sábado, 29 de enero de 2011

Caín viendo llover en La Habana


29-01-2011

Caín viendo llover en La Habana

Página 12


Leyendo al pasar descubro que Cabrera Infante tuvo en 1971 un colapso emocional, trabajando de guionista en Los Angeles. Parece que su plan, cuando fundió biela, era insertarse en Hollywood y quedarse allá con su formidable compañera de toda la vida, la escultural Myriam Gómez. Por un instante pude verlos a ambos vestidos de fiesta, montados en un convertible que se perdía por una carretera paralela al mar, con el viento en la cara y el sol poniéndose en el horizonte, hasta que me acordé de que todo cocktail-party hollywoodense no sólo empieza sino que muchas veces termina cuando aún es de día, y al instante la imagen se me hizo humo entre los dedos: sin noche, no hay Cabrera Infante; cualquiera que haya leído Tres tristes tigres lo sabe. Es cierto que Cabrera (llamémoslo Caín, como le gustaba firmar a él) pertenecía mucho más al sol que al cielo encapotado londinense (lo decía él mismo, cuando alguien le elogiaba su vestuario y su porte impecablemente british: “Si me quito toda mi ropa inglesa, no se ve nada”). Es cierto que por sus venas corría celuloide líquido y nadie sabía más que él de la Fábrica de Sueños (y Myriam Gómez era mucho más Hollywood que Swinging London, aunque las minifaldas de Mary Quant le quedaban como si se las hubiesen inventado especialmente). Pero Los Angeles no era para Caín. Esa es la gran paradoja: que en un oscuro departamento de Londres pudiera convocar mejor la noche habanera que a la sombra tibia de las palmeras de Carmel.
Es cierto que la noche que visitaba Caín era la noche de su alma: la de su Ciudad Perdida. La vieja Habana Vieja se había perdido para entonces en la noche de los tiempos y Caín necesitaba un culpable, y ese culpable era Fidel. Pero no fue Fidel sino Hollywood el que lo quebró. Aquel colapso emocional desembocó en internación, y durante la internación lo sometieron a dieciocho sesiones de electroshock, que le quedaron grabadas para siempre. El miedo a volverse loco se posó como una sombra negra sobre el paisaje de su Ciudad Perdida, y Caín pasó a hablar más de la nube negra (su némesis, Fidel) que de su amada Ciudad Perdida. Los puristas dirán que lo que digo no es cierto, que Caín publicó en 1979 su última gran novela, La Habana para un infante difunto. Pero a mí nadie me quita la sospecha de que ese libro ya estaba escrito cuando le sobrevino el crack-up en Hollywood, y Caín se pasó los ocho años siguientes viviendo en esas páginas, simulando que las corregía, hasta que ya no quedó savia en esos papeles que justificara seguir postergando su publicación.
No por nada, cuando el libro apareció en inglés, traducido por él mismo, lo retituló Infante’s Inferno: ya no hay Habana sino Infierno, y el infante difunto está en él. Miren, si no, Mea Cuba, el ladrillo que reúne toda su “prosa política”, sus escritos anticastristas (empezando por aquel reportaje tristemente célebre que le hizo Tomás Eloy en Primera Plana, donde Caín anunció al mundo desde Londres que se ponía en la vereda de enfrente de la revolución). Todo ese libro habla de la nube negra; a duras penas se ve Cuba detrás. Siempre me ha llamado la atención que los disidentes soviéticos (desde Ajmatova y Pasternak hasta Vasili Grossman y Josef Brodsky) produjeran una literatura tan potente desde la disidencia y que a los disidentes castristas les pase exactamente lo contrario: pierden su potencia literaria cuando se hacen anticastristas, sean cubanos o extranjeros.
Quizás exagere, quizá generalice al pedo movido por la pena. Pero pocas cosas me han dado tanta tristeza en mi vida de lector como los libros de Caín posteriores a La Habana para un infante difunto. Pocos libros del boom amé tanto como Tres tristes tigres. Hasta la famosa declaración de Caín al respecto (“¿Del boom? Inclúyanme afuera”) me podía. Cuando los juegos de palabras están realmente vivos, cuando un tipo que es brillante verbalmente logra apresar verdadera sustancia en esos juegos de palabras, hace que en nuestro oído nos funcionen los cinco sentidos. Y difícil estar más adentro de un texto que cuando nos abarca de esa manera. Eso fue Caín para mí, y para muchísimos otros, sospecho, hasta que se lo comió la nube negra.
Cuando le preguntaban a Virgilio Piñera por qué no se iba de la isla, él contestaba: “Quién puede renunciar a su más querida costumbre”. Cuando se lo preguntaban a Lezama Lima, él decía: “El extranjero mata” (porque su padre murió en el único viaje que hizo al extranjero). Caín, en cambio, escribió: “Nada mata tanto a un escritor como dejar de escribir bien”. Era un dardo envenenado, en alusión a la frase de Jacques Vaché que Cortázar puso como epígrafe de Rayuela (“Nada mata tanto a un escritor como tener que representar a un país”) que le volvió como un boomerang y soltó su carga tóxica por partida doble: Caín murió por dejar de escribir bien, por tener que representar no a un país sino a un pedazo de país, o a algo peor: un odio.
Una sola vez logró volver a su Ciudad Perdida después de La Habana para un infante difunto. El libro se llama Vidas para leerlas. Hay que leer el título a la cubana (“Vida-pa-leélas”) para disfrutar más la alusión en clave habanera a las Vidas paralelas de Plutarco, el libro que en mi humilde opinión inventa toda la literatura (al menos la literatura que me gusta a mí). Cuando Plutarco supo que los griegos no veían en Heródoto al Padre de la Historia sino al Padre del Chisme, dijo: “Exclúyanme adentro”, que viene a ser lo mismo que terminó pasando con Caín y el boom. Plutarco, como sabemos, hablaba de nobles griegos y romanos como si los hubiera conocido. Lo mismo hace Caín en Vidas para leerlas: vuelve, por última vez antes de morir, a su Ciudad Perdida, con la excusa de hablar de los nobles que supo conocer allí. Difícil imaginar un libro más crepuscular: parafraseando otro título de Caín, es una larga, agónica vista del atardecer en el trópico. Luego vendrá la noche, y ya se sabe lo que pasa en las horas oscuras. El propio Caín nos lo dice: “¿Por qué uno siempre recibe las cartas con ilusión y en cambio teme el timbrazo del teléfono por la noche?”. Cada una de las semblanzas de Vidas para leerlas parece detonada por un timbrazo del teléfono en medio de la noche. En la frase más conmovedora del libro, Caín dice: “Detesto escribir necrológicas sobre mis amigos, pero es un poco como cerrarles los ojos”. Ni el propio Plutarco hubiera sabido decirlo mejor.

