miércoles, 30 de junio de 2010

La transformación posible: ¿socialismo en el siglo XXI?, de Antonio González Fernández

30-06-2010
Un libro que hay que leer y meditar con urgencia
Jorge Alvarado Pisani
Rebelión

Del 10 al 29 de septiembre de 2009, como parte de las actividades del doctorado en filosofía iberoamericana que se desarrolla en la Universidad Centroamericana (UCA) de El Salvador, el Dr. Antonio González Fernández impartió el curso titulado “Reflexiones sobre el socialismo en el siglo XXI”. [1] Su último libro, La transformación posible: ¿socialismo en el siglo XXI?, Editorial Bubok (http://www.bubok.com/libros/174663/La-transformacion-posible) hace públicas las notas escritas por el autor para las conferencias del curso.
Con un lenguaje diáfano y un discurso riguroso y exento de retórica, este libro ofrece una potente y original síntesis de economía política, filosofía de la praxis, teología de la liberación y cristianismo radical que permite vislumbrar los caminos que pueden transitarse desde el omniabarcante capitalismo actual hacia el socialismo mundial por venir, evitando los desvíos y callejones sin salida del llamado socialismo real o socialismo del siglo veinte.
A tal efecto, en la Introducción se identifican las tres características esenciales, necesarias y suficientes, de un sistema socioeconómico capitalista: propiedad privada de los medios de producción , mercado regido por la oferta y la demanda, y trabajo asalariado. El capítulo I analiza el socialismo del siglo XIX, en particular la filosofía crítica de Marx y su caracterización genérica del socialismo. Muestra que hay continuidad entre los conceptos filosóficos “juveniles” y los conceptos científicos “maduros” de Marx, siempre enraizados en la vida real y concreta de los seres humanos.
En el capítulo II se hace uso del análisis praxeológico original del autor para elucidar lo que Marx llamó “energía práxica” o “carácter humano de nuestros actos” y que consideró ser la raíz de la naturaleza humana y la razón de su especial dignidad. Además, se explica allí por qué los actos humanos no pueden reducirse a las estructuras materiales que los posibilitan ni tampoco a sus productos o resultados, y por qué tales reducciones conllevan inexorablemente a cosificar a las personas y a legitimar los sistemas de explotación de nuestra energía práxica.
El capítulo III hace un recuento histórico del socialismo del siglo XX, para explicar la génesis y los problemas estructurales de la planificación centralizada, impuesta en la Unión Soviética y los países socialistas, cuya inviabilidad económica y social condujo al desmontaje (excepto en Cuba y Corea del Norte) de estos experimentos socialistas. Buscando comprender las causas de esa inviabilidad, el capítulo IV pone de manifiesto la solución de continuidad existente entre el pensamiento de Marx y los conceptos de individuo y sociedad establecidos por el materialismo dialéctico y el materialismo histórico que fueron oficiales en su momento. Además, el autor pone en juego nuevamente sus categorías praxeológicas para responder, dando la razón a Marx, las preguntas cruciales sobre qué es la sociedad humana, de dónde vienen la propiedad y el poder y cómo las instituciones sociales se apoderan de las personas.
El capítulo V es el más extenso. Siguiendo la línea expositiva de su libro Reinado de Dios e imperio, el autor plantea un modelo matemático sencillo para analizar “el secreto del capitalismo”, sus relaciones básicas (ley del valor, tasa de plusvalía, composición orgánica, tasa media de ganancia, precios de producción y precios de mercado) y sus tendencias históricas: recambio tecnológico, sobrepoblación laboral, concentración del capital, expansión de la producción y los mercados, decrecimiento de la tasa media de ganancia y crisis sistémicas.
En seguida, para clarificar el tipo de historicidad de tales tendencias del capitalismo, el capítulo VI plantea dos graves problemas: la predictibilidad de las dinámicas capitalistas y la existencia de leyes históricas. Para elucidarlos, investiga qué es la historia. Y encuentra que la historia no es simplemente un proceso social, “porque la historia no consiste simplemente en actuaciones socialmente estructuradas, unas en función de otras. La historia constituye una dimensión distinta de la praxis humana, según la cual ésta acontece ejecutando posibilidades.” Con lo cual queda despejado el camino para encarar directamente la cuestión original del libro: ¿Es el socialismo una de las posibilidades efectivas de la historia humana?
A tal pregunta, el capítulo VII proporciona una triple respuesta: 1) No hay alternativa socialista al capitalismo global ni con un sistema de planificación centralizada ni con un proyecto socialdemócrata; 2) La propuesta de “democracia económica” de David Schweickart es una posibilidad efectiva para la transición al socialismo; y 3) La transición a este socialismo-con-democracia-económica es factible, sin rupturas revolucionarias violentas, “a partir de la toma del poder político de unas fuerzas progresistas con el suficiente consenso para llevar a cabo…: (a) La abolición de las obligaciones de las empresas de pagar intereses o dividendos a los individuos o instituciones privadas; (b) La declaración de que la única autoridad legal sobre todas las empresas con más de un número determinado de empleados reside en los trabajadores, según principios democráticos; (c) La introducción de un impuesto sobre el capital de las empresas, cuyo monto irá a parar al fondo social de inversión; y (d) La nacionalización de los bancos, que pasarán a administrar los fondos de inversión.”
Ahora bien, el libro no termina con tales respuestas sino que nos instala en una perspectiva sorprendente para comprender la conexión entre la posibilidad histórica del socialismo en el siglo XXI y la posibilidad histórica del cristianismo radical (comunidad de bienes, pacifismo sin condiciones, liberación del principio retributivo o “pecado original” de nuestra praxis). De las frases finales del libro podría decirse que “son dinamita”, en el sentido nietzscheano, si esta metáfora no fuese por demás impropia del cristianismo radical. Mejor es decir de ellas que son “pura vida”, con la expresión popular usada en Costa Rica y México. Esas asombrosas palabras conclusivas del libro, puestas aquí y ahora para que al lector o lectora le queden resonando en la memoria hasta que vuelva a leerlas cuando finalice su lectura, son las siguientes:
“…Todo intento de construir el paraíso con nuestras propias fuerzas termina presentándolo como un logro propio, y manteniendo de este modo el principio retributivo, que está en el fondo de toda cosificación del ser humano y de toda opresión. Y aquí es donde todo socialismo tendría que volver a preguntarse por su actitud ante el mensaje y la persona de Jesús. Y entonces cabe mencionar un punto esencial de la última homilía de Romero: Mientras el ser humano tenga rotas sus relaciones con Dios como principio de la vida no habrá auténtica liberación. Ahora podemos entender mejor por qué: porque el verdadero Dios, situado más allá de todas las cosas, es el acto puro que recuerda insurgentemente que la persona humana, como acontecer carnal de todos nuestros actos, no es cosa, ni puede ser convertida en cosa. Ese Dios, manifestado en el Mesías Jesús, es el que rompe toda vigencia del principio retributivo y hace posible una nueva praxis, una praxis viva, que ya no está condenada a situarse a sí misma, ni a situar a los demás, bajo ninguna forma de objetivación. Esta liberación del principio retributivo es lo que hace posible toda transformación radical.”
[1] Antonio González Fernández (Oviedo, 1961): Doctor en Filosofía (Comillas, 1994), Doctor en Teología (Frankfurt, 1996), actual Director de Estudios y Publicaciones de la Fundación Zubiri (Madrid). Autor de Introducción a la práctica de la filosofía (UCA Editores, San Salvador, 1989), Trinidad y liberación (UCA Editores, San Salvador, 1994), Estructuras de la praxis. Ensayo de una filosofía primera (Trotta, Madrid, 1997), Teología de la praxis evangélica (Sal Terrae, Santander, 1999), Reinado de Dios e imperio (Sal Terrae, Santander, 2003), The Gospel of Faith and Justice (Orbis Books, Nueva York, 2005), Philosophie de la religion chez Xavier Zubiri (L’Harmattan, París, 2006). Ver http://www.praxeologia.org/?page_id=5

