sábado, 17 de septiembre de 2011

Reseña de la novela "Acceso no autorizado" de Belén Gopegui

17-09-2011
Reseña de la novela "Acceso no autorizado" de Belén Gopegui
Cuando amanezca, nuestros ojos verán

Ramón Pedregal Casanova
Rebelión


Belén Gopegui, la escritora con una literatura fuertemente crítica al sistema de producción actual, no se va del momento que estamos viviendo, quiere discutir el terreno y la fuerza al poder establecido, y descubrir sus contradicciones, sumar, sumar, y sumar fuerzas en el mismísimo estómago de la bestia y contra ella. Belén Gopegui quiere que los lectores nos metamos en las heridas que le inflinge como una astilla y las hagamos cada vez mayores, más grandes, más profundas, hasta que…
Su obra compuesta de novelas como “La escala de los mapas”, “Tocarnos la cara”, “La conquista del aire”, “El lado frío de la almohada”, “El padre de Blancanieves”, “Deseo de ser punk”, o ésta recientemente publicada “Acceso no autorizado”, y ensayos como “Un pistoletazo en medio de un concierto”, entre otros, hacen sobresalir a Belén Gopegui de manera evidente como escritora por su riqueza de lenguaje, su construcción literaria, su capacidad de análisis de los conflictos que expone, su visión de conjunto y estratégica,… con lo que sus novelas trascienden, perduran. Belén Gopegui con su obra ha roto el muro, otro más del poder que nos quiere atados y bien atados, con el que tratan de quitar de nuestra vista la literatura que habla de nosotros, de nuestras contradicciones, y nos rebela la conciencia, ese despertar activo que no producirá nunca la correa de trasmisión novelística y periodística de la gran burguesía.
Belén Gopegui advirtió en el prólogo que escribió a su novela “La conquista del aire” sobre el carácter capitalista del tiempo en que vivimos, la función que ejercen los escritores, y, los intereses que los animan, recordándonos a los lectores el papel de jueces. Y así, jueces, primeros críticos, nos enfrentamos a la construcción literaria interactiva que es “Acceso no autorizado”, una novela como un alternador de corriente: usted lee y transforma la intensidad de su pensamiento en capacidad de discutir el presente. Si Einstein decía que es más difícil partir un átomo que una idea preconcebida, aquí pueden hacer la prueba quienes entregan su cerebro a siglas y gentes de cargo institucional, y verán “cómo lo sólido se disuelve en el aire”, son palabras de Carlos Marx.
La novela plantea las contradicciones que a la vicepresidenta del gobierno de zapatero se le crean ante las contrarreformas puestas en marcha. Las contradicciones empiezan a brotarle cuando un hacker entra en su ordenador, lo que de por si lleva un problema que se hará presente en la lectura: el dominio sobre nosotros de ejércitos empresariales que utilizan la informática para el control social, bajo la capa de prestar un servicio. A través de las diferentes contradicciones la confianza del personaje en la acción gubernamental se resquebraja, y ante sus ojos, conforme habla con el presidente sobre esas contradicciones, se va cayendo el telón que quitaba de la vista el profundo daño social de las acciones implantadas, entre las que resalta la entrega a los bancos de los bienes del Estado. El hasta entonces ignorado peligro de censura, o castigo en cualquier nivel social o institucional, irrumpe, y hace palpitar más la herida, descubriendo, como un personaje extraño a lo que dice la propaganda, al responsable gubernamental máximo:
“ - Estaba equivocada. No puedes dimitir. Puedes no presentarte en las próximas elecciones, pero para irse hay que tener una razón.
-¿Y quién me obliga a quedarme?
- Te lo he dicho: no tienes un motivo para dimitir. No es verdad que estés haciendo ahora, debido a la crisis, una política alejada de tu ideología. No tienes ideología. El buen talante, los derechos civiles a los que llamamos sociales, etcétera: son barniz, aderezos.
- A algunas personas les va la vida en lo que tú llamas aderezos.
- Yo también he dicho esas palabras. Algunas personas serán más felices gracias a tus aderezos, de los que te desprendes con prisa en cuanto te sientes atacado, véase Igualdad. Pero no se trata de algunas personas. Se trata de para quiénes gobernamos, y para qué. La ideología es eso. A tí y a mí, y a Felipe y los demás, nos dieron las respuestas y las aceptamos.
- Me alegro (le dice Zapatero) que hayas tenido esta caída del caballo justo ahora que te vas del poder. … Anunciaré tu destitución mañana...”