viernes, 28 de enero de 2011

La memoria de los médicos republicanos en la URSS


28-01-2011

Un libro del neurólogo Miguel Marco recupera las experiencias de los sanitarios de la II República emigrados a la Unión Soviética
La memoria de los médicos republicanos en la URSS



Rescatar del olvido las biografías de los médicos republicanos que se vieron forzados a emigrar a la URSS, entre otras razones por su militancia política y su papel destacado en la guerra civil, es el objetivo del neurólogo aragonés Miguel Marco en su libro “Los Médicos Republicanos españoles en la URSS”, que acaba de publicar la editorial Flor del Viento.
Como en cualquier investigación vasta y prolija, y esta lo es, el autor parte de una motivación personal que le aproxima al objeto de estudio. En este caso su suegro, Claudio Ramell, un piloto republicano que emigró a la URSS en septiembre de 1938, donde aprendió el oficio con 23 años. Como la mayor parte de los aviadores exiliados, a Claudio nunca le gustó hablar de su etapa soviética y este hermetismo fue si cabe un acicate para la investigación del Miguel Marco.
El libro adopta una perspectiva muy amplia, casi global. “Analiza la vida de la comunidad española en la URSS, ya que me parecía un poco injusto limitarme a los médicos. Abordo el trabajo del colectivo sanitario, incluidos enfermeras y farmacéuticos, pero también aparecen los niños de la guerra, los viajeros republicanos, los militantes ingresados en el Gulag o personajes que alcanzaron un lugar en la nomenklatura soviética”, apunta el autor.
En efecto, el exilio republicano en la URSS excede con mucho a los facultativos. De las cerca de 4.500 personas que se exiliaron, unos 3.000 eran niños de entre 3 y 15 años, sobre todo vascos y asturianos. Después de los menores, el grupo más numeroso lo formaban cuadros y militantes del PCE, junto con sus familiares.
Y en este contexto es donde cabe integrar a los sanitarios, como hace Miguel Marco: 88 “niños de la guerra” acabaron ejerciendo como médicos, preferentemente generalistas, después de estudiar en los institutos médicos de la URSS (82 eran mujeres; de hecho, en la Unión Soviética la medicina se asociaba a la condición femenina). Del grueso del exilio, sólo 20 personas se dedicaban a la salud.
Antes de ahondar en perfiles concretos de personajes, Marco traza una amplia tipología de la emigración: personajes exiliados que durante la II República ocuparon altos cargos en materia sanitaria; médicos que atendían a los “niños de la guerra”; galenos prisioneros en el Gulag; “niños de la guerra” que se convirtieron en médicos, entre otros apartados.
Miguel Marco, doctor en Medicina y especialista en esclerosis múltiples y epilepsia, asegura que ha sido una investigación de archivo y de historia oral “muy laboriosa, de hormiga, aunque hecha por puro placer”. De hecho, su profesión la ejerce en el hospital “Parc Paulí” de Sabadell.
El interés de los personajes ha ayudado al autor a desarrollar este minucioso estudio, a caballo entre la Memoria Histórica y la Historia Social de la Medicina. “La biografía de muchos de ellos es como una novela de aventuras”, asegura Marco. Y añade que, a pesar de apostar su trayectoria vital a una idea, “han sido condenados al olvido; ni siquiera se les ha dedicado una calle o una plaza”. Tal vez el libro constituya el inicio de su rehabilitación.
Uno de los personajes más sobresalientes del periodo es Marcelino Pascua, primer director general de Sanidad de la II República y hombre de una personalidad íntegra, que el franquismo no pudo embadurnar a pesar de asociarlo torticeramente al “oro de Moscú”. Amigo de Negrín y uno de los padres de la Epidemiología moderna, Pascua ocupó el cargo de embajador de España en la URSS durante tres años, antes de marchar Francia. Según el investigador, “se trata de un personaje absolutamente desconocido, a quien no se ha dedicado siquiera el nombre de un hospital”.
Entre otras muchas personalidades que el libro recupera está, asimismo, la de Juan Planelles, el médico del PCE más connotado por sus grandes aportaciones científicas, sobre todo en el campo de las enfermedades infecciosas y la sintetización de antibióticos. Gran amigo de la Pasionaria y colaborador de Marañón, este gran científico realizó en España el primer experimento para investigar el “reflejo condicionado” de Paulov. Planelles llegó incluso a ocupar un lugar en la Academia de Ciencias Médicas de la URSS.
A pesar de la exhaustividad y la profusa documentación del estudio, su rigor y la solidez de la bibliografía, el libro resulta de amena lectura. Y esto no es fácil de conseguir. Se trata, en suma, de un paso más en la reivindicación de la memoria historia de los derrotados. Una brillante aportación que insufla energías para continuar las luchas del presente.

domingo, 23 de enero de 2011

¿Chejov escribe “lo mejor posible”?


23-01-2011

Reseña de La isla de Sajalin de Antón Chejov, Editorial Alba
¿Chejov escribe “lo mejor posible”?