martes, 29 de junio de 2010

"La fuerza de la jauría" de Douglas Valentine

El Sistema y la guerra de la droga
Adam Engel
CounterPunch
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

“Las drogas no eran la prioridad de Kissinger”, explicó Jim Ludlum.
“Las drogas constituían una situación sin salida”.
La fuerza de la jauría de Douglas Valentine
Despiadada es la jauría en busca de presas, despiadados son los lobos.
Meticulosa es la revelación de la verdad sobre la auténtica “guerra contra la droga” tal como la describe Douglas Valentine en La fuerza de la jauría (“Jauría”). Podrá haber otros historiadores por ahí con la atención al detalle y el acceso a fuentes sólidas, incluyendo entrevistas con los propios agentes, como Valentine, pero si existen, no los he leído.
No es una "historia" al uso, no trata de una serie de ostentosas redadas antidroga o de heroísmo, aunque están presentes esos elementos; se trata sobre todo de la dinámica interior y exterior, donde el funcionamiento interno interactúa con fuerzas exteriores. La jauría es un libro complejo, tan complejo como los sistemas entrelazados que lo definen. Es el examen exhaustivo de Valentine sobre cómo encajan los engranajes.
La “jauría de lobos”, que es diferente de “La jauría” del anterior libro de Valentine, The strength of the wolf [La fuerza del lobo], es la multitud de agencias, y sus agentes y burócratas, que forman “El Sistema” (No sólo autoridades policiales y aduaneras federales, sino actividades de EE.UU. en el exterior).
Una vez, El Lobo, el solitario agente del Buró Federal de Narcóticos (FBN, por sus siglas en inglés), el último de los vaqueros de la serie negra, duro y espabilado, acechaba a su presa: mafiosos, narcotraficantes nacionales e internacionales (the French Connection [Contra el imperio de la droga]), el drogadicto callejero ocasional, muchos de los cuales eran útiles como informadores, y otros tarambanas. Pero el ascenso de la superpotencia Estadounidense en los años cincuenta y comienzos de los sesenta, vio el reemplazo del Lobo Solitario de FBN por un sistema burocrático más adecuado para el Imperio: La Jauría. La jauría de lobos incluye al FBI, la Aduana, la Oficina de Narcóticos y Drogas Peligrosas (BNDD), numerosas agencias con acrónimos demasiado largos para mencionarlos, y finalmente la DEA, creada específicamente con el propósito de “ganar la guerra contra las drogas”.
“Durante su presidencia, Bush pidió más de 8.000 millones de dólares para financiar las guerras de la droga. Entre 1989 y 1992, más de 20 millones de estadounidenses utilizaron drogas ilegales, y cerca del treinta por ciento del presupuesto de Bush se dedicó al tratamiento y la prevención. El diez por ciento del presupuesto federal “para la reducción del suministro de droga” se destinó a la DEA, mientras que los militares recibieron la mayor parte, y el diecinueve por ciento (el doble de lo que obtuvo la DEA) fue sólo para los guardacostas. En lugar de dejar la lucha antidroga en manos de profesionales capacitados, Bush la politizó y militarizó de maneras que Gordon Liddy nunca soñó que era posible.” (pág. 391)
La “guerra contra las drogas”, como la “guerra contra el terror”, tiene que ver con la política y el botín político, con llenar bolsillos profundos, crear burocracias con el propósito deliberado de crear confusión, y de financiar diversos grupos paramilitares que el Departamento de Estado y/o la CIA consideran favorables para la “seguridad nacional”.
Las palabras de moda “seguridad nacional”, permiten que la CIA y otros subsistemas hagan lo que les da la gana, literalmente.
“Existe una famosa foto de Donald Rumsfeld con una amplia sonrisa dando un fuerte apretón de mano a Sadam Hussein el 20 de diciembre de 1983, sabiendo perfectamente que ‘el brutal dictador’ estaba lanzando armas químicas contra los kurdos. Casi al mismo tiempo, Bush se reunió con otro brutal dictador, Manuel Noriega, para sellar un trato igualmente retorcido… [El coronel Oliver] North estaba tan contento con la ayuda de Noriega que sugirió que la Oficina de Diplomacia Pública de la CIA ‘ayudara a limpiar su imagen’ y levantara la prohibición de la venta de armas a la Fuerza de Defensa de Panamá. Lo hizo a sabiendas de que Noriega estaba cerrando acuerdos privados con los cárteles colombianos”. (Págs. 393-394)
Nada es lo que parece, por lo menos no como nos parece a nosotros, porque la información que “Nosotros el Pueblo” recibimos se filtra a través de medios dóciles (y a veces cómplices). Según el cuento de hadas de los Medios Dominantes, el panorama antes mencionado es disparatado. “Nosotros” invadimos Panamá porque Noriega era un “hombre malo” que abusaba del poder, infligiendo dolor a los demás panameños, o alguna tontería semejante.
Valentine no se preocupa sólo de sistemas, sino de seres humanos vivos que respiran, quienes les dan energía y poder; la gente que define esos sistemas y les infunde vida. Todos los seres humanos tienen defectos. Pero un sistema defectuoso corrompe todos los sistemas dependientes e interdependientes (y a los seres humanos en su interior) de arriba abajo.
“La corrupción se convierte en un problema irresoluble dentro de la DEA cuando los oficiales de la CIA sobornan a agentes y hacen que realicen su trabajo sucio. Algunos agentes idealistas creen que sirven a Dios y a la patria al trabajar en secreto para la CIA; otros lo ven en términos más prácticos, como progresar en su carrera. Todos caen al abismo” (pág. 346).
Arriba están el Departamento de Estado, la CIA, el Departamento de Justicia, el Departamento de Defensa. Esencialmente, los mayores subsistemas dentro de El Sistema.
Valentine encuentra cajas dentro de cajas dentro de cajas. Al informar sobre Operation Intercept, un intento fracasado de subyugar a México a la política de la droga de EE.UU., Valentine escribe:
“Entre bastidores, el Departamento de Estado veía Intercept como un inmenso fracaso en relaciones exteriores. También llevó a Henry Kissinger a involucrar más profundamente al Consejo Nacional de Seguridad [NSC] en políticas de la guerra contra la droga de la Casa Blanca, en gran parte a través de su adjunto, el general Alexander Haig, así como a través de los asesores del NSC para narcóticos Arthur Downey y Arnold Nachmanoff y su personal. Pero Nixon estaba dispuesto a pagar el precio, porque Operation Intercept probaba que era ‘firme contra el crimen’” (pág. 41)
A algunos de los protagonistas los conocemos muy bien: Nixon, Kissinger, Reagan, los Bush, J. Edgar Hoover, los Kennedy. Pero la mayoría son tan crípticos para la mayoría de los estadounidenses como los acrónimos que sirven de etiqueta a los subsistemas, en particular aquéllos de los cuales reciben sus sueldos.
