miércoles, 28 de abril de 2010

"Lenin y la Revolución" de Jean Salem


Introducción del libro "Lenin y la Revolución" de Salem, que acaba de publicar Ediciones Península.
José Mª Fernández Criado (traductor edición en castellano) Corriente Roja León 29-12-2009 a las 22:36 1269 lecturas 1 comentario
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Introducción
En cualquier libro, el prefacio o la introducción es a la vez lo primero y lo último: lo mismo sirve de explicación del objetivo de la obra que de justificación y respuesta a las críticas. En el caso presente, nada de esto parece posible. Pues si hoy en día, en historia de las ideas se estableciera un palmarés de “perros muertos”, es sin duda la sombra de Vladimir Illitch Ulianov, llamado Lenin, la que se llevaría la palma.
A Marx, que tomaba prestado el término a Lessing, le gustaba repetir que Hegel llegó a ser tratado en la Alemania culta de finales de 1850 como «perro muerto»1. Y fue, según Lessing, el bueno de Moses Mendelssohn quien en su tiempo había tratado de la misma mala manera a Spinoza. Es verdad que aquí y allá se habla de la «vuelta a Marx». Que se enaltece incluso a los vencidos (Gramsci), a los mártires (el Che, transformado desde hace dos décadas en producto-marketing). Pero Lenin, tal y como señala Domenico Losurdo en su excelente ensayo ¿Huir de la historia?2, es cuidadosamente silenciado.
Hay que decir que, según el pensamiento prêt-à-penser en boga, Lenin es considerado como la encarnación de una historia de la que lo menos que se puede sentir es... vergüenza. Y hay que decir también que a duras penas estamos aún saliendo de un periodo de criminalización del ideal comunista que ha inducido una auténtica colonización de la conciencia histórica de los mismos comunistas, sean viejos, “neos” o recalcitrantes hasta la histeria. A fin de cuentas ¿por qué no alinearse bajo el ejemplo del bueno del canciller Bismarck que, al día siguiente de la derrota de la Comuna de París, equiparaba expresamente a los vencidos con criminales de derecho común? Hay que señalar en fin, que la izquierda hoy parece deducir todo de la ideología dominante: sus categorías, valoraciones y hasta sus tics, sus referencias más hirientes; en una palabra, sus reflejos. La «autofobia», prosigue Losurdo, brilla particularmente en las filas de aquellos que, declarándose más o menos entusiastas de la justicia social, se muestran obsesionados por el cuidado de reafirmarse totalmente ajenos a «un pasado que, para ellos como para sus adversarios políticos, es sinónimo de abyección»3.
En resumen, que presentar una obra sobre la idea de revolución en Lenin puede parecer como adoptar la postura de Diógenes; la postura de Diógenes el Cínico que, cuando le preguntaban por qué entraba siempre al teatro por la puerta de atrás, respondía que era precisamente porque todo el mundo acostumbraba a entrar por el otro lado...4
A fin de ganarme la indulgencia del lector, desearía en primer lugar recordar cómo Vladimir Illitch entró en mi propia vida; es decir, mis primeros encuentros con él. Después, componer un florilegio muy sumario, con la ayuda de algunas ideas recogidas posteriormente, es decir, con la ayuda de algunas de las barbaridades que, tocante al leninismo, a la ex-Unión Soviética y al conjunto del difunto movimiento comunista, todo ciudadano parece que debe dar por sentadas. En una tercera y última parte, intentaría hacer percibir la actualidad de las seis tesis de Lenin que he recopilado y que comento brevemente en el estudio que sigue.
1. Cómo Vladimir Illitch entró en mi vida
Durante mucho tiempo, siguiendo el ejemplo de un gran autor, solía acostarme temprano. También desde hacía mucho tiempo me venían intrigando esas conversaciones en voz baja de las que Neruda escribía que separan más que un río el mundo de los niños del mundo de los adultos5. Aquella tarde, era en 1961, cenaba con la abuela y la tía que me cuidaban. Tenía entonces nueve años. Ellas habían preferido guardar el secreto y me hablaban de vez en cuando de un padre bastante fantasmal que supuestamente estaba de maestro en Argelia y que, a causa de la guerra, no podía volver a Francia. Ni una ni otra sabían que mi madre, sin decirme mucho más, en una de nuestras rarísimas entrevistas me había confiado que ese padre escribía también algunos artículos en la prensa bajo un seudónimo muy concreto.
Aquella tarde, como de costumbre, los tres escuchábamos el diario hablado de las ocho que emitía el enorme aparato de radio a unos pasos de allí, casi al centro de la gran pared del comedor. De pronto oí que Henri Alleg se había escapado de la prisión de Rennes y que la policía lo buscaba intensamente. «¿Es papá?» -pregunté de inmediato como si fuera algo evidente. Mi abuela por toda repuesta rompió a llorar, mientras mi tía me conducía hasta mi habitación y se deshacía explicándome más de media docena de veces lo que yo había comprendido ya desde la primera vez, a saber, que es posible estar en la cárcel sin por ello ser un criminal o un ladrón. Y que en el caso de mi padre, se trataba de un hombre de bien, de un valiente militante comunista. Pero de la tortura, aquella tarde no me dijo lo más mínimo. Semanas más tarde, mi madre, mi hermano (que había vivido con ella en París) y yo mismo, nos encontramos con mi padre en el andén de una estación de Praga. Después fueron la escuela soviética de Praga y el principio de una nueva vida. Las frecuentes menciones a Lenin en aquel país que nos acogía; las referencias de mis padres y de sus amigos a su clarividencia en la acción o a algunos de sus discursos; las inevitables bromas (dos aparatichs se preguntan por qué determinado cabaret de Moscú, aun imitando en todo a los de Occidente, no hace taquilla; y uno de ellos dice al otro que, en cualquier caso, la striptease era “políticamente segura” pues... había conocido muy bien a Lenin); algunas estatuas, por supuesto, así como su efigie en las insignias de aquellos «pioneros» que, tanto mi hermano como yo, habíamos llegado a ser. Después, durante el verano siguiente, Artek, en Crimea; Artek, «república de los pioneros»; Artek y las largas discusiones que avivaba a orillas del mar Negro el monitor encargado de nuestro «destacamento». Y más tarde, Ivanovo, la Casa Internacional de la Infancia, aquel internado tan soviético, a trescientos kilómetros al noreste de Moscú, en el que se acogía a los hijos de los griegos, iraníes y de otros países que habían sido más o menos martirizados por los defensores del «mundo libre». Fue en aquella época, indiscutiblemente, cuando Vladimir Illitch se impuso vivamente a mi atención.
Una curiosa historia: sobre algunas de las razones que han hecho el nombre de Lenin perfectamente impronunciable.
Desde luego que nuestros padres habían creído equivocadamente que llegarían a ver la victoria, la victoria por la que toda lucha, o casi, desembocaría en lo que Marx había llamado el “último desenlace”6. Sin duda que hubieran preferido comprender la historia como si estuviera escrita en futuro perfecto. Sus combates, su entrega, su coraje, de buena gana se los hubieran imaginado como los de los cuatro evangelistas de una famosa vidriera de Chartres cabalgando a lomos de cuatro profetas del Antiguo Testamento. La II Internacional había traicionado y desnaturalizado la promesa, la muy profana promesa de la lucha contra la guerra y de la revolución obrera; la Internacional de Lenin aportaba, al contrario, por la vía más recta, la paz y la justicia a las naciones. Después concedieron generosamente a Stalin el rol de un Katagarama, es decir, de ese dios de Sri Lanka, de ese hijo de Siva que según la leyenda llegó a ser generalísimo de trescientos millones de dioses, después de su victoria contra los Asura, los Titanes. ¿Nos habríamos comportado nosotros mismos de otro modo si hubiésemos tenido veinte o treinta años al día siguiente de la derrota del nazismo? Una derrota que había costado unos treinta millones de muertos a la Unión Soviética. Una derrota que sólo pareció posible e inevitable después del vuelco de la guerra: Stalingrado.
Pensando en mis colegas y en esos jóvenes estudiantes que me acogieron de manera tan sincera y calurosa durante la primavera de 2005, recordando Volgograd7 y su emocionante Universidad, esa ciudad en la que un millón de vivos camina sobre dos millones de muertos, yo quisiera decir una palabra sobre esa curiosa historia, sobre esa disparatada historia que los vencedores de hoy han tan rigurosamente balizado. Sobre esa curiosa historia que hace que el nombre de Lenin resulte hoy tan difícil de pronunciar. Lo que en 2006 se dice por ahí de la URSS de antes y durante la segunda guerra mundial; lo que se dice de los setenta años soviéticos, que unánimemente todo el mundo estaliniza; lo que se dice del “totalitarismo”, un concepto comodín donde los haya; y en cuarto lugar, lo que se dice del fin de la Unión Soviética. Es a propósito de esos cuatro “se dice” que yo quisiera ahora ... decir a mi vez unas palabras.
* Porque la historia siempre la escriben, o más bien la re-escriben, los vencedores. Marx, señala Lenin, ya en su tiempo subrayaba cómo la reacción había logrado en Alemania «eliminar casi completamente de la conciencia popular el recuerdo y las tradiciones de la época revolucionaria de 1848»8. No es mucho decir que tales consideraciones podrían, mutatis mutandis, ser aplicadas fácilmente a los quince o veinte últimos años del siglo XX y a la violencia que se hizo a la historia real de este siglo.
Usando y abusando del adagio en virtud del cual los objetos no aparentes y los objetos no existentes se guían por la misma lógica, periodistas, fast thinkers e investigadores de ocasión han conjugado sus esfuerzos tan bien, que parece como que hubieran hecho desaparecer la URSS. De non aparentibus et de non existentibus eadem lex est. Los sondeos valen lo que valen, es decir, muy poco; o algo peor9. Pero no está de más destacar que, según un estudio del IFOP, solamente el 20% de los franceses pensaba en 2004 que la participación de la URSS fue determinante en la victoria sobre el nazismo (contra, según parece, el 57% en 1945)10. Hay que reconocer también que la ignorancia es a tal punto gigantesca que una mayoría de jóvenes franceses encuestados para otro «sondeo», consideraba que la URSS había sido aliada de ... la Alemania hitleriana durante la segunda guerra mundial11. Eco lejano, sin duda alguna, en mentes devotas de la publicidad y de la aculturación, del principal acto de acusación formulado en materia internacional contra la Unión Soviética de entre-guerras: la firma, el 2 de agosto de 1939, del pacto germano-soviético. Retomando la tesis de los historiadores Lewis B. Namier y Alan John Percival Taylor12, los nuevos trabajos de historiadores anglófonos aclaran sin embargo las condiciones en las que la URSS llegó a esta decisión. Muestran cómo la terquedad de Francia y de Gran Bretaña en su política de «apaciguamiento», dicho de otra manera, de capitulación ante las potencias fascistas, arruinó el proyecto soviético, proyecto que apuntaba a la «seguridad colectiva» de los países amenazados por el Reich. De aquí los acuerdos de Munich (29 de septiembre 1938), según los cuales París, Londres y Roma permitieron a Berlín anexionarse, dos días más tarde, los Sudetes. Aislada ante un III Reich que tenía en adelante las manos libres en el Este, Moscú firmó con Berlín (insisto, en agosto de 1939) el pacto de no agresión que la protegía provisionalmente13. «La oposición de Chamberlain a una alianza con los soviéticos», así escribe Michael J. Carley, y sobre todo el «anticomunismo» (decisivo a cada fase clave desde 1934-1935), el «miedo a la victoria sobre el fascismo» que latía en los gobiernos británico y francés, asustados de que el rol dirigente que se prometía a la URSS en una guerra contra Alemania extendiese su sistema a todos los beligerantes, las múltiples prórrogas tendentes a la postre a dejar a Hitler las «manos libres en el Este», todo esto fue, «no solamente determinante para el fracaso de las negociaciones trilaterales del verano de 1939», sino que constituyó también «una de las causas mayores del desencadenamiento de la Segunda Guerra mundial»14. En cuanto al hecho de que Stalin hubiera reclamado a los occidentales, desde agosto-septiembre de 1941, la apertura de un «segundo frente» al Oeste (envío de divisiones aliadas a la URSS o desembarco en las costas francesas) y que tuviera que esperar por este segundo frente hasta junio de 1944, parece que sólo algunos antiguos dirigentes del Partido Comunista Francés, al menos en nuestras latitudes, lo cuentan aún en sus memorias15.
A finales de marzo de 1945, quedaban 26 divisiones alemanas en el frente occidental contra 170 divisiones en el frente Este, donde los combates se encarnizaron al extremo16. Pero antes de esto, como lo recuerda en detalle el Livre noir de Ilya Ehrenburg et Vassili Grossman, judíos y eslavos (cuyo exterminio planificado por el III Reich llegó a alcanzar de 30 a 40 millones de individuos) perecieron por millares en Oradour-sur-Glane. Los novecientos días de asedio de Leningrado (julio 1941-enero 1943) acabaron con un millón de habitantes de los dos millones y medio que contaba la ciudad; de ellos más de 600.000 durante la hambruna del invierno de 1941-1942. En total, 1700 ciudades, 70.000 pueblos y 32.000 industrias fueron arrasados.