Tan resolutivo y sin embargo escribía sobre gentes comunes, de vida trivial, aburrida, que aunque se ahogan se resignan, sobre personas altruistas cuya labor infatigable es destruida por quienes no conocen más que la brutalidad, sobre gentes que hablan y hablan y se pierden en las palabras sin hacer nada, gentes que engañan y se encadenan, gentes que se humillan para conseguir su propósito y al comprobar que está fuera de su alcance se enfurecen con quien les ayudo, gentes en la esperanza y en la desgracia más descarnada, haciendo brotar así el rubor, la vergüenza, el sentimiento de transformación necesaria … Me refiero a Chejov, un alentador de la voluntad y el conocimiento humanos, y un crítico de la fuerza, de la falsedad y del apartamiento del mundo.
Entre las tonterías que se han dicho de él recuerdo una de carácter político atribuida tras su viaje a la isla-presidio de Sajalin. El autor de semejante asunto escribió hace unos años que Chejov creía en el “liberalismo”. ¿El “liberalismo”?, ¿Quién le ha encargado que le endilgue a Chejov semejante posición en el mundo en que vivimos? ¿A qué se refiere? Si Chejov leyese que le atribuían tal actitud ante la vida, ¿ante la sociedad?, ¿ante la política?, ¿ante la economía?, ¿ante el mundo?, le habría dedicado un cuento a semejante personaje que por cobrar algún dinero falsifica la vida de otro, y nos lo habría expuesto urdiendo en su cabeza qué decir y cómo, para satisfacer al empresario del periódico, cuántos artículos podría escribir si hacía lo que quería aquél y cuánto le pagaría por ser un falsario y poner en el papel lo convenido. Nos contaría todo esto sin alteraciones y sin moralina, dejándonos ver, entender y juzgar. Pero hay otros autores que han dicho de él que era “un individualista y un artista” porque no se afilió a ningún partido político, el que dice tal cosa es Nabokov, un escritor proveniente de la aristocracia rusa.
¡Qué empeño en desvirtuar a Chejov señalando algo que él no dijo nunca! ¿No tenía posiciones ideológicas? ¿Nabokov que era anticomunista y explicaba las novelas bajo tal perspectiva no tenía tampoco posiciones ideológicas? Ideología etimológicamente viene de idea, que en filosofía indica la visión que se tiene del mundo, ¿y Chejov no tenía una idea sobre el mundo? Por ejemplo, cuando dimite de la Academia rusa por la expulsión de Gorki ¿no tomó posición ante un hecho de trascendencia política?, porque Gorki no era un escritor ajeno a lo que ocurría en Rusia.
Otro ejemplo, traigo aquí lo que dice Nabokov de Chejov: “era un individualista y un artista”. Nabokov, además de verter una idea reaccionaria de lo que es ser artista, en su ideario es colocarse al margen de lo que ocurre en el mundo, creyentes de esa falsificación hay muchos, además, falsifica la actitud nada individualista de Chejov ante la vida, Chejov, nieto de un esclavo que compró su libertad, escribía a su editor Suvorin en 1894: “…He creído en el progreso desde la infancia, como no podía ser de otro modo, porque la diferencia entre la época en que me azotaban y aquella en que dejaron de hacerlo era enorme. …la filosofía tolstoiana me ha afectado profundamente y me ha dominado durante seis o siete años; lo que más influía en mí no eran las tesis fundamentales de Tolstoi, que ya conocía de antaño, sino su modo de exponerlas, sus razonamientos, y, probablemente, una especie de imnotismo. Pero ahora algo protesta en mi interior; un razonamiento imparcial me dice que hay más amor por la humanidad en la electricidad y la máquina de vapor que en la castidad y en la abstención de comer carne”. Ni “liberalismo”, ni individualismo, ni artista por encima o al margen del mundo.
Más ejemplos. Desde las editoriales y sus llamados periódicos y suplementos para su propaganda ideológica, el sistema de producción de libros dominante nos vende con diferentes formas la falta de compromiso de Chejov. Siempre es la misma matriz, el mismo sistema de propiedad, la que pone a la venta diferentes marcas, diferentes formas de decir lo mismo. Patricia Ginzburg declara refiriéndose a Chejov: “…un novelista no debía ponerse como objetivo tratar de mejorar la sociedad, sino simplemente escribir lo mejor posible sus novelas”. Y luego sigue: “ … No he escrito nunca novelas comprometidas; hasta cierto punto la idea de la falta de compromiso me ha parecido la única justa para un novelista”. Todo está meridianamente claro, pero ¿Chejov es ella?
¿Por qué piensan éstos personajes que los novelistas no pueden tener compromiso? ¿Tienen éstas personas el compromiso de declarar que se es escritor cuando no se tiene compromiso? ¿son seres inmaculados y lo que escriben no tiene que ver con una visión del mundo? ¿los escritores se creen el cuento de la equidistancia y se ponen por encima de sus intereses, y ahora sí, intereses de clase? La equidistancia no existe, es una medida defensiva y una manera de sostener la norma. Los escritores escriben, como cualquier otro trabajador hace su trabajo, los escritores proyectan ideas, quieren abitar la conciencia del lector, ¿ese es su compromiso? ¿pero qué ideas quieren introducirle?, porque con ellas se ganan la vida o buscan la fama, o buscan ¿qué buscan? ¿situarse al margen de todo lo que les rodea y nos rodea? ¿en ese caso por qué buscan a los lectores?, quédese al margen, ¿o es que pretende que seamos los lectores los que nos quedemos al margen para que actúen sobre nuestras vidas los que lo tienen establecido así?: entonces esos escritores no están al margen. ¿Si buscan lectores para influir en ellos y que les den su dinero, a ellos, a la editorial y su consejo de accionistas, a la distribuidora, que es del consejo de accionistas, al periódico, que es del mismo consejo de accionistas, al banco que es del consejo de accionistas, y sus financieros dueños de la editorial, de la distribuidora, del periódico, y del banco, ¿hay alguien que escriba que se crea que él y el banco son independientes?: recemos: los bancos son independientes, los bancos son independientes, los bancos son independientes,… Amén; y los banqueros y sus editoriales son amigos de los escritores que declaran “que un novelista no debía ponerse como objetivo tratar de mejorar la sociedad, sino simplemente escribir lo mejor posible sus novelas”. ¿Sabemos lo que es “escribir lo mejor posible sus novelas”?. ¿A qué le llaman “el compromiso de hacer bien su trabajo”? ¿A hacer un envoltorio nuevo a las ideas de la clase social a la que pertenece o a la que sirve el dueño de la editorial, de la distribuidora, del periódico, y del banco? Como la novela es conflicto ¿escribir bien es no dudar de nada, no descubrir nada, no tratar el conflicto de manera que dé paso a una perspectiva? Mover el lenguaje para que todo quede igual, cambiar de forma pero no de fondo, suena a “dejarlo todo atado y bien atado”. Es decir: sacar lo menos posible de tanta palabra. Ese escritor elabora sus construcciones con palabras que actúan en el cerebro de las personas lectoras como paliativos, nada de hacer pensar, distraer. Decir que el compromiso de quien escribe es con su escritura, “hacerlo bien”, es no decir nada. El compromiso de quien escribe está en su escritura, ahí es donde leemos, sabemos, si su lenguaje transporta inquietudes de cambio en el lector, sabemos si tiene proyección social o es individualista, liberal y escribe “bien sus novelas”. ¿Entonces por qué se empeñan en subrayar que Chejov era un individualista y un artista, que no debía intentar mejorar la sociedad, que la única idea justa para un escritor es la falta de compromiso?