“En octubre de 1975, EE.UU. convocó un jurado de acusación y pidió inteligencia DEACON I respecto a varias redadas antidroga. Sin embargo la inteligencia que la CIA suministra a la DEA no se puede utilizar en el procesamiento de infractores de la ley sobre la droga; y porque la CIA se negó a revelar la identidad de sus agentes, o incluso a confirmar ante el tribunal el hecho de su cooperación con la DEA, se decidió abandonar los cargos por Motivos de Seguridad Nacional. Todos eran casos latinoamericanos, muchos de ellos involucraban a ‘recursos’ cubanos exiliados de la CIA que traficaban en narcóticos y participaban en terrorismo; y terminaron por trabajar para Oliver North suministrando a los Contras, como North documentó en su chismoso diario. La línea entre las investigaciones de la DEA y el contrabando y el terrorismo de la CIA, siguió siendo turbia.” (pág. 306)
Valentine explica alto y claro que “Nosotros el Pueblo” no tenemos la menor idea de “lo que sucede”. Y, una vez más, es difícil creer que alguien fuera de los máximos escalones del poder (Departamento de Estado, CIA) sepa realmente lo que sucede; La Jauría describe las numerosas maneras en que la misión se desvía siempre de su rumbo. Por ejemplo, en un caso, jefes de la DEA y de la CIA deciden que es tan corrupto que tienen que infiltrar agentes de la CIA como inspectores “secretos” para arrancar de raíz a agentes malévolos de la DEA –pero en realidad la CIA utiliza la inspección “secreta” para montar operaciones verdaderamente secretas.
“…el público obtuvo su primer vistazo de la influencia corruptora de la CIA sobre agentes antidrogas federales en 1975 cuando la Comisión Rockefeller informó de que la CIA, a través de su programa MKULTRA, había probado LSD en personas desinformadas, y que una había muerto como resultado… la CIA había probado toda una gama de drogas poderosas sobre personas desinformadas; había utilizado equipos electrónicos y fotográficos para registrar su conducta en pisos francos del FBN [siglas en inglés de Buró Federal de Narcóticos]… Un subproyecto de MKULTRA involucraba el mantenimiento de siete criminales continuamente drogados con LSD durante 77 días. Otro usó callampas venenosas; otro, instrumentos que administraban drogas a través de la piel sin ser detectados, como parte de ‘Acción Ejecutiva’, un programa de asesinatos. Tal vez lo más inquietante de todo, un documento de la CIA, con fecha 10 de febrero de 1954, describió el uso de hipnosis para crear asesinos involuntarios.” (pág. 346)
Consecuentemente, la realidad superó a la ficción mientras la CIA trataba de crear su propio “Mensajero del miedo” [“Manchurian Candidate.”]
La “guerra contra la droga”, es la guerra contra narcotraficantes que no están alineados con los intereses de EE.UU. Si se pasa el examen con la CIA se puede traficar con todas las drogas que se quiera. Sea lo que sea lo que se contrabandea para controlar su uso, es probablemente algo que la gente quiere y hará mucho por obtener. En cuanto se establece un sistema en el cual materiales de contrabando (que pide la gente y pagará caro) son suministrados por personajes “clandestinos” y es bloqueado por agentes cuyos puestos se crearon con la única intención de bloquear el suministro, tenemos una “guerra” intestina perdida de antemano contra la codicia humana, el deseo, el ego, etc.
“La congresista Bella Abzug en el Subcomité sobre Información del Gobierno y Derechos Individuales de la Cámara estaba investigando [otro caso de narcóticos]. Presentó preguntas al DCI [director de la inteligencia central) George H.W. Bush. Como le aconsejó Seymour Bolten, Bush explicó por escrito que la maniobra para encubrir el asunto era legal según un acuerdo de 1954 entre la CIA y el Departamento de Justicia, dando a la CIA el derecho a bloquear un procesamiento o mantener en secreto sus crímenes en nombre de la seguridad nacional. En su informe, el Comité Abzug declaró: ‘Era irónico que a la CIA le dieran la responsabilidad de la inteligencia sobre narcóticos, particularmente ya que apoya a los principales operadores.’” (pág. 319)
A pesar de la niebla y de los espejos de la “guerra contra las drogas” tal como se presenta en los medios, y los supuestos poderes de una DEA castrada, la política de EE.UU., como la llevan a cabo la CIA y el Departamento de Estado, es utilizar las drogas como un vehículo de dinero e influencia en apoyo a terroristas “amigos”, como los Contras y grupos en todo el mundo demasiado numerosos para mencionarlos. El narcotráfico, con pleno conocimiento de que las drogas entrarán las venas y las narices de ciudadanos estadounidenses, es política de EE.UU., y ciertamente la CIA “apoya a los principales operadores”.
“A inicios de los años setenta, cuando el exiliado cubano Alberto Sicilia Falcón, un importante proveedor latinoamericano de cocaína, también comenzó a traficar con armas avanzadas, suministradas por contactos en la CIA, “la guerra contra las drogas” entró a una etapa más violenta y sofisticada, con narcotraficantes armados con armas automáticas y ligados a las actividades contrarrevolucionarias de la CIA en México y América del Sur. Falcón admitió que trabajaba para la CIA, ‘para establecer una red que intercambiaba heroína y marihuana mexicana por armas’. Las armas se enviaban a las guerrillas con la esperanza de que los gobiernos asediados en Latinoamérica solicitaran ayuda militar de EE.UU. Como relata en Underground Empire, Peter Bensinger pensaba que Falcón era un doble agente de los soviéticos, mientras varios agentes de la DEA pensaban que era un informador de la CIA que informaba sobre revolucionarios mexicanos a cambio de gozar de libertad de acción. El motivo de la CIA, naturalmente, era desestabilizar al Gobierno mexicano, para que las corporaciones estadounidenses pudieran manipular con más facilidad la competitiva industria petrolera de México” (pág. 311)
Valentine se preocupa tanto por la participación de la CIA y de EE.UU. en el exterior como por la lucha antidrogas dentro de nuestras fronteras, y tiene razón. ¿Cómo llegan las drogas a nuestras fronteras si tenemos un multimillonario aparato antidrogas y de inteligencia?
Los Lobos también proporcionan a la política exterior de EE.UU. la utilización de las drogas como moneda para sostener causas que apoyan, y destruir las drogas, o más bien a los narcotraficantes, de sus enemigos: comunistas, ex aliados rebeldes, naciones desventuradas que poseen recursos valiosos (Iraq) y otras entidades que supuestamente amenazan la “Seguridad Nacional”.
Y de nuevo, ¿qué se puede esperar? Existe una inmensa demanda de algo que es más valioso que el oro, y por cierto los protagonistas en el poder lo utilizarán para apoyar operaciones ocultas. ¿Dónde más iban a conseguir el dinero? ¿En el Congreso? No sin “comprometer la Seguridad Nacional”. No es que sea tan desconcertante que la CIA trafique con drogas, o que la DEA sea un títere de los traficantes republicanos de influencias, por no mencionar a la CIA. Es la ignorancia deliberada del público estadounidense. Seguro que hay “rumores” sobre la creación por la CIA de la epidemia del crack, aunque considerando los tratos de la CIA con los narcotraficantes de Afganistán y Suramérica, no es ir demasiado lejos, pero Valentine nos muestra pruebas concretas de muchos abusos verificables, grandes y pequeños.