* Por lo demás, dos imposturas interesadas no han dejado de enturbiar las investigaciones sobre la Unión Soviética durante los últimos treinta años. 1º/ La primera consiste en presentar el anticomunismo como un análisis de la URSS. La sovietología fue muy a menudo la aventura del Pourquoi-Pas? «El problema del experto en asuntos soviéticos, escribía en este sentido Alain Besançon, no es primordialmente, como ocurre en otros dominios, poner al día sus conocimientos. Su mayor dificultad es dar por verdadero lo que algunos tienen por inverosímil, creer lo increíble»17. 2º/ La segunda de estas imposturas consiste, según la expresión de Moshe Lewin, en «estalinizar» el conjunto del fenómeno, el cual, del principio al fin, nunca habría sido más que un inmenso «gulag» uniforme y persistente18.
Ahora bien, y por empezar por el fin, estaríamos seguramente mejor informados si, a la vista de las diferentes fases, de los cambios de dirección, de las profundas transformaciones que han marcado la historia del socialismo real, habláramos no de un régimen sino más bien de regímenes soviéticos. ¿O es que no basta la eliminación del estalinismo en Rusia y del maoísmo en China para probar que la forma más despótica del ejercicio del poder no constituía ni un parámetro independiente de las circunstancias del momento (y de las tradiciones históricas) ni una patología incurable? A menos que se quiera comparar no sólo a Stalin con Hitler, sino también a Lenin con Hitler, a Kruchev con Hitler, a Brejnev con Hitler, etc. Después de todo, la prensa de nuestra chusca izquierda no tuvo empacho, a principios de los años ochenta, en recalcar el tema de un «nacional-socialismo pintado de rojo» a propósito de la Polonia del general Jaruzelski19. Sin embargo nos parece más serio y mucho más conforme a la verdad admitir, con Moshe Lewin, que el sistema soviético ha existido «en dos o tres versiones» por lo menos20. ¿La misma Hannah Arendt (una vez no hace costumbre) no ha intentado precisar su concepto fetiche, el del «totalitarismo», cuando escribió en su día que «Rusia no llegó a ser plenamente totalitaria sino después del proceso de Moscú, es decir, un poco antes de la guerra»21? Esta tentativa de seriación merece ser destacada con cuidado, con emoción incluso, en una autora que no temió comparar el comunismo a un «dragón»22, ni presentar como perfectamente simétricas «ideología racista» e «ideología comunista»23; en una autora que, en la más pura línea de la guerra fría, opinaba sin el menor comedimiento sobre el «mundo libre» y su «combate contra el totalitarismo»24, poniendo en práctica esa «difamación lingüística a priori», esos trucos del lenguaje que, como escribía muy acertadamente H. Marcuse, lejos de limitarse a definir al Enemigo, lo constituyen; y el Enemigo así creado no se muestra ya tal como es en realidad, sino tal y como hace falta que se presente para cumplir la función que le atribuye el orden establecido. Mientras que para quien se opone a este enemigo, añadía Marcuse, al revés, «el fin justifica los medios». Los crímenes (sobre todo los que el ejército USA cometió en Vietnam) «dejan de ser crímenes si sirven a la protección y a la extensión del “Mundo libre”»25.
* Tampoco podemos abordar aquí más que de pasada la gran pregunta cuyo solo planteamiento pasaría poco menos que por una duda sacrílega: ¿Es realmente serio declarar como lo hace Hannah Arendt (cuyo discurso, hasta una moda muy reciente, apenas si tuvo aceptación en Europa) que «los sistemas nazi y bolchevique» no son sino «dos variantes de un mismo modelo»?26 En un libro que hizo mucho ruido en el momento de su aparición, se manejaba con raro brío esta forma más que expeditiva de unidad dialéctica de los contrarios. El prologuista de la obra citada, en absoluto se planteaba poner en cuestión la «singularidad de Auschwitz», para afirmar apenas unas páginas más adelante, nada menos que los regímenes comunistas habrían «cometido crímenes que alcanzaban alrededor de cien millones de personas, contra alrededor 25 millones al (sic) nazismo»27. Y como una contradicción de más o de menos no tiene importancia, el mismo escribía un poco antes: «no es nuestra intención aquí establecer una macabra aritmética comparativa cualquiera, [una] contabilidad por partida doble del horror, [una] jerarquía de la crueldad»28. Al fin y al cabo, como escribió otro, sin sentido del ridículo, «¡qué pesa un cero cuando se calcula en mega-muertos!»29.
La verdad menos controvertible es que la evaluación del número de víctimas de la represión en la URSS llegó a ser en Occidente, a partir de 1975, un circo especialmente destinado a ejercitar las fuerzas de los luchadores. A este propósito se adujo un cortejo de hechos tan inverosímiles que la realidad difícilmente ha podido verificar. Una cifra contradice a la otra, destruyendo así su pretensión de pertinencia científica. Ateniéndonos sólo a la literatura franco-francesa y a los libros que han podido impresionar a espíritus de más allá del muy restringido campo del Landerneau universitario, señalaré que Jean Ellenstein, en una Historia de la URSS publicada en 1973, estimaba en unos millones el número de deportaciones que tuvieron lugar en la Unión soviética30. Unos años más tarde, Charles Bettelheim, mencionaba por su parte las estimaciones de Wiles, que había fijado la cifra de 1,62 millones para los años 1931 a 1937 y de 4,32 millones para 1938, añadiendo que esta cifra le parecía «elevada»31. En 1977, los autores eurocomunistas de La URSS y nosotros avanzaban «una suma mínima de diez millones de soviéticos muertos a consecuencia de las dos grandes oleadas de represión de los años treinta»; dicho de otra manera, de los años 1930-33 y 1935-3832. André Glucksmann (ex-maoísta que, veinte años más tarde, saludaría con entusiasmo cada una de las operaciones que el Pentágono anuncia para pasado mañana), pasaba, en el espacio de dos años, de «15 millones de muertos probables» a 40 millones de muertos «probablemente»33. Y para terminar con este alucinante y lúgubre recuento, citaré las cifras que avanzan dos autores que, sin ser franceses, fueron, tanto en Francia como en otros sitios, considerados más allá de cualquier límite: primero Solzhenitsyn, (900.000 ejemplares del tomo primero de El Archipélago del Gulag vendidos en Francia desde 1983, es decir, diez años más tarde de la salida del libro). Alexandr Solzhenitsyn, que aseguraba que en la URSS... 66 millones de hombres habían perecido por el régimen comunista; y, last but not least, Michael Volensky, el autor de La Nomenclatura (400.000 ejemplares vendidos en Francia), que anunciaba que el tributo pagado por los pueblos soviéticos a la dictadura entre 1917 y 1959, se elevaba a 110 millones vidas humanas34.
¿Quiere decirse que no pasó nada? ¿que no se cometió ningún crimen? ¿que Evguenia Guinzbourg no ha descrito en páginas punzantes la locura de una vida en régimen de concentración que no le hizo cambiar de ideal?35 ¿que el terror no pesó sobre el país, durante largos años al menos, como una aplastante chapa de plomo? De ninguna manera. Yo solamente pregunto si, a fuerza de pretender que es indecente dedicarse a hacer las cuentas del Gran Capitán en materia de horror, se tiene fundamento para proferir acusaciones más desmedidas que cualquier cifra asignable. Y a hacer pasar por la gatera los montones de dientes de oro, las cabezas reducidas de prisioneros utilizadas de pisapapeles, las pantallas de piel humana, las experiencias diabólicas de médicos venidos del infierno, etc. Yo pregunto, antes de entregarme sin más a la autoflagelación de los vencidos, nos preguntamos sencillamente, nosotros que del comunismo hemos conocido sobre todo la rectitud, las luminosas esperanzas y el heroísmo que caracterizaba a nuestros mayores, que se nos diga más precisamente, de qué nos están hablando, cuál fue la escala de los crímenes en cuestión.
El fondo de la cuestión habrá consistido, a fin de cuentas, en poner bajo el mismo rasero estalinismo y nazismo. En colar por la misma trampilla los más generosos sueños de decenas y decenas de millones de hombres y de mujeres a través del planeta; sueños que, durante decenios, han acompañado la existencia del «socialismo real». En reducirlos al mismo nivel que las obscenas pasiones de aquellas multitudes que los fascistas nunca galvanizaron más que a base de llamadas al odio e incitaciones a carnicerías. En este mismo movimiento se llegó al fin a lo esencial de lo que se había propuesto, es decir, a la identificación definitiva del verdadero y único Belcebú, del Mal auténtico y original. Jean Michel Chaumont ya reprochaba con razón a H. Arendt su asimilación del «Gulag» con «Auschwitz», considerados como dos esencias platónicas, como dos “isolats” comparables a Ideas situadas en las nubes36. «“El asesinato por pertenencia de clase” perpetrado por los bolcheviques ¿no es el precedente lógico y factual del “asesinato por pertenencia de raza” perpetrado por los nazis?»: esta frase del historiador alemán Ernest Nolte37, podría encontrase también en H. Arendt38. ¿No hay un «nexo de causalidad», llegó a escribir Nolte39, entre “el asesinato por pertenencia de clase” y “el asesinato por pertenencia racial”, del cual, según él, no es sino una réplica? ¡ Post hoc, ergo propter hoc! 40 Auschwitz sería , al fin y al cabo, según este historiador, una «copia» del Gulag, pero una «copia deformada», una copia «más horrible que el original». “Auschwitz” se correspondería con “Gulag” como una consecuencia directa.41 Porque “Auschwitz” sería el resultado «principalmente [...] de una reacción, fruto ella misma de la angustia suscitada por los actos de exterminio cometidos por la revolución rusa»42. Después vendrán, como es lógico, las contorsiones destinadas a negar que así se llega a «banalizar» las atrocidades nazis, etc. ¡Claro, «ningún asesinato”, y menos aun un asesinato masivo, puede “justificar” otro», prosigue Nolte!43 Pero al final, a pesar de la evidencia de la documentación histórica y a pesar de la cronología, fascismo y nazismo habrían constituido «la respuesta radical», la «contraparte» y la «imagen» del estalinismo44.
El hecho de que tales tesis hayan sido divulgadas y tomadas en serio por los universitarios franceses (a menudo ex-comunistas), constituye ya de por sí un síntoma de lo que ha pasado en el campo histórico-mediático desde los años 1975-8045. Pero que eso haya llegado a ser la doxa, una de las “evidencias” para el occidental medio, parece evidentemente espantoso. Un ejemplo entre mil: en Budapest, en el número 60 de la avenida Andrassy, en una Hungría donde en el espacio de unos meses medio millón de judíos fueron forzados a partir hacia los campos de exterminio nazis, el turista puede visitar una «Casa del Terror» con muchas más salas dedicadas a los horrores del periodo de dominación comunista que al terror nacional-socialista. En medio de un diluvio de mensajes que afectan a todos los sentidos al mismo tiempo (música ensordecedora, televisiones gigantes o no, carteles, cascos audiovisuales encarecidamente recomendados por el personal del “museo”), se ha practicado la amalgama hasta el ridículo: aquí un uniforme de soldado soviético junto a un uniforme nazi, allí se confunde la deportación (deportation) hacia los campos de exterminio con el desplazamiento forzoso (resettlement) de decenas de miles de húngaros el día siguiente de una guerra durante la cual las autoridades del país no habían, es lo menos que se puede decir, elegido el mejor partido. Una sorprendente imitación de Yad Vashem, con luces del peor gusto, completa el conjunto y remata la puesta en escena.
¡Ya está bien! Ya es hora de volver a leer con un poco de lucidez y de preocupación por la verdad esas declaraciones tajantes que han deslumbrado París durante treinta años y cuyos autores siempre fueron citados con extrema seriedad. Por ejemplo, ésta: el totalitarismo, «en la Unión Soviética, durante el régimen ligado al nombre de Stalin, alcanzó un grado que ni de lejos fue igualado por el fascismo ni por el nazismo»46. Juntémoslas, pues no pueden por menos que ir juntas, con las campañas algo más recientes a favor de un “Nuremberg del comunismo”, con la completa deslegitimación de todo discurso que se refiera de cerca o de lejos al marxismo en la Universidad francesa, y preguntémonos cuáles pueden ser los efectos inmediatos en un país en cuyo seno se observan cada vez más frecuentemente comportamientos y actos que nos devuelven a los años treinta. «Y es así, se dice en La Noche de los Reyes de Shakespeare, como el torniquete del tiempo ajusta sus venganzas»47.
* Por cierto, The Fall of the Soviet Empire48, The Disintegration of the Soviet Union 49 , The Causes of the Soviet Collapse 50 , L”Énigme de la désagrégation communiste 51 , etc., así como la lista de expresiones y declaraciones de esta especie sobre el fin de la Unión Soviética en 1989-91, podrían dar lugar a una interminable letanía de calificaciones convergentes todas en esto: la URSS «se desmoronó en unos meses como un castillo de naipes»; el sistema «se hundió por sí mismo»52; etc. El breakdown (es decir, la avería, la descomposición, más aun, el estallido de la Unión soviética) como escribe Nick Besley, sería debido a cuatro causas, en última instancia todas ellas internas: el ascenso de los nacionalismos que el fin de la Guerra fría había hecho posible; los malos resultados del sistema económico; la &laq