Los cuentos de Chejov, sus obras de teatro son bien conocidos, pero veamos un libro menos conocido por los lectores, “La isla de Sajalin”, libro escrito como consecuencia de su viaje a la isla-prisión para conocer lo que allí ocurría, ¿artista individualista, sin compromiso?, su palabra forzó al régimen zarista a mejorar las condiciones de vida de los presos. La isla de Sajalin, en el último extremo de Siberia, próxima a Japón, ofrecía una historia oscura y amenazante para los conciudadanos de Chejov. Escribe a Suvorin, su editor, que como él, se refiere a Suvorin, hay mucha gente a la que parece no interesarle lo que en esa lejana isla ha ocurrido y se lo critica: “Sajalin sólo puede carecer de interés a una sociedad que no haya deportado allí a miles de hombres y no gaste en ellos millones de rublos. A excepción de Cayena en la actualidad y de Australia en el pasado, Sajalin es el único lugar donde se puede estudiar la colonización por parte de delincuentes”. Y continua hablando sobre la necesidad de resolver los problemas sociales y llama a considerar Sajalin como un problema moral y ver en Sajalin “un asunto de tanta importancia como para los militares es la principal plaza militar”. Por sus lecturas, dice, conoce cómo se han podrido millones de personas en aquella prisión y cómo se sigue haciendo, cómo se les hace cruzar Siberia cargados de cadenas, cómo se contagian de enfermedades, cómo se corrompe a los presos, como se degenera al ser humano, y señala que la culpa es de todos y cada uno de los que consienten la situación de los detenidos: “el problema carcelario no ofrece ningún interés para nuestros juristas”. 
Chejov, que empezaba a manifestar síntomas de tuberculosis, cruzó Siberia a caballo, en barco, andando, en coche de postas, viajó de todas las formas posibles por un espacio peligroso. Tardó 2 meses y 20 días en llegar a la isla-prisión y permaneció en ella algo más de 3 meses, el 13 de Octubre de 1890 se embarcó de vuelta.
Una vez en Sajalin, Chejov despliega todas sus energías en pos del conocimiento de la realidad, para detallar en sus escritos todos y cada uno de sus pormenores entra en cada una de las celdas y habla con los presos, en cada colonia y en cada casa de aquellos a quienes se permite vivir fuera de la prisión, y lo que descubre está mucho más allá de todo lo que había leído antes de partir. Aún así queda sin registrar en sus fichas y cuadernos las condiciones en que se encuentran los presos políticos, se le prohibió expresamente. Visitarlos. Lleva una acreditación como periodista facilitada por su editor, y eso influye en el comandante que gobierna la prisión y le entrega un visado para hacer su trabajo, con la prohibición ya mencionada de hablar con los presos políticos. Para asegurarse, el comandante envió un documento secreto a los diferentes responsables con el fin de que por allí por donde pasase Chejov le impidiesen toda relación con esos presos. ¿Cómo sería la vida de éstos si la contemplación de la existencia del resto de los presos y el trato a que se les sometía hizo que Chejov escribiese al terminar que había hecho “un viaje al infierno”? La exposición de las condiciones de vida, hambre, frío, castigos, tratos degradantes, deshumanización total, aún lleva a Chejov a poner el acento en los más débiles de todos aquellos desgraciados: las mujeres y los niños, ellas repartidas como ganado entre los guardianes y presos empleados para colonizar, y los niños que, sin protección ninguna, pasan por todas las vicisitudes y sufrimientos para morir antes o después. Los niños, las niñas, llegaban acompañando al padre o la madre. Permítanme un ejemplo, hay muchos más en el libro: “El 8 de Julio, antes del almuerzo, el Baikal levó anclas. Con nosotros iban unos trescientos soldados al mando de un oficial, y varios presos, a uno de los cuales lo acompañaba una niña de cinco años, su hija, que se aferró a sus grilletes en el momento en que el padre se disponía a subir por la escalerilla. También atraía la atención una presa a la que su marido seguía voluntariamente al penal”. Y junto a escenas como ésta Chejov contempla el incendio de un bosque que al tiempo que el fuego lo consume a nadie parece preocuparle. Toda una visión chejoviana de la sociedad adormecida o deshumanizada. Chejov, recordando sus lecturas sobre Sajalin nos dice: “Un periodista que al principio tenía miedo de cada arbusto y que, cada vez que se encontraba con un preso en la carretera o en un sendero, palpaba el revólver que guardaba debajo del abrigo, hasta que se tranquilizó y llegó a la conclusión de que los presos, en su conjunto, son un rebaño de borregos cobardes, perezosos, muertos de hambre y serviciales”. En cualquier caso, -continua Chejov- para pensar que los presos rusos respetan la vida y la bolsa del prójimo sólo porque son perezosos y cobardes, hay que tener muy mala opinión de los hombres en general o no conocerlos en absoluto”. Esa “muy mala opinión” es fruto de la división social y de la negación al conocimiento de la sociedad en la que se está.
Chejov observa cómo la violencia ejercida contra los presos los ha llevado a un estado de sumisión tal que no se reconoce en ellos al ser humano: solicitan al gobernador, al que tienen que llamar “el más cortés de los gobernantes”, algo que no le cuesta el más mínimo esfuerzo. De la misma manera conoce sus historias terribles, tras contarle su desgracia, algo verdaderamente trágico que llena de espanto, una anciana, como transformándose en otra persona que sorprende más allá de la emoción causada, le pide que les compre un poco de chucrut; otra de las veces un hombre le cuenta como cargado de cadenas recorrió las cárceles de Siberia mientras era seguido por la mujer y la hija hasta llegar a Sajalin. Tardó 3 años en cruzar Siberia a pie, y el hijo, que iba en barco a encontrarse con ellos, llegó 3 años antes. En el camino murió la hija y el sufrimiento dejó en los otros una herida incurable. Después de tanto infortunio el padre aceptaba resignadamente su vida como la voluntad divina, era el único refugio.
El relato que Chejov hizo de lo que ocurría en Sajalin fue una bomba de despertar social, fue una explosión que, si ya se sabía, rebeló a los ojos de la población lo instituido, lo que forzó al tirano a emprender una serie de cambios en la isla-prisión con lo que mejoró la vida de los presos.
El libro se publicó en 1893. ¿Era Chejov “un artista y un individualista”? ¿Debía oponerse a mejorar la sociedad y “escribir lo mejor posible”?
Ramón Pedregal Casanova es autor de “Siete Novelas de la Memoria Histórica. Posfacios”, editado por Fundación Domingo Malagón y Asociación Foro por la Memoria (asociacion.foroporlamemoria@yahoo.es)