No se puede terminar de leer La Jauría con la credulidad intacta. Aparte de seguir la pista de papel, Valentine realmente entrevistó a muchos de los operadores, lo que otorga aún más credibilidad al hecho de que gente en lo profundo de El Sistema “sabe lo que sucede”, y que el resto de nosotros, o la mayoría de nosotros, nos quedamos a oscuras, creyendo que la CIA son ‘los buenos espías’, como nos cuentan las películas.
Los lobos rabiosos están fuera de control. Los sistemas se rompen y los protagonistas dentro de esos sistemas se convierten en antagonistas de otros sistemas, de la nación a la que supuestamente sirven, y de la vida en el propio planeta (ya que toda la vida ahora cae bajo la rúbrica general de “daño colateral”).
La facilidad con la que los que “siguen el Programa” (tal como es desarrollado por la CIA) logran dinero y prestigio (la aprobación del Departamento de Estado y de la CIA nunca ha perjudicado la carrera de alguien) puede corromper hasta al agente de moralidad más estricta. Tal vez sea más significativo que los que no siguen a la jauría en busca de progreso en su carrera y del botín reciben el mismo tratamiento que el NYPD [policía de Nueva York] dio una vez a Frank Serpico:
“Los denunciantes que revelaron las acciones clandestinas del Gobierno de Reagan en Centroamérica –especialmente su complicidad en el narcotráfico– fueron investigados, en vez de los funcionarios como Oliver North que estuvieron involucrados en el tráfico. Por su complicidad con el Gobierno de Reagan al respecto, altos responsables de la DEA jugaron un papel central del que se informó muy poco en la maniobra para encubrir Irán-Contra.” (pág. 374)
Para cuando llegó la era de Reagan, cuando la política pública de la Casa Blanca era financiar fuerzas reaccionarias anticomunistas en el extranjero (por ejemplo: el escándalo Irán-Contra; por ejemplo: Afganistán y el “ex” recurso de la CIA Osama bin Laden):
“A comienzos de los años ochenta, los narcotraficantes latinoamericanos infligían una terrible violencia contra políticos que consideraban colaboradores del Gobierno de EE.UU. Reagan, trastocando el enfoque de Derechos Humanos de Carter en la política exterior, reaccionó con más violencia. Declaró que el narcotráfico era una amenaza para la seguridad nacional, y comenzó la era del narcoterrorismo, que encajaba perfectamente con las desaforadas ambiciones imperiales de Reagan. Para neutralizar la amenaza para la seguridad de EE.UU. planteada por el Gobierno sandinista de Nicaragua, el Director de Inteligencia Central de Reagan, William Casey, puso al vicepresidente George Bush (con ese aspecto enjuto y hambriento) a cargo de una operación secreta para organizar un grupo insurgente apodado los Contra. Para esquivar al Congreso, Casey, Bush, y el asesor nacional de seguridad de Bush, Donald Gregg, formaron y operaron una ‘red contraterrorista’ de ideólogos derechistas cuyo propósito secreto era armar ilegalmente a los Contras. Entre ellos estaba el antiguo recurso de DEACON I Félix Rodríguez, quien había servido como el asesor del equipo contraterrorista de Gregg en Vietnam. Asignado como asesor del departamento de Asuntos Civiles del Ejército salvadoreño, Rodríguez dirigió el esfuerzo de pacificación de la CIA en El Salvador y Guatemala, aplicando la misma técnica que había refinado en Vietnam. El general Paul Gorman, quien comandó las fuerzas de EE.UU. en Centroamérica a mediados de los años ochenta, definió ese tipo de contraterrorismo como ‘una forma de guerra repugnante para los estadounidenses… en la cual las víctimas no combatientes podrían ser un objetivo explícito.’” (pág. 376)
Gradualmente, los agentes de la DEA, junto con el resto del país, se dieron cuenta de que no tenían otra alternativa que adaptarse a los caprichos de los “dirigentes de la jauría”.
“Las operaciones de la DEA eran ahora indistinguibles de las acciones políticas de la Casa Blanca, comparables con el Servicio de Acción Cívica del general De Gaulle. [El ex jefe de operaciones de la DEA, David Westrate] racionalizó la situación como sigue: “Como usted sabe, la DEA siempre ha tenido un tremendo conjunto de recursos en el extranjero, de modo que no es sorprendente que hayamos desarrollado información sobre los rehenes. Eso continúa actualmente una y otra vez en la guerra contra el terror. Siempre hemos sido un participante comunitario.” (pág. 378)
No olvidemos que “Nosotros el Pueblo” estamos pagando por esto, no sólo con nuestros dineros públicos, sino con nuestro futuro. De nuevo las drogas no son el problema, sino la gente que las usa –no usuarios típicos que ingieren drogas para drogarse, sino los controladores, para quienes las drogas son la moneda para comprar poder, influencia, armas, y promover los intereses de EE.UU. en el extranjero.
Valentine hace lo que todos los historiadores y periodistas honestos deben hacer: hallar la verdad y documentarla, aunque las palabras de la verdad enfrentan una dura competencia frente a la andanada permanente de televisión, vídeos, películas y otros medios audiovisuales en todas las pantallas, grandes y pequeñas. Por cierto, nunca se encontrará este tipo de información en ninguna pantalla –excepto en algunos sitios “alternativos” en Internet; por consiguiente Valentine dispara al lector eventos, escenas, comprobaciones, de un modo muy parecido a cómo las noticias en la televisión bombardean cada noche a los televidentes con un desfile de imágenes horripilantes que anestesian y amansan. Valentine hace cualquier cosa pero no “anestesia ni amansa”. Plantea preguntas serias con su revelación, pero se niega sabiamente a responderlas.
No hay una respuesta para El Sistema, tal como existe, sino la inercia, el colapso y la decadencia inevitables. ¿Qué lo reemplazará? Quién sabe. Pero Valentine es elegantemente imparcial en su trato de los defectuosos seres humanos que componen cada subsistema dentro de El Sistema. Hay unos pocos personajes verdaderamente malévolos siguiendo las líneas de George H. W. Bush, Nixon y otros bribones, pero la masa de agentes, operadores, funcionarios, burócratas, etc., son productos de los subsistemas en particular –DEA, FBI, CIA– para los que trabajan. Aunque la CIA es corrupta más allá del deber, en su reclutamiento de sádicos y asesinos, la mayoría de las agencias están formadas por gente que cree que lo que está haciendo “es lo correcto”, y dedica y arriesga su vida para “hacer lo correcto”, por erróneo que sea cuando se ve “objetivamente” fuera de El Sistema.
El Sistema es implacable, y por lo tanto el libro tiene que ser implacable si quiere ser verídico. Pero de nuevo, es su tratamiento de seres vivos, atrapados y a menudo demolidos bajo la maquina de El Sistema y sus diversos subsistemas lo que hace que La fuerza de la jauría sea el más “humano” de los libros. Valentine siente compasión por los protagonistas dentro de El Sistema, que creen casi todos, de un modo algo ridículo, que gozan de “libre albedrío”.
Adam Engel es autor de TOPIARY: a NOVEL (con el nombre de A. Stephen Engel), publicado por Oliver Arts & Open Press, y la próxima colección de ensayos, I HOPE MY CORPSE GIVES YOU THE PLAGUE: LIFE DURING THE BUSH-ERA OF GHOSTS, también de Oliver (www.oliveropenpress.com).
Fuente: http://www.counterpunch.org/engel06252010.html
rCR