Locutores e interlocutores, es una novela fundamentalmente dialogada, van abriéndose paso en la espesura y ocultación política de individuos corruptos por si mismos que habitan bajo el manto del amo. Su lenguaje en ocasiones se hace enormemente preciso para que el lector solo vea lo que sucede ahí y en ese momento, para lo que lo limpia de retórica como una fuerza que no debe maquillarse. La acción transcurre en cuatro meses, y se nos advierte con una metáfora de lo difícil que nos puede resultar ver lo que hay más allá de donde estamos, ver en profundidad. Para ejemplificar esa falta de visión, al comienzo nos sitúa en un espacio urbano y en horas sumergidas en la oscuridad moderna, pero compuesta de verdaderos muros, casas y casas, como pequeñas celdas, habitadas y sin contacto entre unas y otras, y una oscuridad que no deja ver nada de lo que hay poco más allá. Eso podrá verse y saberse con el paso del tiempo, cuando amanezca, nuestros ojos verán.
Belén Gopegui pone sobre la mesa a la tecnología, y muestra sus bondades, bondades que llevan incrustada la vigilancia policial sobre la población, el control de teléfonos e internet al margen de la Ley, sobre todo en periodos de movilización social, y recuerda lo ocurrideo en Atenas en el 2004, ejemplo a tener en cuenta pensando en la toma de las plazas y las calles por los trabajadores durante los últimos meses en el Estado español, lo que conlleva su rápida concienciación social como grupo y su desprecio por quienes disponen del gobierno y por quienes hacen ostentación de ser los próximos. Los personajes se plantean problemas reales, que están en la calle, y también, como en la calle, surgen voces que pretenden un lenguaje cuidado y moldeado en ámbitos contrarios a los sociales, cuidado que en la calle es indicador de desconocimiento, de sumisión, de miedo, y de otras tantas actitudes llenas de matices que finalmente preservan la norma que nos ha hecho callar y nos ha llevado a la situación actual, y en la novela se da una respuesta a tener en cuenta cuando se nos dice:
“ - Pero eso es provocar.
-Eso es enseñar. Marcar el territorio. Si cedes te acorralan.
- Soy demasiado precavido -se disculpaba él.
- Yo creo que nadie es nada. O que son programas abiertos, los hechos nos van cambiando.”
Entretanto, bancarización de las cajas, sobreprecios, mercadeo de los mínimos sociales, y la inversión en el lenguaje, o mejor la perversión del lenguaje, la retórica vacía de quien es responsable público. Se abre paso la libertad para los fraudulentos, a la que acompaña la violencia física, la del atentado contra quien duda, y comienza a través de personas interpuestas, los riesgos de mirar a los derechos elementales que nos pertenecen, la represión venida desde la oscuridad de la noche del Estado capitalista: la primera injusticia contiene más injusticia.
Si en la novela de Belén Gopegui cuentan los hechos, en la realidad también, pero además en la realidad hay que esforzarse para que no se olvide o no se tome como una ficción más. Esos hechos causantes de las desgracias sociales son responsabilidad de quienes los disponen, de quienes los organizan, de quienes ponen en marcha el terror desde el Estado contra los que piden igualdad, y en la novela el espectro del terror se asoma, dejando en esa oscuridad antes señalada la responsabilidad, pero el lector no puede saltar por encima, los hechos son comprobables, las responsabilidades son detectables, y su padre, como poco, es detestable. Pero la novela es ficción. Hay un punto común entre realidad y ficción, es la verosimilitud, la verosimilitud de la ficción nos debe llevar a la realidad, y aquí espera la racionalidad para ser crítica. Con el conflicto planteado con las nuevas tecnologías aparece el de la conciencia ante los bienes de la mayoría social, queda la pregunta de cuánto es el derecho y el respeto que se conserva a los trabajadores y a quién hay que señalar en esta batalla; es preciso saber, y es preciso formar colectivo, y para saber en torno a qué, permítame parafrasear a un personaje de la novela: puede decirse que lo común, lo público, será aquello donde el respeto tiene su origen.
Título: Acceso no autorizado.
Autora: Belén Gopegui.
Editorial: Mondadori.
Ramón Pedregal Casanova es autor de “Siete Novelas de la Memoria Histórica. Posfacios”. Edita Fundación Domingo Malagón y Asociación Foro por la Memoria (asociacion.foroporlamemoria@yahoo.es)