viernes, 21 de enero de 2011

"El funcionamiento del capitalismo es posible gracias al funcionamiento co-evolutivo entre diferentes las diferentes esferas de actividad"


21-01-2011

Reseña del libro The Enigma of Capital and the Crisis of Capitalism de David Harvey
"El funcionamiento del capitalismo es posible gracias al funcionamiento co-evolutivo entre diferentes las diferentes esferas de actividad"



La izquierda sigue sufriendo los mismos problemas: está dividida y atrapada por su fetichismo de las formas organizativas. Cada grupo tiene su visión de lo que es una organización perfecta, pero independientemente de los problemas con que se encuentran. Es como si un médico propusiera el mismo tratamiento para un simple arañazo en el dedo o una grave gripe1.
En esa pequeña joya que es Breve historia del neoliberalismo, el antropólogo y geógrafo marxista, David Harvey, expone el concepto de “acumulación por desposesión”. Para Harvey la acumulación por desposesión se produce cuando en el proceso de acumulación del capital2 los capitalistas no se dan por satisfechos con la tasa de beneficios que obtienen y recurren , por tanto, a la apropación de bienes públicos3. Según el pensador británico, el ascenso de las políticas neoliberales con la cosecuente reestructuración de las formas de producción capitalista, ha producido nuevas formas de movimientos y protesta social que rompen con la tendencia clásica de los partidos políticos y sindicatos tal y como son conocidos desde la Guerra Mundial. Por ejemplo, los procesos de deslocalizaciones y subcontratación así como la utilización de la mujer como mano de obra barata y los regímenes políticos impuestos por el neoliberalismo en una buena parte del mundo, han producido una diversidad de formas de lucha política y social diferentes a las conocidas comúnmente.
Pero las luchas contra la acumulación por desposesión están fomentando la apertura de líneas de lucha política y social bastante diferentes4.
Tales son formas como las de organización política de los zapatistas, que no aspiran a tomar el poder, sino a cambiar determinadas condiciones sociales; los sin techo; los movimientos agrupados en el Foro Social Mundial; ONGs; etc... Ahora bien, ello no significa renunciar a la lucha de clases. Frente al pensamiento postmoderno y neoliberal que pretende negar la existencia de tal lucha y postula el fin de la historia, para Harvey, la “guerra de clases” existe aunque para llegar a este concepto utiliza un camino a la inversa del que normalmente usamos. Según nuestro antropólogo, hay que hablar primero de “guerra de clases desde arriba”. Esta “guerra de clases” es mantenida constántemente por los capitalistas, y el surgimiento y ascensión de los regímenes y políticas neoliberales es, consecuentemente, el proceso final de reestructuración de la misma:
Por lo tanto, la primera lección que debemos aprender es que si parece una guerra de clases y actúa como una guerra de clases, hay que llamarla por lo que es con llaneza. La masa de la población o bien tiene que resignarse a la trayectoria histórica y geográfica definida por el opresivo poder de la clase dominante en continuo desarrollo, o bien tiene que responder a éste en términos de clase.
Y continúa diciendo:
Exponer la situación en estos términos por una perdida edad de oro en la que una categoría ficticia como “el proletariado” era operativa. Tampoco signica necesariamente (si es que alguna vez lo significó) que haya una sencilla concepció de la clase a la cual podamos apelar como agente principal (por no decir exclusivo) de la transformación histórica. No existe un mundo utópico de fantasía marxiana al que podamos retirarnos. Apuntar la necesidad y la inevitabilidad de la lucha de clases no equivale a decir que la manera en que se construye la clase viene determinada o incluso es determinada de antemano5.
Además de defender un carácter más pragmático que real del término proletariado, el profesor Harvey, parece decantarse, frente a la clásica concepción marxista del determinismo histórico, por una determinada contingencia histórica que, de todos modos, no invalida la efectividad de conceptos como los de proletariado y concienciación social ni significa una renuncia a la lucha anticapitalista.
También se puede decir algo sobre el probable desarrollo futuro del orden social en tales lugares (se refiere a cualquier sociedad cuyo modo de funcionamiento se rija por el capitalismo) dadas las tensiones y contradicciones entre las esferas de actividad, incluso si se reconoce que la probable evolución dinámica no es determinante sino contingente6.
Nos encontramos aquí con la introducción de un nuevo concepto, la concepción de “esferas”de actividad. Según el profesor Harvey, el funcionamiento del capitalismo es posible gracias al funcionamiento co-evolutivo entre diferentes las diferentes esferas de actividad. Distingue siete esferas de actividad que posibilitan y condicionan tanto el funcionamiento de la sociedad capitalista como su posible transformación. Estas esferas son: la de las tecnologías y las formas organizativas; la de las relaciones sociales; la de las disposiciones institucionales y administrativas; la de la producción y los procesos de trabajo; relaciones con la naturaleza; reproducción de la vida diaria y de las diferentes especies; y la de las concepciones mentales del mundo7. La disrupción en el funcionaminto harmónico de tales esferas puede provocar crisis en el mismo sistema capitalista. Por ejemplo, la brecha abierta entre la esfera tecnológica que produce un aumento de la productividad que no repercute en una mejora de las condiciones de vida de la población sino que produce más desempleo mientras que aumenta las ganacias de unos cuantos. Tal disrupción también puede hacer fracasar proyectos de transformación social, como en el caso de los países socialistas, donde el desfase entre la esfera tecnológica y otras esferas de actividad como la de las relaciones con la naturaleza y la de las relaciones sociales causó graves problemas. Pero más allá de estas consideraciones, aquello sobre lo que David Harvey dirige nuestra atención es en la necesidad de que una verdadera transformación social solo es posible si se produce en todas y cada una de las esferas de actividad. Para él, este análisis del funcionamiento dialéctico de las esferas no es incompatible con la interpretación marxista de la historia.
Toda la narración hecha por Marx de la ascensión del capitalismo a partir del feudalismo puede, de hecho, ser reconstruída e interpretada en términos de un movimiento co-evolucionario a través y mediante las siete esferas de actividad identificadas aquí. El capitalismo no suplantó al feudalismo por medio de una limpia acción revolucionaria sustentada únicamente en las fuerzas movilizadas de una única de estas esferas. Tuvo que desarrollarse dentro de los intersticios de la sociedad antigua y suplantarla poco a poco, a veces mediante el uso principalmente de la fuerza, la violencia, la depredación y el apropiamiento de bienes; pero otras a través de la astucia y la sutileza8.
