez Tejada. . Las fuerzas del trabajo: los comunistas en el movimiento obrero durante el Franquismo. Rubén Vega García.El proyecto cultural comunista y los intelectuales . Los intelectuales y la política cultural del Partido Comunista de España (1939-1959). Manuel Aznar Soler.Reflexiones . ¿Qué democracia queríamos los comunistas?. Francisco Fernández Buey. . Los comunistas en el final de la dictadura. Josep Fontana i Lázaro.Bibliografía Adjuntamos portadaCoedición Atrapasueños- FIM. 460 páginas. PVP 20€¡Ya en tu librería! Si no lo encuentras en tu librería habitual, la editorial te ofrece facilidades de envío por correo postal. Solicítalo a: atrapasuenos@gmail.com

Lessig califica el acuerdo de Google Books de "senda hacia la locura"

Erick Schonfeld
www.techcrunch.com
Traducido para Rebelión por Ricardo García Pérez

La última persona de la que esperaríamos un comentario en contra del acuerdo de Google Books con el Gremio de Escritores estadounidense (Authors Guild), ese pacto que permitirá acceder en formato digital al contenido de millones de los denominados «libros huérfanos» , es el profesor de derecho de Harvard y defensor de la gratuidad de la cultura Lawrence Lessig. En un extenso artículo publicado en The New Republic califica al acuerdo de «senda hacia la locura» que resultará «asfixiante desde el punto de vista cultural», pero no por las razones que podríamos imaginar.
Lessig cree que el problema no reside tanto en el acuerdo mismo, ni en Google, como en la ley de propiedad intelectual. Pero después de haberse sumergido en la complicada jerga de las 165 páginas del acuerdo, cree más que nunca en la necesidad de revisar la ley de propiedad intelectual para adaptarla a la era de Internet (un tema que ya ha abordado anteriormente ). Veamos lo esencial del asunto, en sus propias palabras:
El acuerdo construye un mundo en el que se puede ejercer el control en el plano de la página, y quizá incluso de la cita. Es un mundo en el que se pueden cobrar derechos por cada bit, por cada palabra publicada. Es lo contrario del viejo eslogan sobre la energía nuclear: como sale tan barato medirlas, se miden todas las minucias. Empezamos a vender el acceso al conocimiento como vendemos el acceso a una sala de cine, a una tienda de golosinas o a un estadio de béisbol. No creamos bibliotecas digitales, sino librerías digitales: un Barnes & Noble sin Starbucks.
Lessig teme que, al descomponer los libros en partes sujetas a derechos de propiedad intelectual, vayamos a encontrarnos con el mismo problema que tenemos hoy día con el cine. Aduce el ejemplo de los documentales que, en ocasiones, son casi imposibles de restaurar o preservar en formato digital porque hay que volver a adquirir los derechos de cada una de las canciones y fragmentos de metraje de archivo. Es producto de la modalidad de contrato de derechos que acabó por ser norma en el cine, donde cada elemento integrante de una película ostenta sus propios derechos a perpetuidad, lo que dificulta aún más la tarea de convertirla a formato digital o transmitirla como bien de la cultura común. Hasta ahora, los libros se consideran en su mayoría como una única obra.
Sin embargo, el lenguaje del acuerdo de Google Books amenaza con descomponer los libros en una suma de elementos. El resultado es que uno podría estar leyendo un fragmento de un libro de medicina en su iPhone en la sala de espera de un hospital para tratar de averiguar qué le pasa a su hijo, como hizo Lessig, y descubrir que no aparece una imagen o una gráfica fundamental porque está sujeta a un contrato de derechos distinto. Como señala Lessig,
en las bibliotecas de verdad, en el espacio físico, el acceso no se mide en páginas (o ilustraciones de páginas). El acceso se mide en libros (o revistas, CD o DVD).
El asunto no consiste tanto en que Lessig crea que el alcance del acuerdo de Google sea malo. En realidad, concede a Google cierto respaldo para el acuerdo, que compensa el acceso gratuito al 20 por ciento incluso de obras sujetas a derechos. (Google ha aducido con vehemencia que el acuerdo es bueno para autores y público por igual, y quiere modificarlo lo menos posible ). Lessig escribe:
El acuerdo contiene muchos aspectos loables. Los pleitos son caros y de resultado incierto. Tardan años en resolverse. La solución con la que dio Google garantizaba al público mayor acceso a contenidos gratuitos de lo que habría producido el «uso honesto». El 20 por ciento es mejor que retazos aislados, y un mecanismo que canalice el dinero hacia los autores va a agradar mucho más que otro que no lo haga.
Pero sienta un mal precedente sobre el modo en que entendemos los derechos de propiedad intelectual sobre obras digitales. Debemos sopesarlos, como hacemos siempre, con el derecho a acceder y transmitir nuestra cultura. Lessig califica el acuerdo de senda hacia la locura porque teme que nos predisponga a convertir el consumo de cultura en «un acontecimiento regulado por ley».