martes, 22 de junio de 2010

"La noche de los Girondinos", de Jacob Presser

22-06-2010
Judíos condenando a judíos
Kepa Arbizu
Tercera Información

Jacob Presser decidió relatar el controvertido tema de los judíos colaboracionistas con el régimen nazi
Muchos son los libros que han abordado el dramático tema de los campos de concentración. Algunos han sido relatados desde un punto de vista biográfico-histórico y otros han optado por tomar una forma más literaria, llegando a dar forma a auténticas obras de arte, como son los casos de “Si esto es un hombre” o "La escritura o la vida”. “La noche de los girondinos” se mueve a camino de ambas posibilidades pero sobre todo llama la atención por su osadía de, siendo escrito por un judío, centrarse en la actitud de algunos de los pertenecientes a esa religión frente a la barbarie.
Uno de los debates filosóficos y morales más polémicos a raíz de los hechos cometidos por la ideología nazi, es el análisis del comportamiento del ser humano cuando se ve en una situación tan extrema y entra en contradicción el sentimiento universal de justicia con el de la supervivencia, y hasta qué punto esta último sirve como excusa para no tomar partido.
Jacob Presser, escribió este libro en 1957 con la intención de hacer una revisión de la memoria colectiva de los judíos-holandeses y el comportamiento de muchos de ellos ante la ocupación alemana. Este historiador debido a su situación personal vivida, colabora con la resistencia desde la clandestinidad mientras que su mujer muere asesinada en un campo de concentración, se ve en la obligación moral de desempolvar muchas de las cosas que sufrió en primera persona y otras de las muchas que ha estudiado para escribir “La noche de los girondinos”. Ya en su momento escribió un libro de poemas dedicado a la memoria de su mujer, “Orpheus”.
Ante todo estamos ante una mirada profunda al ser humano, como casi siempre en estos casos también dolorosa, y cómo en momentos de total sufrimiento es capaz de convertirse en un monstruo cruel o en lo contrario, es decir, como dice entre sus páginas, convertirse, de verdad, en un hombre. Pero también tiene mucho de intento por saldar cuentas con aquellos que por preservar su integridad, miraron hacia otro lado, dieron chivatazos o directamente colaboraron en el exterminio de sus iguales. Tanto tiene este libro de mirada necesaria al pasado que el gobierno holandés regaló en su momento de edición miles de copias en la Semana del libro holandés, más tarde le otorgaría el premio Van der Hoogt.
Construido a medio camino entre la ficción (de personajes y situaciones concretas que no de la escenificación) y la biografía, no se trata como deja claro el escritor desde un principio de un empeño literario sino de una necesidad por contar lo que allí sucedió. Este hecho se deja notar en que el inicio resulta algo deslavazado e inconexo. Según transcurre algo el relato, no tiene más de 100 páginas, consigue crear la suficiente tensión para interesar al lector por la deriva de los personajes y su historia, gracias también a ser contado a modo de flashback.
Jacques Henriques, el protagonista de la novela, simboliza en su periplo vital todas las actitudes que el autor quiere mostrar. Desde la “neutralidad” impartiendo clases en un colegio, hasta su colaboracionismo directo, formando parte de los Servicios de Orden (las SS judías) tras ser reclutado por el hijo de uno de los mandamases del campo de concentración Westerbork, y acabando por su redención a raíz de entablar amistad con una suerte de rabino.
No estamos ante un libro que destaque sobremanera por su calidad literaria, cosa que dicho sea de paso no parece ser la intención de su creador. Lo que si posee “La noche de los girondinos” es toda la fuerza nacida de revelar una verdad, trágica y desconocida, que investiga en el alma humana y en los mecanismos que “ayudaron” a mantener uno de los episodios más deleznables de la historia. Aunque centrado en un momento histórico determinado no hay que dejar pasar la reflexión que efectúa para aplicarla a muchos de los acontecimientos que suceden hoy en día a nuestro alrededor.
http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article16221