Reflexiones críticas sobre "La conquista del aire" de Belén Gopegui

La novela como medio para saber
Ramón Pedregal Casanova
Rebelión

La primera edición de La conquista del aire es de 1998, y ha venido mostrando año tras año la actitud y el comportamiento de ese sector de la sociedad que rozó la conciencia social, y cuya posición de menor o mayor compromiso no fue más allá de la transición. Los personajes de La conquista del aire son los que adoptan un lenguaje superficialmente de izquierdas conforme sus actos legitiman el orden que sojuzga a la mayoría. De la misma manera que hincan sus garras con temor a su salvavidas, saben que nunca van a sobrepasar el límite del lenguaje vago.Belén Gopegui, la autora, deja a los personajes en medio de una tesitura, de un conflicto que uno de ellos presenta a los demás y, las decisiones de cada uno en el día a día hacen que, mediante su comportamiento, nos vayan mostrando su verdadero pensamiento. Belén Gopegui vino a decir en cierta ocasión que uno no se manifiesta como es realmente en circunstancias excepcionales, sino que lo importantes es el comportamiento diario, la actitud y la resolución ante las contradicciones del mundo en cada momento de nuestra vida. La novela nos pregunta sobre nosotros mismos, sobre nuestro comportamiento anterior y sobre el presente, no trata de moralizar, trata de comprometer: qué piensas hacer en adelante, cuáles son tus objetivos y cómo vas a conseguirlos.La conquista del aire es la novela en la que dos amigos prestan dinero a otro, y debido a ciertos imprevistos va pasando el tiempo, dos años, hasta que el tercero devuelve lo que le han prestado, tiempo que adquiere el carácter de una noche simbólica entre 1994 y 1996, última noche de octubre de 1994 y amanecer del primer día de noviembre de 1996. Esa larga oscuridad en las relaciones entre ellos va haciendo aparecer las contradicciones en marcha para la definitiva transformación a los ojos del lector. Pero si el argumento nos va a ir abriendo la inteligencia, antes de llegar a el debemos leer con toda la atención el Prólogo, con el Prólogo tendremos en la mano los antecedentes y el presente de la novela como género.En el Prólogo, apunta los fines comerciales de las empresas del libro, y, el poco espacio que dan a los autores para indicar a los lectores cuál ha sido su objetivo y cuáles sus búsquedas y reflexiones para conseguirlo; en este primer apartado, la contratapa, el espacio de presentación dedicado al libro es donde el capital abre las puertas al engaño comercial con un lenguaje que busca aislar la inteligencia: seducir – dice Belén Gopegui – antes que convencer, tocar en las emociones, donde el lector es mas débil y no puede responder porque tendría que cambiar de sentido el discurso. Belén Gopegui se enfrenta a eso diciendo: la novela no es un mero estimulador de sensaciones; y recoge unas palabras de Raymond Williams: …el dilema entre el arte como medio y el arte como algo autónomo… es la prueba de un fracaso; con lo que señala que han instalado esa división a cuenta de olvidar el por qué de tal separación, a cuenta de olvidar que intereses la han instalado. Las dos vertientes de la novela: una, el derrotero puramente comercial y de entretenimiento: había que desengancharla de la máquina que era el significado, había que educar a los lectores en la docilidad, y eso se hace, entre otras cosas, eliminando las dudas y reflexiones para dejar tan solo emociones compulsivas extraídas… de la intriga, la pena, el morbo o el deseo de emulación,… la simpatía por las ocurrencias del narrador, o la complicidad en el reconocimiento de guiños formales y literarios; la otra, la novela… como algo autónomo, reservada para grupos que se consideran por encima del resto y que buscan el relumbre público como seres especiales. Pero si, como dice Raymond William, todo ello no es más que la historia de un fracaso, esas divisiones que parecían definir la novela, aunque persistan, hoy ya no funcionan de manera preponderante, el cuchillo que se ha hincado en medio de las dos es el dinero, el dinero como valor que rige la existencia de todo lo demás: la novela, hoy, se articula en torno a la elaboración comercial, y de este modo se equipara a otros pasatiempos: vacía de sentido contará sucesos que busquen las emociones, dejando el significado fuera.Belén Gopegui señala que las emociones no pueden ser eliminadas de la novela, pero la novela no estará completa si no contiene el significado. Es por ese valor característico de la novela, su significado, por lo que resulta un instrumento formador de vida en tanto que propone…direcciones para la experiencia de las persona. Emprendido el camino, la capacidad de raciocinio y el sentimiento darán paso a la conciencia.Nuestra escritora, en el Prólogo a La conquista del aire, pone el dedo en lo esencial: los trucos, las formas más o menos elaboradas sin significado no son nada. Entonces explica por qué se entrega al lector una historia en la que la capacidad de decisión personal esta anulada y ha sido sustituida por el empuje del dinero como único valor, todo esta condicionado por el dinero. Si en Grecia –nos viene a decir- algunos hombres podían relegar el dinero al recinto doméstico, hoy no parece haber nada por encima de él. El progreso acabó con los privilegios aristocráticos, pero no pudo instaurar la hegemonía de lo común, de la razón, sino un único y último valor de cambio. Pero ella en su novela no quiere dejarlo aquí, quiere probar algunos espacios apenas tocados, y mira al discurso idealista y al de los afectos: los amigos hablan del pasado idealista y parecen conservarlo al margen de la vida diaria, y hablan del cariño que parecen tenerse. La voz narrativa va a indagar porque quiere saber hasta dónde estos conceptos están preservados del empuje del dinero.En el Prólogo añade un análisis histórico que atañe a esto: La concepción que se ha atribuido al progreso de que con él, el fuerte y el débil son iguales, es el triunfo último de la aristocracia derrotada con la revolución burguesa, que sí terminó con aspectos importantes de aquél mundo, pero recuperó y desarrolló el poder del dinero como único elemento de fuerza social.Tan solo una cosa más, la autora declaró en cierta ocasión que la novela en su conjunto trata sobre la presión que recibes, del daño que te hacen y del daño que te obligan a hacer. Y continuaba diciendo que la presión es una fuerza, y lo que ella (Belén Gopegui) quiere es disputarla, hacerle mostrar sus cartas y su falta de legitimidad.Por eso en La conquista del aire… El narrador quiere saber si es cierto que esas áreas (el discurso idealista y los afectos) permanecen al margen o si es tal la socialización que el dinero crece con el sujeto, construye su conciencia y, por tanto, a partir de ahora sería cuando menos romántico y falaz escribir una novela de aprendizaje pues, no habiendo escalas de valores en liza, primero tendría que darse la posibilidad de que una persona actúe de forma libre y entre en conflicto con la realidad sin haber interiorizado el libro de órdenes de nuestro tiempo.Recuperar el valor de la novela como objeto de transformación requiere conectar la idea con nuestra conciencia.Irreductible Belén Gopegui. Cuántas escritoras hacen falta como ella. Prólogo y novela de lectura imprescindible.Título: La conquista del aire.Autora: Belén Gopegui.Editorial: Anagrama.
Rebelión ha publicado

El perro soviético

Reflexiones sobre el libro de Jean Salem Lenin y la revolución
Ricardo Menendez Salmón
La Opinion A Coruña

Jean Salem, experto en historia de la filosofía materialista, planta cara al revisionismo con su opúsculo Lenin y la revoluciónEn España, Pío Moa y César Vidal han hecho del revisionismo piedra angular de su grafomanía. La estrategia de “contamina, que algo queda”, con ser nauseabunda, no deja de resultar incómoda, hasta el punto de que historiadores como Javier Tusell sintieron la necesidad de responder a semejantes perlas. El revisionismo, por descontado, no es patrimonio nuestro, sino una estrategia pandémica en el ámbito de la Historia, disciplina que el propio Tusell definió como “una aventura intelectual”, aunque a menudo acabe convirtiéndose en cuadrilátero donde solventar querellas personales.
Tras el desplome de la Unión Soviética, el revisionismo encontró en el inmenso solar de la vieja alma rusa cientos de coartadas para ajustar cuentas. El resultado fue la demonización de determinadas ideas y de las personas que las encarnaron. En Lenin y la revolución, contundente opúsculo de Jean Salem, uno de los mayores expertos en historia de la filosofía materialista de La Sorbona e hijo del célebre periodista franco-argelino Henri Alleg, se rastrea la satanización del comunismo y de Lenin. El argumento de Salem es sencillo, tanto que produce rubor repetirlo, pero precisamente la malicia revisionista reside en que, a fuerza de proponer ecuaciones perversas, los renglones de la Historia aparecen torcidos allá donde se mire.Salem desmonta la identificación entre nazismo y comunismo —debida sobre todo a la filósofa judía Hannah Arendt, a antiguos radicales de izquierda hoy transformados en liberales confesos y a los aparatos de opinión socialdemócratas, a quienes tanto agrada agitar las banderas del posibilismo en períodos de vacas gordas y engrosar las filas de los invisibles en épocas difíciles—, identificación que consiste en situar en el mismo plano la Weltanschanung nazi (supremacía racial y Reich como proyecto escatológico) y el ideario comunista que arranca de Babeuf y conduce al subcomandante Marcos, fundándose para ello en la experiencia del llamado “socialismo real”, plasmación a lo que parece de un programa de justicia e igualdad. O, dicho de otro modo, a suponer que los Lager y la Endlösung, que satisfacen a conciencia el pensamiento de Rosenberg y de la Conferencia de Wannsee, y el Gulag y las Grandes Purgas, que uno, sinceramente, no acaba de encontrar en los escritos de Marx, Rosa Luxemburgo y Bujarin, proceden de un mismo venero intelectual.
Pero además Salem propone recuperar la figura de Lenin como revolucionario de primer orden y lector de privilegio de la entraña histórica, no como apparatchik ejecutor del chequismo institucionalizado. Porque el revisionismo ha extendido el periodo estalinista hacia atrás, al punto de lograr una homogeneización plena entre la experiencia soviética desde 1917 y las luchas que precedieron a la Revolución de Octubre hasta la desestanilización auspiciada por Jruschov tras el XX Congreso del PCUS. Un libro, pues, que agradará a los que no acaban de ver en Putin al príncipe soñado por quienes añoran al Alejandro I que Tolstói retrató en Guerra y paz, mientras siguen afilando sus dientes en las estatuas caídas del comunismo, ese perro soviético, y de Lenin, su feroz guardián.http://mas.laopinioncoruna.es/suplementos/2010/02/13/el-perro-sovietico/