Es decir, si queremos acabar con el capitalismo hemos de conocer sus entresijos y astucias. Pero vayamos por partes. Harvey clasifica la actual disparidad de movimientos sociales y organizaciones políticas en cinco grandes grupos a los que considera pivotes sobre los que puede llevarse a cabo la transformación revolucionaria del capitalismo9: 1) En este grupo encontramos lo que denomina el sectarismo usual proveniente de la historia de la articulación radical del ala izquierda de la teoría política. Para Harvey curiosamente sería bueno un cierta amnesia en estos grupos que les hiciese olvidar las disputas del pasado entre anarquistas y marxistas. Más allá de esto, según nuestro autor, las tradicionalmente sectas10 revolucionarias y fracciones políticas han cambiado su terreno de acción política desde mediados de los setenta tanto geográfica como organizativamente. El otro sector comprendido en este primer grupo lo constituye el vasto número de ONGs cuyo rol político era apenas visible antes de mediados de los setenta. Hoy en día estas organizaciones juegan un papel político importante en el mantenimiento de las estructuras del capitalismo y, en ocasiones, posibilitan incluso la penetración del mismo neoliberalismo en las zonas donde actúan. Su poder colectivo se refleja en su rol dominante en el Foro Social Mundial. 2) Los grupos anarquistas autónomos y las organizaciones de base. Se trata de un grupo de organizaciones muy dispares, una de cuyas características primordiales es el rechazo de la financiación externa. Otro rasgo que encontramos en ellos es, también, el rechazo de la idea de una dirección centralizada y del orden jerárquico. Harvey considera la efectividad de acción de estos grupos limitada a causa de su reluctancia e incapacidad para desarrollar su acción política a nivel global y su preferencia por la acción a escala local como lugar significativo de cambio. Sin embargo, manifiesta que este tipo de organizaciones proveen incuestionablemente una amplia base de experimentación para las políticas anticapitalistas. 3) Esta tercera tendencia viene dada por la transformación que ha ocurrido en el movimiento obrero tradicional y en los partidos políticos de izquierda. Es decir, el sector de la izquierda, desde la social democracia tradicional hasta el troskismo, que ha tenido acceso al poder y que se ha visto absorbido por el mismo llegando incluso a asumir las políticas neoliberales. En estos párrafos, Harvey nos dice que mientras se han dado algunos signos de recuperación en la acción obrera y política de estas organizaciones, la exclusiva confianza en una vanguardia obrera así como en los partidos políticos de izquierda que han obtenido acceso al poder, es cuestionada hoy en día como una forma de hacer frente al capitalismo y a las crisis de acumulación del capital. De una forma más o menos lícita, (y mal que les pese a los que están encontra de la existencia del Estado) Harvey aprovecha estos párrafos para afirmar la necesidad de la apropiación de las formas del Estado por parte de los movimientos sociales que, según él, requiere la teoría co-revolucionaria expuesta. Todo ello en base a la necesidad de una reelaboración de tal institució y a la imposibilidad de prescindir de la misma a causa de la complejidad de las relaciones interestatales geoeconómicas y políticas existentes actualmente11. 4) En este grupo encontramos movimientos que no son guiados tanto por una concepción político-filosófica sino por una necesidad pragmática de respuesta a situaciones de desplazamiento y desposesión creadas por el capitalismo mediante procesos como el de gentrificación12, desarrollo industrial, privatización del agua, desmatelamiento de los sevicios sociales, et... No obstante, para Harvey, un gran número de estos movimientos son susceptibles de radicalización política y, aunque guiados por el pragmatismo más que por preconcepciones ideológicas, pueden llegar, sin embargo a una comprensión sistémica de su propia experiencia. Aquí Harvey nos recuerda la importancia de la figura del líder “intelectual orgánico” de la que habla Antoni Gramsci, el autodidacta que a través de amargas experiencias llega a una comprensión más generalizada del capitalismo. 5) Por último, el quinto de estos epicentros de cambio social lo constituyen movimientos centrados en la propia identidad y auto emancipatorios. Estos son movimientos como los de mujeres, gays, grupos étnicos, grupos raciales, etc... Aunque en principio estos grupos no tengan un carácter anticapitalista y, más aún, incluso si se da el hecho de que el capitalismo puede absorverlos en determinadas ocasiones - piensese en determinados sectores gays reaccionarios, por ejemplo- , la utilización que el sistema hace de ellos como mano de obra barata, la feminización de la pobreza y la explotación capitalista de los sectores sociales marginados, pueden llevar a estos grupos a una coalescencia dentro de un proyecto anticapitalista y de cambio social.
La lucidez mental, el espíritu conciliador y la amplitud de perspectivas del profesor neoyorquino se manifiesta en este párrafo al final de su libro que prefiero reproducir:
Comunismo, afirmaron Marx y Engels en su original concepción expuesta en El manifiesto comunista, no tiene un partido político. Ellos siempre se comprendieron a sí mismos en todo momento y lugar como personas que entendían los límites, fallos y las tendencias destructivas del orden capitalista, a la vez que las innumerables máscaras ideológicas y falsas legitimaciones que los capitalistas y sus apologistas (particularmente en los medios de comunicación) producen con tal de perpetuar su singular poder de clase. Comunistas son aquellos que trabajan para producir un futuro diferente al que pretende el capitalismo. Ésta es una definición interesante. Mientras que el comunismo institucionalizado tradicionalmente es tan bueno como muerto y enterrado, hay, según esta definición millones de comunistas de facto activos entre nosotros, deseando actuar en base a su propia comprensión, dispuestos creatívamente a acometer imperativos anticapitalistas. Si, como el movimiento alternativo a la globalización declaraba a finales de los 90, “otro mundo es posible”, entonces ¿Por qué no decir, “otro comunismo es posible? Las circunstancias del capitalismo actual requieren algo de este tipo si pretendemos conseguir algún tipo de cambio.
Sin embargo, el nombre es lo de menos. Podemos llamar a la lucha comunismo o de cualquier otra forma.
De alguna manera el nombre no importa. Tal vez deberíamos definir sencillamente a este movimiento, como anticapitalista o autodenominarnos el Partido de la Indignación...
De cualquier manera para Harvey acabar con el capitalismo requiere concienciación, lucha y también sacrificio: el capitalismo nunca caerá por sí mismo. También es necesario comprender cúal es el enigma del capitalismo, aquello que lo hace seguir manteniendose. Yo me atrevería a decir comprender que es aquello que hace que el capitalismo con su desprecio por la vida, su bajeza moral, su podredumbre intelectual y su agresividad con el medioambiente haya calado tan profundamente en nuestros modos de pensar, sentir y actuar.