viernes, 18 de junio de 2010

La literatura se queda ciega

Muere Saramago a los 87 años
Público

Pasó una noche tranquila, desayunó con tranquilidad, mantuvo una conversación con su esposa y comenzó a sentirse mal. "Murió acompañado de su familia, despidiéndose de una forma serena y plácida".
El escritor portugués José Saramago, premio Nobel de Literatura en 1998, ha fallecido en su vivienda de Lanzarote (Canarias) a los 87 años, víctima de una neumonía crónica. “Escribo para desasosegar, para no dejar que la gente se duerma y decirles que lo malo está ahí esperando”, dejó escrito.
El autor, cuya delicada salud hizo temer por su vida hace un par de años, publicó a finales de 2009 su última novela, Caín , una irónica mirada al Viejo Testamento que fue muy criticada por la Iglesia.
Autor de obras cumbres de la literatura del siglo XX, como Memorial del convento (1982), El Evangelio según Jesucristo (1991) o Ensayo sobre la ceguera (1995), murió al lado de su mujer y traductora, Pilar del Río. Deja 17 novelas y numerosos ensayos, artículos y cuentos . Y un compromiso político siempre a la izquierda.
El Nobel portugués, histórico militante de la izquierda marxista, también dejó marca con su actividad social -fue un acérrimo defensor de los derechos humanos- levantó su voz en numerosas ocasiones contra las injusticias, la Iglesia y los grandes poderes económicos, a los que veía como las grandes enfermeades de su tiempo.
"Estamos todos hundidos en la mierda del mundo y no se puede ser optimista. El que es optimista, o es estúpido, o insensible, o millonario", dijo en diciembre de 2008, durante la presentación en Madrid de Las pequeñas memorias, una obra en la que recuerda su infancia entre los 5 y los 14 años.
Dios fue una diana constante sobre la que lanzó sus dardos: ""La Biblia es un manual de malas costumbres: crueldad, incestos, carnicerías. Según un científico que los contó, hay cerca de un millón 700 mil cadáveres en este libro”, defendió. “Tan crueles como Dios son los hombres, que hemos inventado a un Dios a nuestra imagen y semejanza”, añadió.Familia humilde
José de Sousa Saramago nació en Azinhaga (Portugal) el 16 de noviembre de 1922 en el seno de una familia campesina y, en 1924, se trasladó junto a sus padres y su hermano mayor a Lisboa, donde cursó sus estudios de Primaria y comenzó el ciclo de Bachillerato.
Sin embargo, el autor no pudo terminar la educación secundaria debido a las dificultades económicas de su familia y, con apenas 12 años, ingresó en una escuela de enseñanza profesional para aprender el oficio de cerrajero mecánico . Después de cinco años de formación, desempeñó este empleo durante 24 meses en un garaje de la capital portuguesa.
Durante su proceso de formación como cerrajero, Saramago tuvo la oportunidad de estudiar Literatura, a pesar de que el curso educativo estaba destinado a preparar profesionales técnicos.
En esta época, comenzó a frecuentar una biblioteca pública de Lisboa durante la noche. "Y fue así, sin ayudas ni consejos, apenas guiado por la curiosidad y por la voluntad de aprender, que mi gusto por la lectura se desenvolvió y pulió", aseguró el escritor en una pequeña autobiografía en la página 'web' de su fundación homónima.
Gracias a su educación autodidacta, Saramago se puso en contacto con el mundo de la literatura y, en 1947, publicó su primer libro , un romance titulado 'A Viúva' ('La Viuda', en castellano), pero que, por "conveniencias editoriales", fue publicado con el nombre de 'Terra do pecado' ('Tierra del pecado'). Después de esta obra, escribió la novela 'Clarabóia' ('Claraboya'), que a día de hoy permanece inédita, y el comienzo de otra novela que nunca terminaría.
Según el autor, tras abandonar este último proyecto, percibió que "no tenía que decir nada que valiese la pena", por lo que abandonó la escritura hasta 1966.
En cambio, Saramago volvió al mundo de la literatura a finales de los 50 después de ingresar en la editorial 'Estúdios Cor', lo que le permitió conocer y establecer relaciones de amistad con algunos de los escritores portugueses más importantes de su tiempo. Asimismo, y para "mejorar el presupuesto familiar", comenzó a dedicar parte de su tiempo libre a trabajos de traducción de autores como León Tolstoi o Charles Baudelaire.
En 1966, el autor publicó la colección poética 'Os poemas possívis', después de casi 20 años alejado de la escritura. De esta forma, Saramago vivió su etapa de máximo esplendor durante la madurez y, gracias a títulos como 'Memorial del convento' (1982) o 'Ensayo sobre la ceguera' (1995), se hizo un hueco entre los mejores novelistas contemporáneos.Saramago y el periodismo
En 1971, abandonó la editorial e ingresó en el mundo del periodismo como responsable del suplemento cultural del Diário de Lisboa para terminar trabajando, cuatro años más tarde, como director adjunto del 'Diário de Notícias'. Fue despedido siete meses después por motivos políticos y, a partir de ese momento, se dedicó por entero a la literatura.
"Sin empleo una vez más, ponderadas las circunstancias de la situación política en que entonces se vivía ñla dictadura de Salazarí y sin posibilidad de encontrar trabajo, tomé la decisión de que me dedicaría enteramente a la literatura: ya era hora de saber lo que podría valer como escritor", aseguró Saramago, quien en 1980 publicó la novela 'Levantado del Suelo', la obra que marcó su estilo literario, una aproximación original a la fantasía perfilada, entre otras cosas, por su empleo característico de los signos de puntuación.Lo fantástico y lo alegórico
Según el escritor y semiólogo Umberto Eco, quien prologó la edición italiana de la antología de Saramago 'El Cuaderno' (2009), el autor portugués cuidaba la puntuación "hasta el extremo de hacer" que desapareciera y, en su crítica moral y social, no afrontaba "los problemas de frente" sino que los rodeaba "bajo las formas de lo fantástico y lo alegórico". "Saramago hace que el lector viaje en una niebla láctea en la que ni siquiera los nombres propios dan una señal claramente reconocible", añadió el catedrático italiao.
Umberto Eco: "Saramago hace que el lector viaje en una niebla láctea..."
Dos años después de publicar 'El Evangelio según Jesucristo' (1991), que fue censurado en Portugal por su crítica frontal a la religión católica, Saramago se desplazó a la isla canaria de Lanzarote. Según el autor portugués, el Gobierno de su país vetó la presentación del libro al 'Premio Literario Europeo' y, por ello, decidió cambiar de residencia junto a su segunda esposa, la periodista española Pilar del Río, con quien se casó en 1988.
Durante su estancia en España, publicó dos de sus novelas más populares 'Ensayo sobre la ceguera' (1995) y 'Todos los nombres' (1997) y, en 1998, conquistó el 'Premio Nobel de Literatura' gracias a su estilo limpio y cercano a la prosa poética. "He sentido una emoción muy fuerte y, como ocurre casi siempre con todas las emociones fuertes, uno no se entera; lo sufre, lo siente, pero verdaderamente no se entera, y es con el paso del tiempo cuando uno se da cuenta de lo que ha ocurrido", aseguró después de conocer la noticia.En activo hasta el final
En los últimos años de su vida, continuó publicando novelas y obras autobiográficas con asiduidad y, en esta etapa, destacan títulos como 'El hombre duplicado' (2002), 'Ensayo sobre la lucidez' (2004), 'Intermitencias de la muerte' (2005) o 'El viaje del elefante' (2009). Asimismo, desde septiembre de 2008, el autor cultivó el ensayo de carácter cultural, político y social en su bitácora digital 'caderno.josesaramago.org', en donde desarrolló un estilo duro y directo que contrasta con el resto de su narrativa.
"La jornada será larga, pero no nos desanimaremos. Cada día llegaremos, cada día partiremos"
"Antonio Machado escribió aquello de 'Caminante, no hay camino / Se hace camino al andar'. Y es lo que estamos intentando: andar y hacer camino, hacer camino y andar. La jornada será larga, pero no nos desanimaremos. Cada día llegaremos, cada día partiremos. Más allá, siempre más allá", destacó el escritor en la página 'web' de su fundación, con la vista puesta, probablemente, en este día en que su obra le sobrevive y le busca.
El Nobel de Literatura anunció el pasado mes de noviembre en la presentación de su último libro, 'Caín', que ya estaba escribiendo su próxima obra, que tenía como tema central la industria del armamento. Quién fabrica las armas, quién trafica con ellas y quién muere son temas de ese texto. Hoy en día, "la vida humana no tiene ninguna importancia", dijo el autor entonces.
http://www.publico.es/culturas/321671/fallace/escritor/jose/saramago/anos