Trabajar contra un relato canónico

Publicación del libro de la red "Conceptualismos del Sur"
Ana Longoni
Página 12

Sentido, programa y acciones de una red de cincuenta investigadores y artistas latinoamericanos, que comenzó a funcionar en 2007 para rescatar de un modo alternativo las particularidades e incidencias del conceptualismo regional
La Red Conceptualismos del Sur se origina a fines de 2007, cuando un núcleo de investigadores latinoamericanos decidimos fundar una plataforma internacional de trabajo, pensamiento y toma de posición colectivos.
Nos mueve la urgencia por incidir ante lo que consideramos señales evidentes de una tendencia fetichizadora y desactivadora del potencial crítico de esas experiencias. La creciente incorporación de estas experiencias al relato canónico de la historia del arte (en términos de “conceptualismo global”), su ingreso pacífico al museo y la “fiebre de archivo” que empieza a convertir los escasos restos materiales de esas prácticas (papeles, fotos) en objetos codiciados por el mercado del arte.
Queremos contribuir a generar otras políticas (claramente desmarcadas de la lógica hegemónica) en cuanto a investigación, archivo y formas de publicitación (publicaciones, exposiciones, etc.), iniciativas colectivas que además involucren a sujetos y a instituciones dispersos en distintos países. La Red Conceptualismos del Sur surgió con la idea de contribuir a la reactivación de la potencia crítica de aquellas experiencias. Reivindicamos la presencia de su memoria sensible y apostamos a pensar en dispositivos para que ésta se convierta en una fuerza antagonista en el marco del capitalismo cognitivo actual.
No nos definimos como un agrupamiento de índole académica. Nos pensamos como sujetos implicados en roles y deseos múltiples en medio de una trama compleja que excede largamente los claustros universitarios (pero tampoco los repele), y donde nuestro involucramiento y activación responden a una cuestión indisociable de nuestra vida misma.
Usamos nuestro nombre, Red Conceptualismos del Sur, en un sentido conscientemente “táctico” (ya que no nos interesa construir un relato otro ni fijar una nueva genealogía, ni oponer a las prácticas del centro un conceptualismo de la “periferia”). Términos como “conceptualismos” o “prácticas conceptuales” vienen sirviendo en los últimos veinte años para acometer una tarea historiográfica, teórica y crítica de desjerarquización, impugnación y descentramiento de los relatos canónicos en torno del “arte conceptual”, entendiéndolo no como una tendencia artística específica y acotada, sino como una manera diferente de practicar el arte y de comprender su función social.
Del mismo modo usamos el término “Sur” en un sentido estratégico. Queremos intervenir en las demarcaciones geopolíticas de un territorio, América latina, desde las actuales coyunturas hemisféricas. La toma de posición desde América latina no supone la reivindicación de una identidad cultural regional, sino más bien permite la revisión de aquellas dicotomías estrictas que dividen entre centro y periferia; entre canon y contracanon, entre primer y tercer mundos, entre lo occidental y lo no occidental.
Somos una Red abierta integrada hasta ahora por cerca de 50 investigadores y artistas, radicada en México, Perú, Ecuador, Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Colombia, Paraguay, Francia y España. Nos organizamos además en grupos de trabajo específicos y transversales, que llevan a cabo distintos proyectos. Funcionamos de manera horizontal en la toma de decisiones con debates a través de las herramientas que nos proporciona Internet, así como en reuniones plenarias (ya hemos realizado tres).
De hecho, el libro que presentamos es el resultado del seminario que organizamos en el Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de San Pablo (USP) en el marco de nuestra primera sesión plenaria. Es un homenaje a Walter Zanini, que fue director de ese mismo museo en los años más difíciles de la dictadura brasileña y generó en el museo un territorio de libertad y experimentación inéditos. El mismo Zanini estuvo presente los tres días que duró el seminario, en el que debatimos ante un público nutrido por distintas generaciones, sobre la figura de artista/curador y archivista con el aporte del mexicano Felipe Ehrenberg, el uruguayo Clemente Padín, el catalán Antoni Mercader, el brasileño Paulo Bruscky y la argentina Graciela Carnevale. Todos ellos artistas que han conservado los documentos de experiencias colectivas, constituyendo acervos que son reservorios de memoria completamente al margen hasta no hace mucho de las colecciones museológicas y los intereses del mercado.
Una segunda parte del libro –“Relatos otros de los conceptualismos”– reúne aportes de investigaciones recientes que están rescatando del olvido una serie de casos, obras, artistas y escenas, que obligan a repensar los discursos centrales acerca del “conceptualismo”. Los aportes de Fernando Davis sobre la estética revulsiva que impulsan Vigo y la vanguardia platense desde sus revistas de poesía visual en el contexto de la vertiginosa politización de los primeros ’70. O el texto de Soledad Novoa sobre la escena experimental chilena de los ’60, rescatando episodios y modalidades experimentales por su fragilidad y precariedad, cuya memoria fue luego arrasada por la violencia del golpe de Estado de 1973. O el texto de Miguel López y Emilio Tarazona que vienen llevando a cabo un riguroso trabajo de exhumación de la desconocida escena experimental peruana de los ’60 y los ’70, centrándose en esta oportunidad en las tensiones políticas y artísticas que se concentran en el año 1970. Por último, la tercera parte del libro da cuenta de los sentidos en pugna en medio de la recuperación contemporánea de los conceptualismos. El aporte de Suely Rolnik, “Desentrañando futuros”, en el que distingue entre las dimensiones micro y macropolítica y los modos en que se articulan en el contexto del movimiento de crítica institucional desplegado dentro y fuera del arte en los ’60 y los ’70. Cristina Freire hace un balance de las implicancias de hablar de “arte conceptual” y “conceptualismos”, pasadas varias décadas de su emergencia e inscripción en la historia del arte. Señala los riesgos de convertir un legado vanguardista y utópico en algo nostálgico y paralizado. Ese y otros dilemas irresueltos, como se titula mi propio texto, quedan planteados para continuar pensando colectivamente estos asuntos.
Estamos de hecho preparando otras publicaciones, encuentros, pero sobre todo poniendo en marcha varios proyectos de investigación y generación de archivo, e incluso exposiciones (como la de Roberto Jacoby, que tendrá ocasión en el Museo Reina Sofía de Madrid en febrero del año próximo).
Por eso pensamos que, más que centrarnos exclusivamente en el libro, esta ocasión es propicia para dar a conocer al menos muy sucintamente algunos de los proyectos en que estamos involucrados desde la RCS. No serán todos, pero al menos un paneo de algunos en los que participamos los integrantes de la Red aquí presentes. Algunos de estos proyectos cuentan con el apoyo del Mncars y el Seacex.
En primer lugar, Lelé de Rueda y Fernando Davis presentarán el proyecto sobre redes de artistas en los ’60 y los ’70, que involucra archivos, artistas e investigadores dispersos en Chile, Brasil, México, Uruguay, Colombia y la Argentina.
En segundo lugar, Fernanda Carvajal y Juan Pablo Pérez Rocca presentarán el proyecto “Activismos artísticos de los ’80”. Si los ’60 vienen recibiendo notable atención, en cambio los ’80, entre el terror y la fiesta, encabalgados entre el final de las dictaduras y la transición a las democracias, dio lugar a una serie de escenas en las que aparecen nuevas y arriesgadas formas de actuar en política.
Juan Pablo, que integra el comité editor de la revista Des/Bordes, también contará la modalidad de este medio, que no se piensa como un órgano oficial de la Red sino como un activador parásito e inesperado.
Luego, Syd Krochmalny expondrá algunos resultados de un taller que realizamos en nuestra última reunión plenaria en Santiago de Chile el año pasado, sobre cómo pensarnos e imaginarnos como Red.
Escritora, investigadora del Conicet y profesora en la Universidad de Buenos Aires. Doctora en Artes (UBA). Su último libro es El Siluetazo (2008, Adriana Hidalgo). Texto de la presentación, hace 20 días, en el Cceba, del libro Conceptualismos del Sur, compilado por A.L. y Cristina Freire; edición bilingüe (portugués y castellano), San Pablo, Annablume, 2009, 361 págs., con textos de Felipe Ehrenberg, Clemente Padín, Graciela Carnevale, Paulo Bruscky, Antoni Mercader, Fernando Davis, Emilio Tarazona, Miguel López, Soledad Novoa y Suely Rolnik.
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/6-17758-2010-04-27.html