Cuando mandamos a nuestros hijos a una biblioteca para que redacten un artículo de investigación no queremos que accedan sólo al 20 por ciento de cada uno de los libros que necesiten consultar. Queremos que puedan leerlos enteros. Y no queremos que lean sólo los libros por los que otros piensan que estarían dispuestos a pagar para acceder. Queremos que curioseen a fondo: que exploren, que se maravillen, que planteen preguntas... del mismo modo, por ejemplo, que la gente explora, se maravilla y plantea preguntas cuando utiliza Google o la Wikipedia. Vivíamos en una cultura en la que gran parte de la vida cultural proliferaba y se compartía sin que casi ninguno de nosotros hubiera llamado nunca a un abogado especializado en propiedad intelectual.
Estamos a punto de alterar ese pasado, y de forma radical. Y la premisa para ese cambio es un elemento accidental de la arquitectura de la ley de propiedad intelectual: que regula el uso de las copias. En el mundo físico, esa arquitectura significa que la ley regula un conjunto limitado de posibles usos de una obra sujeta a derechos de propiedad intelectual. En el mundo digital, esa misma arquitectura significa que la ley lo regula todo, pues cada uso individual de una creación en el espacio digital constituye una copia. Por tanto, insiste el abogado, cada uno de los usos debe estar autorizado de algún modo. Hasta la digitalización de un libro con el propósito de generar un índice (una acción esencial en el caso de Google Books) hace estallar la ley de propiedad intelectual, ya que la propia digitalización arroja una copia.
Y lo que eso significa, o así lo temo, es que estamos a punto de transformar los libros en documentales de cine. La estructura legal que ahora tenemos en mente para acceder a los libros es aún más compleja que la estructura legal de que disponemos para acceder a películas. O, dicho más llanamente: estamos a punto de convertir el acceso a nuestra cultura en un acontecimiento regulado por ley, con mucha necesidad de abogados y autorizaciones, lo que sin duda representará una carga incluso para obras relativamente populares. O, dicho de otra forma más: estamos a punto de cometer un error cultural catastrófico.
Sencillamente, regular la utilización de copias es absurdo en un mundo digital en el que cada fragmento de contenido se compone de bits, ya que es preciso copiar esos mismos bits para que se puedan consumir o compartir. No existe equivalente digital alguno de la biblioteca o la librería de viejo, en las que se puede conservar la cultura y cualquiera puede acceder a ella. El acuerdo de Google Books contiene cláusulas específicas para bibliotecas y universidades, pero Lessig nos advierte de que no confiemos en que «las empresas privadas (y las entidades de gestión y recaudación pseudo-monopolistas) vayan a conceder favores especiales». Por el contrario, propone algo más radical y de mucho mayor alcance: revisar a fondo la ley de propiedad intelectual, de tal modo que incluya la obligatoriedad de registrar quién es propietario de qué (para facilitar la localización de los titulares de derechos y poder pedirles permiso para utilizar una obra) y contemple la protección de la obra en su conjunto, y no de sus elementos constitutivos.
«Una vez que una obra está acabada -escribe-, debemos reconocer que tiene entidad propia en el seno de nuestra cultura.» Si se autoriza una vez a utilizar una canción en una película o una ilustración en un libro, al cabo de un periodo de tiempo (él propone 14 años), el titular de los derechos de cualquiera de esos fragmentos no debería poder «ejercer el control sobre la totalidad». Y por lo que se refiere al sistema de registro, propone que lo gestionen empresas privadas, de forma muy parecida a como se gestionan hoy día el registro de dominios de Internet, donde las normas para hacerlo están establecidas por la ley. Sería a los titulares de los derechos a quienes correspondería registrarla y, en caso de que no lo hicieran, sus obras ingresarían en el dominio público.
Son propuestas extremadamente razonables que, estoy seguro, los grupos de presión del ámbito de la propiedad intelectual criticarán enérgicamente. Pero es preciso que este debate se produzca y Lessig nos proporciona un buen punto de partida. ¿Cómo modificaría usted la ley de propiedad intelectual para la era digital?
Lawrence Lessig
Lawrence Lessig es profesor de derecho de la Escuela de Derecho de Stanford y fundador del Center for Internet and Society que alberga. Antes de incorporarse a la plantilla de Stanford fue profesor Berkman de derecho de la Escuela de Derecho de Harvard y profesor de la... Más
Google
Google ofrece principalmente servicios de búsqueda y publicidad, que conjuntamente van encaminados a organizar y monetarizar la información del mundo. Además de dar acceso a su motor de búsqueda principal, suministra infinidad de herramientas y plataformas, entre las que se incluyen sus productos más populares... Más
Información suministrada por CrunchBase
Fuente: http://www.techcrunch.com/2010/01/26/lessig_calls_google_book_settlement_a_path_to_insanity/Texto relacionado:El gobierno se opone a acuerdo editorial de Google en EEUU