1“El crecimiento sirve siempre a los más ricos” Entrevista con David Harvey: en Rebelión. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=116890
2Según Marx, la acumulación del capital es el proceso mediante el cual los capitalistas no solo obtienen beneficios sino que, además, reinvierten estos benficios en la producción de mayores cantidades de capital.
3Conincidiendo con el inicio de la aplicación de las políticas neoliberales, este proceso que consiste en la privatización de activos públicos, reducción de impuestos para las clases más pudientes, desmatelamiento de los servicios de protección social, bajada de salarios, etc..., comenzó a principios de la década de los 80 cuando la tasa de beneficios de las clases adineradas se encontraba en el nivel más bajo desde el final de la Segunda guerra Mundial. Véase: Breve historia del neoliberalismo. Págs. 16-26. Ed. Akal
4Breve historia del neoliberalismo. Pág 218 Ed. Akal
5Ibid pág. 221. La negrita es mía
6The enigma of the Capital and the Crises of Capitalism. Oxford University Press Pág. 124. Los extractos del libro han sido traducidos por mí mismo.
7Ibd. Pág. 123
8Ibid. Pág. 135
9Las referencias siguientes las tomo de las Págs 252-260 del mismo libro.
10La cursiva es mía
11 No es la intención de estas líneas discutir sobre el eterno y escabroso problema de la necesidad o no de la existencia del Estado, algo sobre lo que se han vertidos ríos de tinta y sangre y sobre lo que yo mismo no tengo todavía una opinión clara.
12La gentrificación es el proceso mediante el que se desaloja a los habitantes pobres de determinadas áreas urbanas para convertirlas en zonas recidenciales, comerciales o financieras.

viernes, 14 de enero de 2011

Debate acerca del libro: “Qué hacer con los indios…”

Ver como pdf 13-01-2011

Debate acerca del libro: “Qué hacer con los indios…”
Los libros se defienden solos