domingo, 25 de abril de 2010

La Revolución

El primer viaje de Carpentier a México
Carmen Vásquez
La Jiribilla

Entre 1926 y 1932, Alejo Carpentier publicó unos seis textos que componen una referencia y explicación única sobre el viaje que hizo a México en 1926, que fue el primero de muchos viajes a ese país que tanto admiró.
Los primeros tres de esos textos se publicaron en La Habana y, naturalmente, en español. Se trata de “Diego Rivera, pintor mexicano”, publicado en Carteles el 11 de julio de 1926; de “Creadores de hoy. El arte de José Clemente Orozco”, publicado en Social, en octubre de 1926 y de “Diego Rivera”, publicado en Avance: 1927, el 15 de agosto de 1927. Una nota de advertencia en este último indica: “He aquí un fragmento de la semblanza crítica leída por Alejo Carpentier con ocasión de la apertura de la Exposición Flouquet-Rivera, organizada por 1927 y de la cual ya dimos oportuna cuenta en el número anterior”.
Después de haberse radicado en París, en 1928, publicó una serie de tres otros artículos, esta vez en francés, en la revista Le Cahier. Se trata de “Diego Rivera et la renaissance de la fresque au Mexique”, en septiembre de 1929; “Diego Rivera”, en diciembre 1931 y La Révolution mexicaine”, en febrero de 1932 [1] .
No obstante, entre la primera serie y la segunda, existe una tercera, sumamente importante, que lleva el título de Rempart de la liberté! (¡Muralla de la libertad!), la cual a su vez consta de tres artículos. Los títulos de estos son: “Mexique!, où l’on voudrait vivre…”, “Le prodigieux essor social mexicain” y “Diego Rivera, le conquérant des murs mexicains”. Esta última serie se publicó en el prestigioso diario parisino Le Soir, los días 5, 9 y 14 de mayo de 1928.
En las dos primeras series el nombre de Carpentier figura como el de su autor. De que lo sea no hay duda alguna, puesto que él mismo lo asintió en varias ocasiones. En la de Le Soir, su nombre no aparece como su autor, puesto que no fue él quien la publicó. Fue Robert Desnos, su amigo recién encontrado en La Habana, en marzo de ese año de 1928, quien la redactó y publicó. La importancia de Carpentier en estos tres escritos desnosianos es indudable. El amigo surrealista francés le otorga el papel que el cubano verdaderamente interpretó: el de narrador y de relator de sus andanzas mexicanas durante el verano de 1926. Aquí Carpentier se presenta como un héroe que descubre, un auténtico descubridor, de una realidad maravillosa y única – la de México de los años veinte – realidad que cuenta, relata, analiza y hace descubrir con gran entusiasmo a su amigo Desnos, quien a su vez lo convierte en personaje narrador de su serie de artículos. De ahí que esta presentación sea tan importante porque, de la manera más espontánea posible, nos revela el tremendo impacto que el viaje a México de 1926 tuvo en el joven periodista cubano:-Et le Mexique?Mon compagnon parut regarder très loin, comme dans un rêve. Nous étions assis à la terrasse d’un café. L’après-midi s’achevait et, dans le crépuscule tiède,…- Et le Mexique? , répétai-je.Mon ami parut s’éveiller.-C’est là que l’on voudrait vivre ! dit-il.-Qui “on”?-Nous tous. Il n’est pas un seul de mes amis, il n’est pas un seul garçon de ma génération — j’ai vingt-trois ans — qui ne désire aller au Mexique, ne fut-ce que pour un court séjour. Et pas seulement ceux de Cuba, mais encore ceux de toute l’Amérique centrale, du Guatemala au Venezuela et au Pérou et dans toute l’Amérique du Sud. Le Mexique, c’est la meilleure sauvegarde de nos libertés actuelles et la garantie que nous conquerrons celles qui nous manquent.
Sans le Mexique la mer Caraïbe serait la mer yankee et toutes les petites républiques auraient connu le sort, passager je le souhaite, du Nicaragua.
Maiis je te reparlerai un jour de cette “histoire de brigands” et de ce héros qui a nom Sandino.
¿Cómo llegó Carpentier a México? En una de lo que él llamaba “nuestras sesiones de trabajo”, la del 11 de diciembre de 1975, me contó cómo él, con otros periodistas cubanos, recibieron una invitación del entonces presidente Plutarco Elías Calles, a través de Juan de Dios Bojórquez, en aquel momento embajador de México en Cuba, para ir a visitar al país y constatar los avances que se habían logrado con la Revolución. La invitación constaba de un viaje de tres semanas. Tan pronto llegó a la capital, me dijo, “Me separé (del grupo de periodistas). Me fui por la libre. Inmediatamente fui a ver a Diego Rivera, José Clemente Orozco. Todo el equipo de Vasconcelos, Pellicer, toda la generación de ‘Contemporáneos’”.
En otra sesión de trabajo, la del 24 de marzo de 1976, nos dijo de memoria que el viaje se efectuó “en junio o julio de 1926”, el primero de esos meses siendo el más lógico ya que el primero de los artículos publicados después de su regreso a La Habana, el de Carteles, fue publicado el 11 de julio de ese año. Nos indicó también que había publicado en Social y en Avance, sobre Orozco y sobre Diego Rivera. Luego nos contó lo que descubrió:
Cosas pequeñas. Vi los mercados típicos de México. Descubrí la cerámica popular, los códices. El Museo Nacional había hecho una edición facsímil de los códices y unos amigos me la regalaron. Llevé una caja a La Habana llena de reproducciones precolombinas. El barroco latinoamericano se me revoilà en el Museo Nacional de México. Ahí conocí yo el barroco precolombino.
El entusiasmo con que nos relataba sus primeras experiencias mexicanas, 50 años después de haberlas vivido, es una prueba de lo que debió de haber sido esta vivencia iniciática para él.
El tono entusiasta fue siempre el mismo, según lo prueba en un texto —“Autobiografía de urgencia”— que publicó en la revista Ínsula (N°218), de Madrid en 1965:Hice mi primer viaje a México —después entonces he vuelto más de veinte veces— en 1926, invitado por el gobierno mexicano. Se trataba de una convención de periodistas y se me dio un banquete por ser el jefe de rédaction más joven de América. En México conocí a Pellicer, a Torres Boder, actual secretario de Educación, a Orozco, a Diego Rivera. Mi amistad con Diego duró hasta su muerte.
Volvamos a los escritos. Los tres textos publicados en La Habana, dos en el 1926 y uno en el 1927, forman un corpus homogéneo. En ellos, Carpentier habla de México y de sus amigos Diego Rivera y José Clemente Orozco. Al primero lo califica de “un hombre del Renacimiento”, añadiendo luego: “He llamado a Diego Rivera “renacentista” y es porque solo el Renacimiento supo mostrarnos hombres de esa envergadura”. A través de las pinturas de ambos, explica la política establecida como consecuencia de la Revolución y las expresiones culturales que resultaron de ella, a través de la pintura mural, específicamente. Relata asimismo a quiénes conoció y cómo los artistas mexicanos —pintores, escritores, etc.— se asocian en una misma y única estética revolucionaria.
Paralelamente, y esto es lo más interesante, narra sus actividades en la capital mexicana. Así sabemos que participó en las caminatas que solía hacer Diego Rivera por las calles de la ciudad. Sabemos, también, que fue a la casa de este, la cual describe en detalle, así como de la “tamalada” que allí se dio en su nombre —y también en el de Conrado Massaguer, el caricaturista y humorista político y social, director de la revista habanera Social—, quiénes asistieron a ella y a quiénes conoció allí, nombrando a algunos escritores como Salvador Novo, Javier Villaurrutia, Gorostiza y al folclorista Tata Nacho, que mucho frecuentaría en los años 30 en París. Menciona asimismo a Lupe Marín, entonces esposa de Diego Rivera, quien visitaría luego París en 1934 [2] . No obstante, estos tres textos, por reveladores que sean, lo son mucho menos que los otros que vamos a tratar.
Si nos mantenemos en una lógica cronológica, y si tenemos en cuenta la fecha de la llegada de Carpentier a París, en compañía de Desnos, a finales de marzo de 1928, es evidente que se deben tratar los artículos de Desnos publicados en Le Soir antes de los de Carpentier publicados en Le Cahier.
Recordemos que no bien llegó Desnos a París, publicó una serie de artículos sobre su viaje a Cuba y sobre la situación política, social y cultural cubana en el periódico Le Soir [3] . Como hemos afirmado en varias ocasiones anteriormente, estos artículos revelan no solamente el parecer del escritor surrealista francés, sino también, y sobre todo, la visión que Carpentier tenía de la Cuba de aquel momento y de la historia que a su país le había tocado vivir. Como dijimos al comienzo de este trabajo, en la serie de tres artículos sobre México —“Rempart de la liberté!”, el francés recupera las experiencias y las ideas de Carpentier sobre ese país, algo que Desnos recuerda en cada momento en sus textos.
En el primero de la serie —“¡Mexique! où l’on voudrait vivre…” (¡México! donde uno quiscale vivir…”), tras hablar de ese país ensoñador, defensor de las libertades, particularmente ante los EE.UU., el autor aborda lo que llama “el problema etnográfico”. Pasa entonces a evocar el Porfiriato y la posición de Madero. Tras mencionar la huida de Porfirio Díaz y el asesinato de Madero, se comentan las llamadas: “luchas entre los generales” —Huerta, Carranza, Villa— seguidas de la expedición punitiva de los Estados Unidos en México. Se evocan los quehaceres de Calles y de Obregón y el conflicto de los cristeros, aunque no se le llaman así. El artículo termina con unas frases elogiosas de Sandino— “l’admmirable lutte du général Sandino”— y con un Desnos pidiéndole al amigo que continúe su relato; “Raconte-moi tout ça!”.El segundo de los artículos se titula “Le prodigieux essor social mexicain” (“El prodigioso desarrollo social mexicano”). Comienza así:
Raconte-moi tout ce que tu sais du Mexique, dis-je à mon compagnon. J’arrive d’Europe. Une Europe fatiguée et lasse, où triomphent l’hypocrisie et la lâcheté, où, dans tous les pays, la liberté n’est plus qu’un mot, où la multitude des lois et des règlements constitue un appareil d’esclavage qui tend à devenit international. Parle-moi de cette République, où il y a encore place pour les hommes enthousiastes et sincères.
Continúa entonces el relato del “compañero” Carpentier. En el relato se abordan varios temas: La expedición punitiva, Los años de desorden, La época de oro, La protección de los indios, y el llamado Partido católico, es decir, la situación de los cristeros. La expedición punitiva, encabezada por el general Pershing, es presentada como una derrota con consecuencias importantísimas: “Voilà comment les Américains, en voulant punir Pancho Villa, apprirent à laisser le Mexique en paix”, dice el texto. En Années de désordre, vuelve a los años de inestabilidad y a las luchas de Pancho Villa, Huerta, Carranza, Zapata y relata la célebre huida de Carranza y su tren de oro: Carranza fut obligé de s’enfuir de Mexico. Il le fit dans ce fameux “train d’or” où avaient pris place sa famille, son état-major et… une fortune immense en ligots d’or. Poursuivi entre Mexico et la Vera Cruz, le train abandonna successivement, wagon par wagon, les lingots d’or, les domestiques, l’état-major et la famille de Carranza. Finalement, celui-ci fut arrêté dans la montagne où il avait été obligé de s’enfuir à cheval, et fusillé.
En la llamada L’époque d’or, se aborda la época de Obregón, el problema del latifundio, con lo cual se llega a la siguiente conclusión:
Le programme d’Obregon était simple, mais immense:
1° Protéger les Indiens et leur donner la place à laquelle ils avaient droit dans la nation;
2° Détruire la féodalité des grands propriétaires;
3° Eviter les vols de terre
La sección titulada La protection des Indiens, presenta la reforma agraria iniciada por Obregón así como la protección de las culturas indígenas, iniciada por Calles:
Obreron, courageusement, s’appuya sur la partie active du pays, sur la population indienne. Il lui distribua des terres et réduisit les grandes propriétés dnt les droits étaient souvent contestables.
Calles, qui lui succéda et qui, en accord avec lui, poursuivit l’œuvre commencée, fonda la Maison de l’étudiant indigène.
………………………………………………………………………………………………………………
De la sorte, le caractère même de la race est sauvegardé et, avant dix ans, la poppulation indigène, prolifique, énérgique, libre et consciente de ses droits, pourra aspirer au gouvernement.
Finalmente, cuando se trata del conflicto político-religioso, vemos que describe a los cristeros con precisión y hasta podría decirse que con sentido del humor. Así dice, “…des curés, mais des curés comme vous n’en avez pas en Europe, à demi bandits, a demi soldats”.
El artículo termina, como el anterior, anunciando el tema que se tratará en el siguiente:
Et, à côté de ce mouvement politique et social admirable, song au mouvmenet intellectuel qui en est le corollaire.
Je te dirai un autre jour qui sont Diego Rivera et ses amis.
El tercer y último artículo de “Rempart de la liberté!” lleva, como título “Diego Riuera, le conquérant des murs mexicains”. Este comienza con una recapitulación de los temas tratados en el anterior, en particular sobre la llamada “régéneration de la race indienne au point de vue social, politique et intellectuel”. La alabanza de la supervivencia de los indios en condiciones tan hostiles, permite entonces que se pueda abordar uno de los temas más tratados por Carpentier en sus obras. Se trata del sincretismo religioso. Así Desnos firma lo que Carpentier cuenta:
Quand un Indien s’agenouille devant un calvaire ou va faire ses dévotions dans une cathédrale, ce n’est pas le Christ qu’il adore, mais ses anciens dieux. Les Espagnols de la conquête avaient en effet l’habitude de briser les idoles, de les enterrer et d’élever une croix sur l’emplacement. De même les églises sont en général dréssées sur les ruines d’un temple. Les Indiens s’en souviennent. Ils adorent devant la croix le dieu brisé dont elle marque la tombe et respectent dans l’église les fondations antiques sur lesquelles elle est construite. Les années passent. Les dieux symboliques des Toltèques et des Chichimèques réunissent leurs membres épars dans la terre et, certain jour, renaissant et vigoureux, ils renverseront à jamais les croix qui les oppriment.