domingo, 11 de septiembre de 2011

11-09-2011
Reseña del libro "Justicia ¿ hacemos lo que debemos"

Rebelión

Justicia ¿ hacemos lo que debemos ? Michael J. Sandel ( Traducción de Juan Pedro campos Gómez) Barcelona: Mondadori ( colección Debate) , 348 páginas, 2011.

Los que nos hemos formado con Althusser y con Foucault tenemos una tendencia mecánica a ponernos en guardia al oir la palabra Justicia. Para Althusser es una idea abstracta que oculta la lucha de clases y para Foucault también esconde algo, en este caso las relaciones de poder. El famoso debate que sostuvo con Chomsky titulado "De la naturaleza humana : justicia contra poder" todavía tiene hoy un interés, aunque afortunadamente nos preocupa más las exigencias concretas de la justícia que los debates teóricos que genera. Como dice Stephane Hessel en ¡ Indignaos! todos podemos tener una noción elemental de la justicia para rebelarnos contra este mundo inaceptable.
En todo caso es cierto que hay tanto peligro en una noción demasiado abstracta de justicia como en una hipercrítica que nos puede paralizar si cuestionamos tanto este sentimiento elemental de indignación. Todas estas cuestiones vienen a cuento porque esta ambivalencia queda muy clara en el libro que nos ocupa. Por una parte plantea unas preguntas muy interesantes para un público muy amplio de ciudadanos que conduce a una reflexión crítica que no hay que desperdiciar. Por otra justamente la formulación abstracta del término esconde, como decían Althusser y Foucault, la lucha de clases y las relaciones de poder.
Sandel plantea la problemática de la justicia muy condicionado por su entorno económico, social y cultural sin la suficiente distancia crítica. Es un catedrático de ciencias políticas de la Universidad de Harvard , donde, según nos dice la contraportada, imparte desde hace dos décadas el curso sobre justícia más popular de la universidad. No es de extrañar, ya que la argumentación es clara, el estilo es brillante y elude además planteamientos radicales uqe podrían resultar incómodos. No nos habla en ningún momento del capitalismo ni tampoco de la tradición socialista. Es como si Marx no hubiera existido y la teoría más de izquierdas en el tema de la justicia fuera la de John Rawls. Para el autor existen tres posturas respecto al tema de la justicia : la de los utilitaristas, la de los liberales y la de los comunitaristas. No sólo esto sino que además no distingue de una forma clara entre la moral y la política. La combinación de estas dos cuestiones le lleva a plantear falsos dilemas. En primer lugar excluye el utilitarismo a partir de su versión más simplista, que es la de Bentham. Aunque habla amplia-mente de Mill las críticas que aparecen a la respuesta utilitarista no tiene demasiado en cuenta los matices de Mill, que la hacen más complicada. En segundo lugar pone en el mismo saco posiciones de política social y económica con otras referidas a lo que podríamos llamar las conductas individuales. De esta forma identifica casi siempre liberal con la defensa de las libertades y del mercado, llegando al extremo de llamar libertarios a los que defienden libertades individuales radicales y una economía de mercado pura ( con lo que vemos que igual que no existe el socialismo ni el comunismo, tampoco el anarquismo). Liberales son, según su planteamiento, los que defienden un individualismo basado en la libertad de elección, la cual cosa hace que sean reacios a las intervenciones del Estado, que vale tanto para las costumbres como para los impuestos). Aunque critica este enfoque desde una postura moralizante lo hace sin cuestionar el mercado y sin hablar de capitalismo. Wallernestein nos ha mostrado como el capitalismo es una lógica de acumulación de capital a la que se subordina el mercado a través de la intervención del Estado. Otro gran sociólogo, Zygmund Bauman, también ha insistido en la simbiosis real entre Capital y Estado. Una reflexión política crítica debe cuestionar la ideología del liberalismo que niega esta evidencia histórica. También estaría bien que se leyera otro interesante estudio desde la psicología social crítica, "El tratado de la servidumbre liberal" ( su autor es Jean-León Beauvois) para entender el gran engaño sobre la capacidad de elegir en una sociedad tan manipulada como la nuestra. Parece que Sandel es incapaz de cuestionar toda esta ideología y él mismo es presa de ella.