Página 7


Decía Oswald Spengler que los libros deben defenderse solos, y que si no son capaces de hacerlo no sirven de nada los comentarios ad hoc. Por eso, el autor de La decandencia de Occidente nunca respondió a las críticas. Creo que tenía razón. Sobre todo los ensayos ya deben anticipar, explícita o implícitamente, las críticas que caerán sobre ellos. Con todo, un caso menos esperable es que las críticas se hagan sin leer el libro, sin leerlo al menos “en diagonal”, incluso sin leer la contratapa, incluso incluso sin conocer el título completo. Este último caso extremo ocurrió con el periódico Bolivia Sol (Ver "Solís, Stefanoni, y la Guerra contra los Indios"), al que se le pasó que “Qué hacer con los indios…”, el título del libro que critican, además de llevar comillas, va acompañado de “Y otros traumas irresueltos de la colonialidad”. Es decir, la pregunta no es mía, sino de las élites coloniales que ellos dicen criticar. Por eso la contratapa agrega otras preguntas “coloniales” (las cito resumidas así pueden al menos criticar sin la deshonestidad intelectual de no leer 180 páginas). 
"¿Qué hacer con los indios?, ¿estamos degenerando?, ¿de dónde venimos?, ¿existe Bolivia?, ¿el nacionalismo es una mera fachada del colonialismo interno? La historia boliviana estuvo signada por estas y otras preguntas vinculadas a una idea de nación para la cual las poblaciones indígenas preexistentes a la conquista siempre fueron una contrariedad".
A tal punto llega la incoherencia de estos compañeros que viven en Estados Unidos que para entender a los indígenas nos proponen… visitar los museos de Washington. Gracias, creo que para entener Bolivia es mejor darse algunas vueltas por El Alto, el Norte de Potosí, los Yungas, la feria 16 de julio o simplemente tomarse unos cuantos minibuses y escuchar lo que la gente dice. Además de dar algunas vueltas por el oriente y la Amazonía para tener una visión algo más amplia del país. Pero supongo que mantener la legitimidad en el exterior supone sobreactuar adhesión a ciertas causas, aunque su asociación indígenas-museos dice algo de su visión del tema.
Hay que hacer méritos. Y Juan Carlos Zambrana M. hace algunos. Tampoco leyó nada pero qué importa eso. Su caso es curioso: se define como superrevolucionario y a la vez entusiasta militante del Partido Demócrata de EE.UU. pero a los editores del diario estatal Cambio no les importan esas pequeñas “contradicciones”. El caso de Jorge Echazu Alvarado es más curioso: puede reivindicar a Stalin –y lo hace a menudo-, encontrar por todos lados enemigos trotskistas y ahora hacer una conversión sobreactuada -y probablemente con escasa fe- al indigenismo de última hora. Creo que el PCML (maoísta) no fue tan amistoso con los kataristas (eso muestra por ejemplo el libro de Javier Hurtado), pero quizás estoy equivocado. Y el proyecto de Mao en China no fue precisamente “ancestralista”, pero la demagogia no repara en esos detalles. Como dice Echazú, es “tiempo de arremeter contra estos dos representantes de la colonialidad”, por Soliz Rada y por mi, juntos, aunque nunca militamos en la misma corriente político-ideológica. Por suerte, Echazú carece de poder, si no su amenaza habría que tomarla en serio en un defensor del gulag stalinista.
El artículo de Bolivia Sol que elogia trivializa la discusión sobre el tema de los indígenas urbanos y de la religiosidad popular, especialmente la incidencia pentecostal. Es obvio que un indígena obrero o protestante sigue siendo indígena (salvo para los etnofóbicos): el problema surge a la hora de discutir las cosmovisiones indígenas contemporáneas. Son las ideas “pachamámicas” las que construyen la sinonimia indígena=defensor de la naturaleza estilo Avatar, una asociación fuertemente criticada por el periódico Pukara más que por mi o por Soliz Rada (otra vez, una ayudita a los que reseñan sin leer lo que reseñan). Como ha señalado Pedro Portugal, la exotización de los indígenas, los aleja, no los acerca al poder. Si Evo tuvo un mérito, fue rearticular indianidad y nación en un renovado y potente proyecto político.
Citando el libro (ayudita final): “La historia y el debate continúan... Y los ‘indios’ seguirán su camino hacia la igualdad como les parezca mejor, decidiendo libremente su futuro, sin prisiones identitarias ni ataduras a lo que muchos esperan de ellos. Como seres humanos de carne y hueso, no como la buena conciencia de la humanidad”.
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Libro: P Stefanoni, “Qué hacer con los indios…” y otros traumas irresueltos de la colonialidad, Plural, Bolivia, 2010 / http://www.plural.bo

Un millón de ejemplares


14-01-2011

Sobre "Indígnense" y "Alemania se disuelve", libros más vendidos en Francia y Alemania
Un millón de ejemplares

La Vanguardia


¿Cual es el libro más vendido estos días en Francia? Se titula “Indígnense” y su autor es Stephan Hessel. Es un alegato contra este capitalismo ladrón que culmina su indecencia histórica robando ingresos y recortando los derechos de la mayoría para sufragar los costes del rescate de la minoría autora del robo, que sigue acumulando dividendos (la banca americana y europea en el ejercicio 2010), en medio de la crisis. Hessel es un personaje. Un hombre de 93 años, nacido en Berlín que participó en la resistencia desde las fuerzas francesas libres de De Gaulle. Fue apresado y enviado a Buchenwald. Allá Eugen Kogon -el que luego sería autor de “Der SS-Staat”, uno de los mejores libros sobre el nazismo, escrito en 1946- logró mediante un truco que eludiera la pena de muerte, camuflándole con la identidad de otro. Hessel se escapó durante un transporte de presos. Luego fue Embajador de Francia (en China), funcionario crítico en el Elíseo, miembro del Tribunal Russell, continua despierto frente a la injusticia y ha escrito un libro.
“El impulso esencial de la Resistencia fue la indignación”, escribe. Es verdad que los motivos para indignarse hoy pueden parecer menos claros que en tiempos del nazismo, pero busquen y encontrarán: creciente desigualdad, la situación del planeta, el trato a los emigrantes sin papeles, a los gitanos, la competición del “cada vez más”, la competición, la dictadura de los mercados financieros, el retroceso de los derechos y conquistas adquiridos; jubilaciones, trabajo, seguridad social… A partir de aquí Hessel llama a una “insurrección pacífica”. Este es el personaje y el libro que ha vendido un millón de ejemplares en Francia.
Su correspondiente en Alemania se titula “Deutschland schafft sich ab”, algo así como “Alemania se disuelve”. También un millón de ejemplares. Su autor es Thilo Sarrazin, un socialdemócrata de 65 años, ex ministro de economía de la ciudad de Berlín y consejero del Bundesbank. Es un alegato xenófobo contra los emigrantes, particularmente árabes y turcos. Su tesis es que Alemania se degrada con el aporte de esas gentes extrañas genéticamente inferiores. Fundamentalmente es un libro para tontos, en el sentido de que la xenofobia y el arremeter contra los débiles es el socialismo de los tontos, como lo fue en su día el antisemitismo de los nazis. El de Sarrazin es el mayor éxito editorial alemán desde 1945, desde el Mein Kampf de Hitler.
Los dos libros reflejan una respuesta a la crisis. La de Alemania es la que el establishment presenta como correcta. “Los franceses tienen a Stephan Hessel, nosotros a Thilo Sarrazin”, escribe Jakob Augstein, el editor de “Der Freitag” en su columna de hoy. “Los franceses convierten en best seller un libro de esperanza, los alemanes un libro de la infamia”, dice. Esta es la verdadera divisoria europea. Nos apuntamos al socialismo de los tontos o al de los lúcidos. Al de los súbditos o al de los ciudadanos. El primero conduce al desastre. El segundo supone afirmar la legitimidad social, tomar de nuevo la Bastilla si es preciso, en esa insurrección pacífica de Hssel que derribe todos los cuentos de esta crisis.
Fuente: http://blogs.lavanguardia.es/berlin/un-millon-de-ejemplares/#more-77