martes, 8 de junio de 2010

La novela negra que nos corresponde

Ramón Padregal Casanova
Rebelión

Sí, sí, sí. Si dos afirmaciones representan una negación, cabe la posibilidad de que sea burlesca, tres afirmaciones significan una afirmación en toda regla; de ahí que Black, black, black -Negro, negro, negro- título de la última novela de Marta Sanz, esté aseverando que lo que vamos a leer es, más allá de toda duda, negro, negro, y solo negro.Si la novela negra en ocasiones lleva consigo alguna denuncia, ésta de Marta Sanz, sí, sí, sí es una bofetada a la organización social que promueve la diferencia entre las personas. Con el tortazo a la concepción que se oculta tras los personajes, se tambalea la idea fatua, soberbia y agresiva con que el sistema ha colonizado las mentes de quienes se creen el cuento de la diferencia, discurso para oprimir a los débiles.Black, Black, Black invita al lector a desmentir la verdad que se le implanta, los personajes dicen más verdades mintiendo, y para que el lector no se vea conducido de principio a fin Marta Sanz echa abajo el género y la estructura tradicional y hace una parodia del entretenimiento y las truculencias con que la industria ha explotado la novela negra. Es una novela contra la seducción y contra el acomodamiento que engaña a los lectores, para conseguir tal propósito se dispone todo para que el lector dialogue con el texto, plantee las contradicciones, le cree dudas y que el libro sea en si mismo una denuncia de la organización de la violencia que circula oculta en la sociedad, busca que la violencia de la literatura sea el reflejo de la violencia que se ejerce desde los estamentos que controlan la sociedad, lo raro –dice Marta Sanz- es que no ocurran más cosas.De las tres partes de la novela la primera con sus personajes tan distintos a los habituales, pero tan reales, y su modo de investigar, hace saltar por los aires la idea de los personajes y el sistema de investigación característicos de este tipo de novelas.La segunda es el diario de una mujer que cuenta su enfermedad y escribe sus historias inventadas de crímenes en la comunidad de vecinos, que luego tendrán su utilidad para el lector; es un capítulo metaliterario en el que al lector le queda la pregunta de si somos responsables de lo que escribimos, y resulta un ejercicio contra la escritura llena de trampas para los lectores, contra la enfermedad comercial de la literatura.Y el tercer capítulo retoma el primero para aclarar dudas.Frente a la idea que transmite Sherlock Holmes de que el mundo está bien hecho, o que está mal hecho según Hammett, Black, Black, Black, es ante todo una novela sobre el discurso de la violencia y una parodia de la novela negra. Es una novela de interiores y exteriores, como aquella película de Hitchcok, La ventana indiscreta, en la que prima el entretenimiento y no hay otro fin, y en Black, black, black además de eso nos adentramos en la presión sicológica que habita la vida doméstica, los crímenes en la vida cotidiana, la convivencia en crisis, los mundos que se han ido alejando y alejando y que si se cruzan producen un estallido, en definitiva se respira todo el sistema de planificación económica y social del capitalismo, el motor que crea las circunstancias, la mano en apariencia invisible que dispone a las personas para que cometan el delito, que fermenta y fomenta la violencia que es ejercida día tras día sobre los personas y la incitación a que ésta mismas personas la descarguen verbal y físicamente contra quien se encuentre al lado o debajo, y no se les pase por la cabeza devolverla al responsable de las causas sociales y políticas: si, si, si, esto es lo negro, esta es la novela de investigación que nos corresponde.Título: Blac, black, black.Autora: Marta Sanz.Editorial: Anagrama.Ramón Pedregal Casanova es autor de Siete novelas de la memoria Histórica, editado por la Fundación Domingo Malagón y Asociación Foro por la Memoria.
Rebelión