La siguiente sección del artículo lleva por título: “Diego Rivera”. El comienzo de ella sitúa al pintor, amigo de Carpentier, como pintor cubista y también como amigo de Picasso. Es decir, lo sitúa en un marco europeo y sumamente próximo a Desnos quien, como se sabe, fue por décadas amigo de Picasso. Luego, como hizo Carpentier en los artículos publicados en Cuba, lo describe como un verdadero y auténtico héroe, que pinta “revolver au poing, au péril de sa vie”. Rivera sienta las bases para una nueva estética mexicana y revolucionaria. Este líder artístico e intelectual le abre a su vez el campo de creación a lo que se describe como “toute une phalange d’écrivains, de peintres et de musiciens (qui) prend part au mouvemement des idées et au mouvement politique”. En esta nueva sección —Autour de Rivera— serán mencionados entre otros, escritores como Salvador Novo y Xavier de Villaurrutia “directeurs de la revue Ulysses. En efecto, la revista Ulises se creó y publicó entre 1927 y 1928. Notemos que no se menciona la revista Contemporáneos, mucho más célebre que la primera, y por razones puramente cronológicas, porque esta vio la luz entre 1928 y 1931, en fechas posteriores a la redacción de esta serie periodística.
Luego, se mencionan los pintores Leal, Charlot y Orozco, el folclorista Tata Nacho, quien, como dijimos, sería amigo de Carpentier y de Desnos en París durante los años 30, el movimiento Estridentista con algunos de sus representantes y la música clásica del momento con Carlos Chávez. Asimismo se mencionan otras revistas, como para abarcar de la mejor manera posible la variedad y profusión de la creación artística mexicana del momento.
El artículo termina con un Desnos preguntándose por qué no se embarcó hacia Veracruz y citando una canción popular de los cabarets de la época, la que termina “Hurrah! Oh México!/Oh! Oh! Oh!”.
Las consecuencias que tuvo la publicación de Rempart de de la liberté!, tanto en Francia como en México, podrán leerse en la versión final y escrita de este trabajo. Baste con decir por ahora que fueron diversas, no siempre positivas y algunas veces pintorescas.
Como ya dijimos al comienzo, Carpentier publicó unos cinco escritos en una revista parisina llamada Le Cahier. Hemos escrito ya sobre esta revista, sobre su importancia en Francia y sobre lo que significó para Carpentier haber sido invitado a publicar en ella [ 4 ] . Entre agosto de 1929 y febrero de 1932 publicó cinco textos, tres de ellos sobre México y sus experiencias de 1926. Los otros dos son, uno titulado “Edgar Varèse”, sobre la música y la personalidad del amigo compositor, el cuarto “Les points cardinaux du roman en Amérique latine” [ 5 ] , sobre el estado de la novelística latinoamericana a comienzos de la década del 30.
Los tres textos mexicanos de Le Cahier recuperan gran parte del material utilizado por Desnos en Le Soir. Utilizan los mismos detalles y revelan una misma perspectiva y análisis. El primero de ellos, “Diego Rivera et la rennaissance de la fresque au Mexique”, publicado en septiembre de 1929, muestra además una ambición literaria, de estilo propio, única en toda estas series. Relata la llegada de Carpentier a Veracruz, su encuentro con esa ciudad portuaria, su extraordinario viaje en tren y su llegada a México, la capital federal. Es un periplo maravilloso que volverá a evocar, años más tarde, en 1978, en La consagración de la primavera (primera parte, capítulo 5) y que, por lo demás anuncia otros periplos maravillosos, narrados en crónicas de viajes como las de España o las del Orinoco, o en novelas como Los pasos perdidos, El siglo de las luces, Concierto barroco, El arpa y la sombra:
On se hâte de prendre le train, de fuir cette pauvreté, cet ennui. De la plate-forme d’un wagon, on verra encore se dérouler, pendant près de deux heures, un paysage de landes sablonneuses, avec des hameaux aplatis sur le sol…Mais, tout à coup, la végétation monte, se resserre. Les arbres se multiplient. Et voici, la grande forêt tropicale…
La voie commence à monter. On laisse derrière soi les “terres chaudes”. maintenant, à chaque arrêt, des indiennes silencieuses montrent des calebasses peinte, pleines de fruits. Puis, brusquement, au-dessus d’une végétation redevenue normale, on voit paraître par une échancrure, de nuages, le pic de l’Orizaba, sentinelle des hauts plateaux que nous gravirons quelques heures plus tard…
…Commence une ascension de 2300 mètres par une voie ferrée construite littéralement sur le vida. Gouffres, tunnels, voltige au-dessus des nuages, féériques changements de décors…Nous sommes maintenant dans le vrai Mexique, aux frontières de l’empire des Aztèques.
Les maisons que nous voyons maintenant sont construites en briques, grises, identiques, par le plan et la structure à celles que Cortes rencontra lors de sa conquête. Sur les hameaux, au centre des enclos crénelés des haciendas au pied des collines, miroitent les coupoles en mosaïques des chapelles construites naguère par les prêtres espagnols, soucieux de tenir les habitants par la fois…Des merveilleux villages se succèdent. C’est Apiazo, où l’on vend des cannes sculptées; Appam, dont les cent maisons sont dominées par plus de vingt églises: Teotihuacan, où nous attendent les pyramides du Soleil et de la Lune…Ici la grandeur du décor surpasse nos prévisions. Nous entrons à Mexico sous un coup de véritable ébaissement.
Ya se anuncia el encuentro con Diego Rivera, más breve que en la narración anterior, pero que recupera todo lo anteriormente afirmado en los artículos cubanos y en los firmados por Desnos. El entusiasmo de Carpentier es aquí indudable. El objetivo que se ha impuesto es también indudable. Se trata de difundir a un público culto francés, la belleza natural, la historia colonial y reciente de ese país tan poco conocido en Europa.
En diciembre de 1931 se publica en Le Cahier un corto artículo titulado “Diego Rivera”. En él Carpentier recupera su apreciación sobre el pintor mexicano como verdadero ejemplo del hombre renacentista. Insiste, como siempre, en la importancia de la pintura mural, citando también a otros pintores como Orozco, Leal, Charlot, Siquieros. Luego afirma: “Il est bien consolant de penser que, par les temps qui courent, il y a sur la terre un groupe de peintres puissamment doués, vaillant en vue d’un autre idéal que celui d’obtenir un bon contrat chez quelque for marchand”.
El más ambicioso y completo de los tres artículos mexicanos de Le Cahier, lleva el título de “La Révolution mexicaine”. Fue publicado en febrero de 1932. Comienza con un epígrafe de La serpiente emplumada, The Plumed Serpent, en inglés, libro publicado por D.H. Laurence en 1926. Una traducción al francés había sido publicada por las ediciones Stock en 1931. El epígrafe dice así:
…les hommes au Mexique sont semblables à des arbres, à des forets que les hommes blancs ont jetés bzd lors de leur venue. Mais les racines des arbres sont restées profondes et vivaces, et donnent de nouvelles pousses. Chaque nouvelle pousse renverse une église espagnole ou une usine américaine, et bientôt la forêt se dressera à nouveau.
Procede entonces Carpentier a tratar un tema que siempre le interesó: el de la falsa imagen que los europeos tenían de la América Latina, y en este caso, de México en particular.
Pour bon nombre de lecteurs européens, le Mexique offre l’image d’un pays étrange, cinématographique, où les revolvers se déchargent avec une étonnante facilité, au sein d’une révolution qui règne incessamment.
Continúa, en esta primera parte del artículo, desarrollando el tema e insistiendo sobre “cette grande nation, qui est actuellement à l’avant-garde de la civilisation sud-américaine”. Y para confirmar su exposición, cita a Louis Guillaine y al libro de este que tanto lo marcó: L’Amérique latine et l’impérialisme nord-américain, publicado en París, por Armand Colin en 1924. Luego comienza a analizar la Revolución, con algunos excesos y banditismos innegables —la frase es suya— pero que también ha implicado un auténtico renacimiento, “l’éclosion d’une conscience nationale” en México.
Para explicar estas ideas, da una vuelta atrás, haciendo una presentación de la conquista, por parte de los aztecas y de los españoles. Así va poco a poco trazando la historia mexicana a través de los siglos hasta llegar al triunfo de Benito Juárez sobre Maximiliano. La segunda parte del artículo analiza el Porfiriato, como lo había hecho sistemáticamente en los textos anteriores, hablando de los “peones”, del “latifundio” y justificando la llegada de Madero y de Zapata. La tercera parte trata de la Revolución en sí, y de las dificultades con que esta tuvo que enfrentarse: asesinatos, creación de “ejidos”, creación de escuelas en las “haciendas”, creación de la Constitución de 1917, las diferentes reformas.
Luego, en la cuarta parte del artículo, cambia el tono, y recuerda su viaje inolvidable:
En 1926, j’arrivais à Mexico par une de ces matinées splendides, comme seuls en connaissent les hauts plateaux que peuplèrent les anciens Aztèques. Un air sec, stimulant, me récompensait d’une journée de morne accablement passée dans la torride Vera-Cruz. J’allais voir quelques amis, écrivains, peintres, tous travaillant dans les ministères…Rien ici de l’atmosphère lourde, miteuses, qui se respire un peut partout dans ces bâtiments officiels…; On n’y voit que des jeunes gens.
Después comienza a describir todo el universo que descubrió: las escuelas, las ediciones de antiguos textos y de nuevos, las bibliotecas ambulantes, el trabajo de recuperación folclórica, la pintura mural, la Casa del estudiante indígena. Su entusiasmo no tiene límites: “Et c’est ainsi partout. Jeunesse, dynamisme”. Y concluye así:
Cette révolution, les hommes du Mexique actuel l’ont payée de leur sang…; le tourbillon a fauché de nombreuses viez. Mais le sacrifice n’a pas été vain. Le redressement de l’Indien, sa libération, la naissance de sa nouvelle conscience nationale, ont donné au Mexique son vrai visage…
Et c’est pour cela que le Mexique, avant-garde de l’Amérique du Sud - l’Amérique du Sud doit commencer pour nous à Rio Grande – est le pays le plus intensément caractérisé du Nouveau-Continent. Malgré les différences morphologiques entre peuplades, malgré l’existence de 44 dialectes différents sur son territoire, ce pays donne une surprenante impression d’unité ethnique: unité qui est celle de la race indienne, la seule qui a su résister, par sa pureté et sa force, à l’invasion des hommes de l’Europe.
Si l’Amérique doit nous donner un jour le spectacle de la naissance d’une civilisation nouvelle, c’est sans doute de ce bloc qu’elle sortira.
Añadamos que, al final de este magnífico artículo se aclara el origen de las numerosas reproducciones que lo ilustran:
Pour illustrer cet article, nous avons reproduit quelques-unes des planches et dessins qui ornent le “Codice Matritence” - Histoire des Choses de la Nouvelle Espagne – du Père Sahagún, prêtre espagnol qui visita le Mexique peu de temps après la Conquête, et dont l’ouvrage constitue une sorte d’Encyclopédie de l’histoire, la religion et les mœurs des anciens Aztèques. La belle édition en fac-similé de ce Codex à laquelle nous devons ces gravures, a été publiée par les soins du Musée National d’Archéologie, Histoire et Ethnographie de Mexico.
Esta aclaración, por supuesto, prueba que aquel regalo de la edición de códices en facsímil que le habían regalado sus nuevos amigos mexicanos lo había acompañado no solamente en su retorno a La Habana, sino también en su traslado al París donde viviría hasta mayo de 1939.
Después de leer, o de oír esta exposición, no creo que haya duda alguna del enorme impacto que el viaje a México de 1926 tuvo en la vida de Carpentier. Y también en su obra tanto periodística, como de ficción. En ella recurren una y otra vez reminiscencias de aquellas vivencias que, pareciendo ser tan maravillosas, en realidad fueron verídicas experiencias para él inolvidables. Que el descubrimiento o el recuerdo de estos textos nos sirva a todos para constatar que componen un valioso testimonio del descubrimiento de América que hizo Carpentier a través de su primer viaje a México.
Notas:
1 El primero y el tercero de estos han sido reproducidos respectivamente en : «Alejo Carpentier et Los pasos perdidos», sous la direction de Carmen Vásquez, Paris, Indigo et Centre d’Études Hispaniques d’Amiens (CEHA) /Université de Picardie Jules Verne, 2003, pp. 235-238 ; Alejo Carpentier, Essais littéraires, traduction par Serge Mestre, Préface de Carmen Vásquez, Paris, Gallimard, 2003, pp. 71-88.
2 Todos estos detalles aparecen en mi tesis doctoral: Carmen Gómez Pizá de Vásquez, «Robert Desnos et le Monde Hispanique», Université de La Sorbonne Nouvelle/Paris IV, U.F.R. de Littérature Comparée, année universitaire 1978-1979, Vol. I, 450pp ; Vol II, 350 pp,.
3 Carmen Vásquez, Robert Desnos et Cuba: Un carrefour du monde, Paris, L’Harmattan, Publication de l’Équipe de recherche de l’Université de Paris-VIII, Histoire des Antilles Hispaniques, volume 19, 1999, 186pp.
4 Carmen Vásquez, Alejo Carpentier: Los artículos de Le Cahier, La Torre, Homenaje a Nilita Vientós Gastón, Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, Puerto Rico, Año VII, Números 27-28, julio-diciembre 1993, pp. 673-694. 5 Este texto ha sido reproducido en: Alejo Carpentier, Essais Littéraires, Op. Cit., pp. 58-70.http://www.lajiribilla.cu/2010/n468_04/468_04.html