Hay otra cuestión muy discutible, que es la manera ambigua como trata la justícia en un terreno intermedio entre la moral y la política. Primero explica a fondo las teorías morales de Mill y Kant para pasar indistintamente a las teorías políticas de Aristóteles y Rawls. Su opción es el comunitarismo, entendido como una capacidad narrativa desde la que construimos nuestra libertad, que no es una simple capacidad de elección individual y como regulación moral de la política y la economía. El empeño de dar un contenido a nuestra vida desde una narración que le de sentido está bien: siempre me ha gustado la afirmación de Paul Ricoeur cuando nos invitaba a hacer de nuestra vida una narración ética y estéticamente soportable. Pero lo que es cuestionable es la dimensión comunitaria de esta narración. A partir del ejemplo de las responsabilidades colectivas nos plantea que sólo desde este planteamiento un pueblo puede pedir perdón a otro que ha sido su víctima. Dice Sandel que hay una responsabilidad compartidas que van más allá de aquello a los que nos comprometemos, que aceptamos como contrato ( como plantearía Rawls). Creo que el dilema es falso. Uno sólo puede pedir responsabilidades por su conducta y por sus consecuencias. Las responsabilidades colectivas me parecen muy cuestionables porque se parte de una identidad supuestamente homogénea. Un alemán no debe asumir responsabilidades contra un judío o un judío contra un palestino si no se ha implicado activa o pasivamente en la agresión. Hubo alemanes víctimas del nazismo y que lucharon contra él, igual que israelitas pacifistas que defienden la causa de los palestinos. Las narraciones comunitarias crean falsas identidades colectivas, sean a partir de la lo étnico, lo cultural o lo nacional, que tantos desastres han causado. Otra cuestión que me parece teriblemente confusa es cuando dice que no podemos separar las convicciones morales y religiosas de las políticas. Me parece un paso atrás volver a considerar las creencias religiosas como algo público y no privado del gobernante ( como hace Obama respecto a Kennedy). Si hablamos de moral lo único que debe inspirar la política ha de ser un proyecto moral universalista, como el de la "Dearación Universal de Derechos Humanos."
De todas maneras hay que reconocer que Sandel plantea problemas morales interesantes, que a veces son desconcertantes o molestas para la izquierda. ¿ Debemos considerar el servicio militar como una prestación cívica o dejar la defensa en manos de un ejército profesional ?. Los ejércitos existen y no hay que esconderse en proclamas antimilitaristas para escabullir el problema. Recordemos que Chomsky defendía el servicio militar porque sino, decía, se condena a los hijos de las familias obreras no cualificadas a hacer la guerra. También tenemos el espinoso tema de la discriminación positiva ( estiremos de las orejas al traductor cuando lo traduce por "acción afirmativa"). Incluso vale la pena seguir su razonamiento sobre la finalidad del matrimonio para centrar la polémica sobre la legalización de los matrimonios gays. O los niveles de solidaridad en función del vínculo afectivo o de identificación, dificil tema que sólo había leido en otro filósofo, Appiah.
El libro presenta un interés pero tiene el tremendo fallo de esconder la que me parece la única opción justa, aunque esté por construir. Es la de una tradición de socialismo democrático que quiere combinar la libertad de los antiguos ( las virtudes cívicas) con las de los modernos ( la libertad personal). Sandel se empeña en contraponerlas al identificarlas con unas alternativas tan excluyentes como discutibles como el comunitarismo y el liberalismo.