domingo, 6 de junio de 2010

Reseña del libro La breve y maravillosa vida de Óscar Wao (Casa de las Américas, 2010)

Iroel Sánchez
La Ventana

Maldiciones y conjuros caribeños que llegan hasta la familia Kennedy, fantasía nórdica, juegos de roles, spanglish, momentos claves de la historia dominicana: Hatuey, las intervenciones norteamericanas, Cuba, los haitianos, el trujillato y la diáspora. “Todo mezclado” —diría Guillén—, para crear una obra maestra que narra, de manera hilarante y en ocasiones dolorosa, la búsqueda de la belleza desde la condición de emigrante, negro, y joven amante de la ciencia ficción. Con imaginación y humor —y quienes la lean sabrán que no es un recurso retórico— literalmente a prueba de balas, Junot Díaz no ha escrito aquí una sola página en que no nos conmueva y a la vez provoque nuestra admiración. La breve y maravillosa vida de Óscar Wao, editada en Cuba por Casa de las Américas de cara a la XIX Feria del Libro, es una fiesta que no debemos perdernos. Su protagonista, el antihéroe insólito y al mismo tiempo creíble, que sueña con ser el Tolkien dominicano, capta desde sus primeras apariciones nuestra simpatía. Si su autor recibió por este libro en 2007 el National Book Critics Circle Award y en 2008 el Premio Pulitzer, es porque con esta novela rompe demasiados esquemas para ser ignorado: escrita originalmente en inglés y repleta de referentes anglosajones —el mismo nombre del personaje central es una alusión a Óscar Wilde—, puede ser incluida entre la mejor literatura latinoamericana; es un desborde de imaginación y sus referencias históricas —como lo demuestran sus muy exactas y no menos irónicas notas al pie— son absolutamente rigurosas; da espacio a las realidades sociales más terribles y a la denuncia de todas las discriminaciones sin dejar de ser divertida; y así pudiéramos seguir largamente en una enumeración paradojal que hace ver en esta obra el surgimiento de algo nuevo y deslumbrante. La industria editorial española, aunque la incluyó entre las diez mejores novelas del año 2008 en la península, no mostró con ella el mismo entusiasmo que con La fiesta del Chivo de Mario Vargas Llosa —libro con el que Díaz polemiza aquí de modo lateral y al que a mi juicio supera en toda la línea—; aquella vez hubo giras por América Latina, reseñas en las principales páginas literarias del continente, entrevistas a bombo y platillos, y tribunas políticas para un libro que, aunque conserva el oficio, dista mucho de los valores de Conversación en La Catedral y La guerra del Fin del Mundo. Díaz, nacido en República Dominicana en 1968 y residente desde los siete años en Estados Unidos, rompe todos los límites y penetra, amena y agudísimamente, en temas cruciales de nuestro tiempo y de la condición humana, con un disfraz de ingenuidad casi adolescente que no es sino grandeza literaria, profunda cultura y honestidad intelectual. En un mundo de emigrantes, con los hispanos creciendo hasta convertirse en la minoría más numerosa en territorio norteamericano y con el drama haitiano en el orden del día, este texto no nos dará respuestas pero nos hará comprender mejor ese otro que también somos. Es posible que el relato del fukú terrible que persigue a la familia Cabral desde el trujillato hasta estos veranos en que “los aeropuertos se traban con gente demasiado arreglada; los cuellos y los portaequipajes gimen bajo el peso acumulado de las cadenas y paquetes de ese año, y los pilotos temen por sus aviones …”, sea un intento de zafa salvador y divertido contra esa dinámica de uno mandando y otro mandado, culpable de tantos abusos e injusticias en este Caribe que el también dominicano Juan Bosch bautizó como frontera imperial. Si los veranos acaban “en un pari grande; un pari grande para todos salvo los pobres, los prietos, los desempleados, los enfermos, los haitianos, sus niños, los bateyes y los carajitos que a ciertos turistas canadienses, americanos, alemanes e italianos les encanta violar…”, los versos de Derek Walcott que abren el libro sintetizan las intenciones del narrador: “si amar estas islas ha de ser mi cruz, de la podredumbre mi alma tomará alas”. Para los lectores cubanos, no sólo por la simpatía y el cariño con que se refiere a nuestro país —incluso a su pasado más reciente—, muy lejos de cualquier concesión, será una lectura inolvidable. La relación entre dominicanos y cubanos es algo a lo que el libro, en historia y ficción, no deja de hacer guiños de principio a fin, con la feliz coincidencia de que la traducción al español es obra de la escritora cubana Achy Obejas. Para terminar, sólo una aclaración sobre el título de esta reseña: no es que la novela de Junot Díaz sea precisamente breve, es su lectura sin sosiego la que nos lo hace parecer. Este es de esos libros de los que no podemos desprendernos hasta terminar y que —como los buenos platos— mientras nos vamos acercando al final nos hace tratar de espaciarlo para que no se nos acabe sin paladearlo como merece. Así pues, compartamos con Óscar Wao la bienvenida a la belleza, o mejor dicho, su búsqueda interminable y riesgosa; sabido es ya que resulta inasible y efímera, como el fugitivo instante quevediano, el único que permanece y dura.http://laventana.casa.cult.cu/modules.php?name=News&file=article&sid=5531