sábado, 24 de abril de 2010

Actualidad de 'El imperialismo, fase superior del capitalismo', de Vladimir I. Lenin

Teitelbaum
Argenpress

Lenin escribió “El Imperialismo…” en Zurich entre enero y julio de 1916, es decir hace 90 años, aunque se publicó por primera vez en Petrogrado recién en abril de 1917. El trabajo de Lenin sigue siendo un instrumento indispensable para el análisis de la sociedad capitalista contemporánea.Aunque muchos se obstinan en llamar “mundialización neoliberal” al sistema socioeconómico actualmente dominante, como si se tratara de una enfermedad pasajera y curable del capitalismo, dicha “mundialización neoliberal” no es otra cosa que el sistema capitalista real, es decir el resultado de la evolución del capitalismo hasta su etapa actual, imperialista y guerrerista. La actual guerra de agresión emprendida por Israel contra Palestina y El Líbano con el apoyo político y logístico (bombas de enorme poder destructivo) que le proporciona Estados Unidos, no es una “reacción desproporcionada de Israel”: es la quinta guerra imperialista (si no contamos la invasión a Panamá en 1989) en sólo 15 años: guerra del Golfo, guerra contra Yugoslavia, guerra de Afganistán y guerra contra Irak. Esta agresión ha sido cuidadosamente planificada con el mentor estadounidense, su objetivo es el control de toda la región y tiene en la línea de mira Siria e Irán. El capitalismo en su etapa imperialista necesita guerras a repetición con fines geoeconómicos y geopolíticos expansionistas y para dar salida a sus crisis periódicas, que tienden a hacerse permanentes, mediante la producción de armamentos y la reconstrucción de cada posguerra. Es la “destrucción creativa” de que hablaba Schumpeter. El sistema actual no es simplemente una etapa indiferenciada de un “sistema-mundo moderno” que existiría desde hace 500 años (Wallerstein). Es la expresión contemporánea, cualitativamente diferente, del capitalismo. Es una falacia la idea de Wallerstein (La Jornada, México 01/06/2003) de que Bush es un accidente “militarista macho” y que el gran capital (por lo menos aquel representado por gente como Bill Gates y Soros) quiere un sistema capitalista estable que Bush no les brinda, que puede ejercer su hegemonía con eficiencia económica y ser capaz de crear un orden mundial que garantice un “sistema-mundo” que funcione con fluidez, así sea para permitir una desproporcionada tajada de acumulación de capital. No hay un capitalismo enfermo de la mundialización neoliberal y de guerrerismo y otro capitalismo “posible” o utópico, estable y eficiente que pueda funcionar con fluidez, libre de las crisis, del militarismo y la guerra y de brotes neofascistas. Escribía Lenin en 1916: “El capitalismo se ha transformado en un sistema universal de opresión colonial y de estrangulación financiera de la inmensa mayoría de la población del planeta por un puñado de países “avanzados”. Este “botín” se reparte entre dos o tres potencias rapaces de poderío mundial, armadas hasta los dientes (Estados Unidos, Inglaterra, Japón) que, por el reparto de su botín arrastran a su guerra a todo el mundo” (El imperialismo…Prólogo a las ediciones francesa y alemana de julio de 1920, párrafo II). En la frase plena de ambigüedad “otro mundo es posible” que se ha hecho tan popular, está latente la idea de que “otro capitalismo es posible”, si se contienen los “excesos” del “neoliberalismo” y se introducen algunas reformas para lograr “un mundo mejor”. Lenin ya respondió en 1916 a este pseudo reformismo inofensivo en el libro que comentamos, cuando escribió en el Capítulo IX (La crítica del imperialismo): “Las cuestiones esenciales en la crítica del imperialismo son las de saber si es posible modificar con reformas las bases del imperialismo, la de saber si hay que seguir adelante desarrollando la exacerbación y el ahondamiento de las contradicciones engendradas por el mismo o hay que retroceder, atenuando dichas contradicciones. Como las particularidades políticas del imperialismo son la reacción en toda la línea y la intensificación del yugo nacional como consecuencia del yugo de la oligarquía financiera y la supresión de la libre concurrencia a principios del siglo XX, en casi todos los países imperialistas aparece una oposición democrática pequeñoburguesa al imperialismo…En los Estados Unidos, la guerra imperialista de 1898 contra España provocó una oposición de los “antiimperialistas”, los últimos mohicanos de la democracia burguesa, los cuales calificaban de “criminal” dicha guerra y consideraban como una violación de la Constitución la anexión de tierras ajenas…Pero mientras toda esa crítica tenía miedo de reconocer el lazo indisoluble existente entre el imperialismo y los fundamentos del capitalismo, mientras temía unirse a las fuerzas engendradas por el gran capital y su desarrollo, no pasaba de ser una “aspiración inofensiva”. Como resultado de la concentración y acumulación del capital se formaron los grandes oligopolios y monopolios cuya base financiera se consolidó desde finales del siglo XIX y principios del siglo XX con la fusión del capital industrial y el capital bancario. Lenin escribió en “El Imperialismo…” : “Traducido al lenguaje común esto significa: el desarrollo del capital ha llegado a un punto tal que, aunque la producción de mercancías siga “reinando” como antes y siga siendo considerada como la base de toda la economía, en realidad se halla ya quebrantada, y las ganancias principales están destinadas a los “genios” de las combinaciones financieras” (Capítulo I, La concentración de la producción y los monopolios). Y más adelante comienza citando a Marx: “Los bancos crean en escala social la forma, y nada más que la forma, de la contabilidad general y de la distribución general de los medios de producción”, escribía Marx hace medio siglo en El Capital. Los datos que hemos reproducido referentes al incremento del capital bancario, al aumento del número de oficinas de cambio y sucursales de los bancos más importantes, de sus cuentas corrientes, etc., nos muestran concretamente esa “contabilidad general” de toda la clase de los capitalistas y aún no sólo de los capitalistas, pues los bancos recogen, aunque no sea más que temporalmente, toda clase de ingresos monetarios de los pequeños propietarios, de los funcionarios, de la reducida capa superior de los obreros, etc.”. (Capítulo II, Los bancos y su nuevo papel). En el Capítulo III (El Capital financiero y la oligarquía financiera) Lenin agregaba: “El capital financiero, concentrado en pocas manos y que goza del monopolio efectivo, obtiene un beneficio enorme, que se acrece sin cesar, de la constitución de sociedades, de la emisión de valores, de los empréstitos del Estado, etc.”. Esta descripción que hizo Lenin en 1916 tiene ahora plena vigencia. En efecto, a partir del decenio de 1970 se produjo un cambio profundo en la economía mundial, momento que marca el fin del Estado de bienestar (y también el fin de las ilusiones reformistas que engendró dicho “Estado de bienestar”). El Estado de bienestar estuvo caracterizado por la producción en masa y el consumo de masas, impulsado este último por el aumento tendencial del salario real, de la seguridad social y de otros beneficios sociales. Es lo que los economistas llaman el modelo “fordista”, de inspiración keynesiana, caracterizado por las cadenas “tayloristas” de producción (una especie de stajanovismo capitalista) iniciado en Estados Unidos, que se extendió a Europa sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial. y se aplicó con limitaciones y suerte variada en algunos países de la periferia. El agotamiento del modelo del Estado de bienestar obedeció a varios factores entre los que cabe destacar los siguientes: la expansión económica iniciada con la reconstrucción de la posguerra encontró sus límites, el consumo de masas tendió a estancarse o a disminuir lo mismo que los beneficios del capital al tiempo que entraban en escena las innovaciones tecnológicas (robotización, microelectrónica, etc.). Se hizo necesario entonces incorporar la nueva tecnología a la industria para dar un nuevo impulso a la economía y eso requirió grandes inversiones de capital. Se inició así la época de la austeridad y de los sacrificios (congelación de los salarios y aumento de la desocupación) que acompañaron a la reconversión industrial. La revolución tecnológica en los países más desarrollados impulsó el crecimiento del sector servicios y se produjo el desplazamiento de una parte de la industria tradicional a los países periféricos, donde los salarios eran –y son- mucho más bajos. Se acentuó entonces el pasaje de un sistema de economías nacionales a una economía dominada por tres centros mundiales: Estados Unidos, Europa y Japón y un grupo constituido por los 'cuatro tigres de Asia': Corea del Sur, Taiwan, Hong Kong y Singapur. Las 'ventajas comparativas' de los Estados pasaron a ser 'ventajas comparativas' de las sociedades transnacionales con diversa implantación territorial. Con la incorporación de las nuevas tecnologías la productividad aumentó enormemente, es decir que con el mismo trabajo humano la producción pasó a ser mucho mayor. Se abrieron entonces dos posibilidades: O se incitaba al consumo de masa de los bienes tradicionales y de los nuevos bienes a escala planetaria con una política salarial expansiva, una política social al estilo del Estado de bienestar, se reducía la jornada de trabajo en función del aumento de la productividad para tender a una situación de pleno empleo y se reconocían precios internacionales equitativos a las materias primas y productos de los países pobres, o se tendía a mantener y a aumentar los márgenes de beneficio conservando bajos los salarios, el nivel de ocupación y los precios de los productos de los países del Tercer Mundo. La primera opción hubiera sido factible en un sistema de economías nacionales, en las que la producción y el consumo se realiza fundamentalmente dentro del territorio y es posible coyunturalmente un pacto social de hecho entre los capitalistas y los asalariados en tanto consumidores. Pero en el nuevo sistema mundializado, la producción se destina a un mercado mundial de 'clientes solventes' y a los capitalistas ya no les interesa el poder adquisitivo de la población del lugar de producción. Decimos coyunturalmente, porque, como explica Lenin, no puede haber un pacto social permanente entre los capitalistas y los trabajadores, porque “entonces el capitalismo dejaría de ser capitalismo, pues el desarrollo desigual y el nivel de vida de las masas semihambrientas son las condiciones y las premisas básicas, inevitables de este modo de producción. Mientras el capitalismo es capitalismo, el exceso de capital no se consagra a la elevación del nivel de vida de las masas en cada país, ya que esto significaría la disminución de las ganancias de los capitalistas, sino al acrecentamiento de estos beneficios mediante la exportación de capital al extranjero, a los países atrasados” (El Imperialismo…, Capítulo IV, La exportación de capital). En efecto, en las condiciones de la mundialización acelerada, los detentores del poder económico y político a escala mundial con su visión de 'economía-mundo' y de 'mercado global' apostaron a la segunda alternativa para elevar su tasa de beneficios (bajos salarios, bajos niveles de ocupación, liquidación de la seguridad social, precios bajos para las materias primas, etc.). Esta opción tuvo como consecuencia acentuar las desigualdades sociales en el interior de cada país y en el plano internacional, con lo que se creó una neta diferenciación en la oferta y la demanda de bienes y servicios. La producción y oferta de bienes se orientó no a la gente en general sino a los llamados “clientes solventes”. Fue así como la oferta de bienes de lujo aumentó enormemente y la oferta de nuevos productos como ordenadores y teléfonos portátiles encontró una gran masa de clientes en los países ricos y muchos clientes en la primera periferia no demasiado pobre. Como contrapartida, los bienes esenciales para la supervivencia (alimentos, salud, medicamentos) quedaron prácticamente fuera del alcance del sector más pobre de la población mundial. La idea de servicio público y de un derecho irrevocable a los bienes esenciales para vivir con un mínimo de dignidad, fue reemplazada por la afirmación de que todo debe estar sometido a las leyes del mercado. Las clases dominantes optaron entonces por ritmos de crecimiento económicos bajos, a causa de que un mercado relativamente estrecho imponía límites a la producción y surgió el fenómeno de las grandes masas de capitales ociosos (incluidos los petrodólares), puesto que no podían ser invertidos productivamente. Pero para los dueños de dichos capitales (personas, bancos, instituciones financieras) no era concebible dejarlos arrinconados sin hacerlos fructificar. Es así como el papel tradicional de las finanzas al servicio de la economía, interviniendo en el proceso de producción y del consumo (con créditos, préstamos, etc.) quedó relegado por el nuevo papel del capital financiero: producir beneficios sin participar en el proceso productivo. Este último aspecto se concreta de diversas maneras: con la compra de acciones de las empresas industriales por los inversores institucionales gestores de fondos de pensiones, por las compañías de seguros, por los organismos de inversión colectiva, etc., quienes así pasan a intervenir en las decisiones de política de las empresas industriales con el objeto de que su inversión produzca la alta renta esperada, imponiéndoles estrategias microeconómicas y a corto plazo. Y la otra manera en que el capital industrial ha ingresado en el ámbito del capital financiero especulativo es simplemente invirtiendo parte de sus beneficios en la especulación (por ejemplo con los llamados productos financieros derivados (1)), en lugar de hacerlo en la inversión productiva (2). El profesor Michel Drouin (3) dice: 'El desarrollo de los flujos de capitales internacionales, impulsado por la desregulación y la descompartimentación casi general de los mercados financieros, hizo de los años 80 el decenio de la mundialización financiera… Las operaciones financieras, cuyo volumen estaba ya desconectado del volumen de las transacciones en bienes y servicios, se hicieron autónomas, es decir movidas no por la lógica de las transacciones corrientes sino por la de los movimientos de capitales. La esfera financiera basó su desarrollo sobre ella misma a partir de la búsqueda de un beneficio surgido de la variación de los precios de sus propios instrumentos. El carácter especulativo de esta lógica de crecimiento permite hablar del surgimiento de una economía internacional de la especulación'. Los Estados Unidos y una parte de la población de dicho país son los primeros beneficiarios del proceso de mundialización financiera, la que les permite apropiarse del producto del trabajo y de los ahorros de los pueblos de todo el planeta. Ronald Mc Kinnon, profesor titular del Departamento de Ciencias Económicas de la Universidad de Stanford, en un artículo publicado en el Boletín del Fondo Monetario Internacional (4) escribe: “Durante el último decenio, el ahorro de las familias (en los Estados Unidos) ha disminuido más de lo que el ahorro público (expresado por los excedentes presupuestarios) ha aumentado en el mismo período. El enorme déficit de la balanza de pagos (exportaciones versus importaciones) de las transacciones corrientes de Estados Unidos, de alrededor de 4,5% del producto nacional bruto de 2000, refleja ese desequilibrio del ahorro. Para financiar un nivel normal de inversión interior –históricamente alrededor del 17% del producto nacional bruto- Estados Unidos ha debido utilizar ampliamente el ahorro del resto del mundo. “Malas” reducciones de impuestos –las que reducen el ahorro público sin estimular el ahorro privado- podrían incrementar esa deuda con el extranjero. Desde hace más de veinte años (es decir desde antes de 1980), Estados Unidos recurre ampliamente a las reservas limitadas del ahorro mundial para sostener su alto nivel de consumo- el de la administración federal en los años 80 y el de las familias en los años 90. Las entradas netas de capitales son actualmente más importantes que en el conjunto de los países en desarrollo. Es así como Estados Unidos, que era acreedor del resto del mundo a comienzos de 1980, se ha convertido en el más grande deudor mundial: unos 2 billones 300 mil millones de dólares en 2000. Los balances de las familias y de las empresas en Estados Unidos muestran el efecto acumulado de los préstamos privados obtenidos en el exterior desde hace diez años. La deuda de las empresas es también muy elevada con relación a su flujo de caja. Sin embargo, no tienen por qué inquietarse. Estados Unidos se encuentra en una situación única y es que disponen de una línea de crédito prácticamente ilimitada, en gran parte en dólares, frente al resto del mundo. Los bancos y otras instituciones financieras de Estados Unidos están relativamente al abrigo de las tasas de cambio: sus activos [...] y sus pasivos son en dólares. En cambio, otros países deudores deben acomodarse a las disparidades de las monedas: los pasivos internacionales de sus bancos y de otras empresas son en dólares y sus activos en moneda nacional”. En el Capítulo VIII (El parasitismo y la descomposición del capitalismo) de El Imperialismo…escribió Lenin: “El imperialismo es la enorme acumulación en unos pocos países del capital monetario…De aquí el incremento extraordinario de la clase, o mejor dicho, del sector rentista, esto es, de individuos que viven del “corte del cupón” completamente alejados de la participación en las empresas y cuya profesión es el ocio. La exportación de capital, una de las bases económicas más esenciales del imperialismo, acentúa todavía más este divorcio completo del sector rentista respecto de la producción, imprime un sello de parasitismo a todo país que vive de la explotación del trabajo de algunos países ultraoceánicos y de las colonias”…Por este motivo, la noción de “Estado rentista” o Estado-usurero ha pasado a ser de uso general en la literatura económica sobre el imperialismo. El mundo ha quedado dividido en un puñado de Estados- usureros y una mayoría gigantesca de Estados deudores”. Con esta 'economía internacional de la especulación' se aceleró la acumulación de grandes capitales en pocas manos (a expensas sobre todo de los trabajadores, de los jubilados y de los pequeños ahorristas) y se creó la ilusión de que el dinero podía reproducirse por si sólo, sin ayudar a crear valor. En el caso de las participaciones del capital financiero (fondos de pensiones, compañías de seguros, etc.) en industrias y servicios, la elevada renta que exigen y obtienen dichos capitales está fundada en la degradación de las condiciones de trabajo en esas industrias y servicios. Es bien conocido el fenómeno de que cuando una empresa anuncia despidos sus acciones suben. También se suceden los escándalos que afectan a los grupos financieros (fondos de pensiones, etc.) e industriales y cuyas víctimas de predilección son los pequeños y medianos ahorristas. Lenin escribía en 1916: …”Este ejemplo típico de “equilibrismo” en los balances, el más común en las sociedades anónimas, nos explica por qué las direcciones de éstas emprenden negocios arriesgados con mucha más facilidad que los negociantes particulares. La técnica moderna de elaboración de los balances no sólo les da posibilidades de ocultar al accionista medio la operación arriesgada, sino que incluso permite a los individuos principalmente interesados descargarse de responsabilidad por medio de la venta oportuna de las acciones en el caso de que fracase el experimento, mientras que el negociante particular responde con su piel de todo lo que hace” ( El Imperialismo…, Capítulo III. El capital financiero y la oligarquía financiera) Estas son las formas en que el capital transnacional mantuvo y mantiene una alta tasa de beneficios y un acelerado ritmo de acumulación y concentración a pesar del crecimiento económico lento y de la existencia de un mercado restringido. Este proceso de concentración del capital monopolista a escala mundial, la llamada “mundialización”, tiene consecuencias bien precisas. David Korten (5), citando a alguien que viene, como diría Martí, de las “entrañas del monstruo”, escribe: 'Robert Reich, secretario americano del Trabajo en la administración Clinton, explicaba en su libro The Work of Nations (1991) que la mundialización económica promovida con tanto éxito por las instituciones de Bretton Woods llevó a las clases más ricas a separar su interés del de la nación y, por eso mismo, a no sentirse interesados por sus vecinos menos favorecidos ni obligados en forma alguna hacia ellos. La ínfima minoría de los muy ricos ha formado una alianza apátrida en virtud de la cual el interés general se confunde con los intereses financieros de sus miembros. Esta separación se ha producido casi en todos lados con tal amplitud que la distinción entre países del Sur y del Norte ya no tiene mayor significación. La división no es más entre países sino entre clases. Cualquiera haya sido la intención, las políticas propiciadas por las instituciones de Bretton Woods que tuvieron éxito permitieron inexorablemente a los muy ricos reivindicar las riquezas del mundo entero a expensas de sus semejantes, de las otras especies y de la viabilidad de los ecosistemas del planeta' Vale la pena citar también un párrafo de un libro escrito por un grupo de economistas franceses en 1983, porque es una previsión bastante exacta de la sociedad actual: 'La culminación de la regulación monopolista privada a escala mundial conducirá a una reestructuración drástica y, sin duda, irreversible, de los Estados- naciones. Estos se convertirán en territorios amorfos cuyas funciones económicas estarán determinadas desde el exterior por oligopolios internacionales. Esos territorios serán a la vez grandes espacios abiertos y fragmentados. Se impondrá una estructura dualista, hecha de un sector 'moderno' y otro 'tradicional'. En el primero, ampliamente internacionalizado, estarán concentradas las sedes de los grandes grupos, las industrias de alta tecnología, las grandes instituciones de enseñanza, los dirigentes y los ingenieros mejor formados, ellos mismos muy movibles y hablando el mismo idioma, los laboratorios y todo el complejo de medios de comunicación internacionales. El sector 'tradicional ' agrupará la masa de la población, con baja remuneración y calificación, dedicada a las tareas subcontratadas por el sector moderno en las que, quizás, un tiempo de trabajo más corto será compensado por la reducción de la cubertura de las necesidades sociales, la que será preferida al desempleo, cuya tasa será elevada' (6). En esas condiciones, las posibilidades de un desarrollo nacional autocentrado, basado en un pacto social de hecho entre los capitalistas y los trabajadores, que preconizaban, con distintos matices o enfoques diferentes, los teóricos latinoamericanos de la dependencia (7), es actualmente irrealizable. Ese “pacto social de hecho” entre capitalistas y trabajadores, estos últimos en tanto consumidores, fue factible en un sistema de economías nacionales, en las que la producción y el consumo se realizaba fundamentalmente dentro del territorio. Pero en el sistema mundializado actual, como se ha señalado más arriba, la producción se destina a un mercado mundial de 'clientes solventes' y a los grandes capitalistas “nacionales” ya no les interesa que aumente el poder adquisitivo de la población del lugar de producción. Algunos intentos de llevar a la práctica en América Latina y el Caribe, con diferentes modalidades, ciertas ideas de los teóricos de la dependencia, cuando las condiciones económicas mundiales podían permitir suponer que dichas ideas eran viables, no terminaron de someterse a la prueba de los hechos porque finalizaron abruptamente con intervenciones militares, golpes de Estado y dictaduras promovidos por Estados Unidos, como fueron los casos de Guatemala, con Arévalo y Arbenz, de Brasil con Goulart, de Chile con Allende, etc. En Argentina el peronismo como proyecto nacional (si se puede hablar en América Latina de proyecto nacional cuando no se toca la propiedad terrateniente) comenzó a agotarse de 1950 en adelante con la redistribución negativa de los ingresos para los asalariados, la misión Cereijo a los Estados Unidos, la ley de inversiones extranjeras de 1953, el contrato con la Standard Oil California, etc. hasta que el 1955 la oligarquía y el gran capital -fuerzas armadas mediante- le dieron el puntapié final. El ensayo camporista de 1973 de ”volver a las fuentes” sólo duró 49 días. Los años de gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua fueron un intento de aplicar un modelo propio de desarrollo, con cierto número de realizaciones en su activo (reforma agraria, educación, alimentación, etc.), pero la guerra económica, militar y paramilitar que libró Estados Unidos contra los sandinistas, a la que se sumaron, hacia el final de su mandato, las concesiones del Gobierno sandinista a las políticas fondomonetaristas, condujeron a la derrota electoral de 1990. Cuba es un caso aparte porque de entrada rompió con el capitalismo tal como existe actualmente en su fase imperialista. Eso le ha permitido el “milagro” de ser un modelo para los países pobres (y ricos) en materia de educación, salud, vivienda, etc., y de resistir al mismo tiempo durante casi medio siglo al bloqueo y a los atentados terroristas promovidos y organizados por los Estados Unidos. Al precio de tensiones internas permanentes que dieron lugar a serias distorsiones políticas. Pero este es otro tema, aunque de rigurosa actualidad a la hora de la “transición”, de la que todos hablan, tanto dentro como fuera de la isla. Todo el mundo, amigos y enemigos, tienen la mirada puesta en Venezuela y en su Presidente Chávez, en su audaz política exterior y en su desafío permanente al imperialismo estadounidense. Pero por ahora hay un evidente desfasaje entre esa política exterior y una verdadera política interior de ruptura con el capitalismo en su fase imperialista. Los hechos (Lenin repetía con frecuencia el proverbio “los hechos son testarudos”) indican que, en cuanto a la integración regional, actualmente hay que ser extremadamente cauteloso y que nada justifica el entusiasmo que ha suscitado en algunos sectores la reciente Cumbre de Presidentes celebrada en Córdoba. Porque se puede afirmar que no es posible concretar actualmente una auténtica integración subregional sudamericana ni regional latinoamericana y caribeña al servicio de los intereses nacionales y populares que haga realmente frente al gran capital transnacional y a sus personeros políticos porque salvo, en un grado diferente y en cierta medida, las excepciones de Cuba y Venezuela, no existen en los gobiernos, ni en cada país, ni regionalmente, la voluntad, los proyectos políticos, económicos y sociales ni los instrumentos jurídicos necesarios para concretar tal tipo de integración. Se suele poner de relieve el fracaso del intento estadounidense de imponer el ALCA. Pero algunos olvidan la existencia de numerosos tratados bilaterales de libre comercio, de protección de las inversiones y otros similares. Esos tratados, como consecuencia de la aplicación de las cláusulas de «trato más favorable», de « trato nacional » y de “nación más favorecida”, que figuran en casi todos ellos, funcionan como un sistema de vasos comunicantes, que permite a las políticas imperialistas circular libremente a escala regional y planetaria y penetrar en los Estados, donde desintegran las economías nacionales y generan graves daños sociales. Dicho en otros términos, un país o una subregión signataria de tratados bilaterales con Estados Unidos pueden funcionar como “caballo de Troya” del poder transnacional en otro país o subregión. Para evitar, solo en parte, el efecto “caballo de Troya”, los Estados Parte en el MERCOSUR firmaron en Buenos Aires el 5 de agosto de 1994 el Protocolo sobre Promoción y Protección de Inversiones Provenientes de Estados No Partes del MERCOSUR. En su artículo 1º el Protocolo dice que los Estados Partes se comprometen a no otorgar a las inversiones realizadas por inversores de Terceros Estados un tratamiento más favorable que el que allí se establece. Pero por falta de ratificaciones este Protocolo no ha entrado en vigor. De modo que el efecto “caballo de Troya” puede seguir funcionando en el MERCOSUR. Para decirlo en lenguaje informático, por esta red mundial de tratados bilaterales, regionales e internacionales circula libremente el virus del imperialismo que, cuando penetra en un país, destruye las economías nacionales y las conquistas sociales, así sean mínimas. El “antivirus” para evitar la contaminación consiste en establecer normas protectoras del desarrollo armónico de la economía nacional complementadas con una justicia distributiva de los resultados, tener la voluntad política de aplicar ambas y sobre esas bases plantearse una política de integración regional. Tal cosa existió en cierta medida en algunos países de nuestro continente hace varios decenios, lo que se reflejó en algunas políticas nacionales, en varias leyes nacionales sobre inversiones extranjeras, en la legislación social y, en el plano regional, en la Decisión Nº 24 del 31 de diciembre de 1970 del Acuerdo de Cartagena (8). Todo lo cual desapareció después. Y ahora, tanto las normas protectoras de la economía nacional como la voluntad política de rescatarlas o crearlas son inexistentes. Todo esto comporta, como dice Lander, (9) «el establecimiento de la plena prioridad de los derechos del capital, o derecho mercantil, sobre los derechos democráticos o derechos de la gente, movimiento que se expresa en varias tendencias que se han venido dando en el sistema internacional durante las últimas décadas. Entre éstas, ha sido particularmente significativo el progresivo desplazamiento de las Naciones Unidas y de sus organizaciones asociadas por las instituciones de Bretton Woods (Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional), como centros del sistema institucional multilateral… …Como resultado de la hegemonía del neoliberalismo que acompaña el nuevo orden unipolar, cada uno de los principales asuntos de la vida colectiva pasa a ser pensado y decidido desde una óptica cada vez más estrechamente mercantil… …Se consolidan -como régimen jurídico de obligatorio cumplimiento- las políticas de liberalización y privatización que se habían impuesto a prácticamente todos los países del Sur. Esto es, mediante acuerdos internacionales, se busca hacer que estas políticas no puedan ser revertidas. A 90 años de haberlo escrito, el trabajo de Lenin analizando el imperialismo conserva plena actualidad, con los obvios ajustes que requieren los cambios políticos, sociales, económicos y tecnológicos ocurridos desde entonces. Pero sobre todo, hay que rescatar y utilizar su método de análisis, el mismo que empleó Marx para radiografiar el capitalismo, consistente en un examen riguroso y profundo de los hechos, partiendo del estado real de desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción en un momento y un lugar dados, de las fuerzas económico-sociales en presencia, de las relaciones entre ellas en función de sus respectivos intereses y de su respectivo peso económico-social y de las tendencias realmente dominantes. Lo que implica abandonar la tendencia a confundir situaciones coyunturales con fenómenos estructurales y dejar la costumbre de creer que la realidad consiste en los mitos, los símbolos y los discursos y no en los hechos. Es decir acostumbrarse a ver al mundo sobre sus pies como hizo Marx y no cabeza abajo, como pretendía Hegel.Notas: 1) Los productos derivados son contratos cuyo valor depende o'deriva' de un activo subyacente que es tratado en un mercado. Ese activo puede ser un bien (materia prima), un activo financiero (una moneda) o incluso una canasta de activos financieros (índice bursátil). (Drouin, pág. 125, véase nota 3.).2) François Chesnais, Tobin or not Tobin , ed. L’Esprit frappeur, Paris, 1998. Del mismo autor, Le capital rentier aux commandes , en Les Temps Modernes nº 607, Paris, janvier-février 2000. Véase también de F. Chesnais La mondialisation du capital y, bajo la dirección del mismo autor, La mondialisation financiére , ed. Syros, Paris, 1996.3) Michel Drouin, Le systéme financier international, Edit. Armand Colin, Paris, enero 2001, Cap. V.4) Fondo Monetario Internacional, Finances et Developpement junio 2001.5) David C. Korten, L'échec des institutions de Bretton Woods, en Le procés de la mondialisation, bajo la dirección de Edward Goldsmith y Jerry Mander, ediciones Fayard, París, marzo 2001, pág. 91. (edición original en inglés: The Case again the globalisation).6) Michalet, Delapierre, Madeuf y Ominami, Nationalisations et Internationalisation….Ed. La Découverte/Maspero, París, 1983, p. 147.7) Cabe mencionar entre ellos a Gunder Frank, Furtado, Faletto, Cardoso, Mauro Marini, Prebisch, Theotonio dos Santos, etc. Para una crítica de algunas de sus formulaciones puede leerse 'Siete tesis equivocadas sobre América Latina' (1965), de Rodolfo Stavenhagen. Pero algunos de ellos, como Gunder Frank, tuvieron razón en afirmar que el subdesarrollo formó y forma parte del mismo proceso histórico que generó el desarrollo capitalista ('América Latina: subdesarrollo o revolución', 1963). O el mismo Stavenhagen, que en su trabajo 'Siete tesis…' dice certeramente que las sociedades latinoamericanas no son duales y que existe una relación de complementaridad entre los 'polos de desarrollo' y las zonas subdesarrolladas.8) Acuerdo celebrado entre un grupo de países andinos el 26 de mayo de 1969. La Decisión Nº 24 se refería al régimen común de tratamiento a los capitales extranjeros y sobre marcas, patentes, licencias y regalías.9) Edgardo Lander, El ALCA y los derechos humanos. www.ceim.uquam.ca/textes/construire_lander.pdf